La era de Aquarius

"Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia", dice San Pablo (Rom 5, 20). Donde los Estados europeos actúan con criminal indecencia, las organizaciones de la sociedad civil aportan la misericordia y justicia que nos permite seguir reconociéndonos como miembros de la humanidad. Esta nueva Italia, la del neofascismo, ha demostrado ser capaz de dejar a su suerte a 629 personas recogidas por una organización humanitaria en medio del Mediterráneo. Decidió cerrar sus puertos al barco salvador para dar una imagen de fortaleza ante los votantes que han aupado a partidos demagógicos, pues saben bien que incumplen el derecho internacional negando la asistencia a personas recogidas de un naufragio. No pueden hacerlo, pero dan la imagen de fuerza ante los débiles, que es justo lo que les aporta votos. La demagogia, que no populismo, es la estrategia de estos partidos, pues bajo mano cumplen sus obligaciones, pero vociferan exabruptos contra los emigrantes. Son los mismos que aquí en España hablan del tan manido "efecto llamada", una indecencia moral que no son capaces de sostener en privado, pero que airean en público para arañar votos entre los incautos afectos a causa tan peregrina como cerrar las fronteras al sufrimiento y al hambre, es decir, poner puertas al campo o diques al océano.

Doy gracias a estas organizaciones que se esfuerzan por sostener la humanidad de una Europa que ha perdido sus referencias morales más profundas, ancladas en la Iglesia católica y la Socialdemocracia alemana, pilares intelectuales fundadores de la Unión Europea tras la Segunda Guerra Mundial. Son las personas, no los Estados, las que toman como obligación poner en práctica los valores que han conformado este territorio con milenaria tradición y cuna de grandes culturas que aún hoy configuran nuestro mundo. Los Estados se han plegado a los intereses del capital transnacional que está en guerra contra el Planeta y contra la humanidad. Las personas debemos tomar la bandera de la civilización contra la barbarie de los intereses mezquinos de las grandes empresas y las élites globales. Por eso, estamos de enhorabuena cuando un gobierno como el actual español rompe la lógica que impera en los Estados europeos y da acogida a un grupo de seres humanos necesitados. Importa poco la motivación, importa que esa decisión ha cambiado el tablero de juego, ha forzado a Italia a aportar dos barcos para transportar y Francia ha ofrecido su colaboración para acoger personas del Aquarius, nombre con reminiscencias hippies del barco salvador.


Una acción como la del gobierno Sánchez es netamente Política, pues modifica las coordenadas en las que se desarrollaba la política usual. En España han sido muy pocos los que han manifestado reticencias, apenas Vox y algún pepero desnortado, y son muchos los que han ofrecido su ayuda, como el Ayuntamiento de Murcia, que hace apenas dos años no movió un dedo por los refugiados sirios. Ahora, muchos quieren ayudar, pues la acción Política tiene esa característica, que implica. Nadie puede quedarse al margen y todo el mundo actúa. Es más, la solidaridad se difunde por sí misma, pues los seres humanos somos empáticos por naturaleza y la compasión es una fuerza muy superior al egoísmo, que también nos conduce. En momentos de sufrimiento colectivo, el ser humano saca lo mejor de sí mismos. Es falsa e ideológica la imagen que Hollywood da de los momentos catastróficos, con crímenes, violaciones y saqueos por doquier. Cuando se produce una catástrofe, por supuesto que hay crímenes, pero lo que sobresale es la solidaridad humana y la compasión, con creces. Si no fuera así, la especie no habría sobrevivido desde que homo sapiens pisa la Tierra.

En los años sesenta y setenta se extendió la New Age por occidente como una crítica al mundo organizado por el capital o por la burocracia, una formulación de libertad y conexión con la naturaleza que retomaba la imagen de una religión del amor, donde Jesucristo era visto como un hippy que propugnaba el amor libre y la comunión con la naturaleza. Esa forma de entender el mundo se remontaba a las eras en que la astrología divide la historia del Universo. En nuestros tiempos estaríamos entrando en la era de Acuario, una era de amor y solidaridad. El barco que ha rescatado a las 629 personas que estaban condenadas a la muerte en el mar, lleva por nombre Aquarius. Quiero ver aquí una similitud y un cumplimiento. La verdadera era de Acuario es la de aquellas personas que se comprometen por mantener la humanidad como un proyecto de justicia, solidaridad, compasión y misericordia y que van más allá de un mero interés egoísta. Quiera Dios que este gesto, de momento es solo eso, se convierta en una realidad Política que modifique los parámetros inhumanos en los que Europa y sus Estados se mueven en la última década.
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