La catástrofe climática está asegurada, queda prepararnos. Un Planeta sin futuro

El Papa Francisco, hoy, con la joven activista Greta Thunberg
El Papa Francisco, hoy, con la joven activista Greta Thunberg Movimiento Laudato Si
Greta Thumberg
Hace apenas cinco años, el movimiento Fridays for future, impulsado por la joven estudiante sueca Greta Thunberg, me habría llenado de esperanza. Que sean, precisamente, los jóvenes, que por ley de vida heredarán la Tierra, los que se movilicen para tomar medidas que detengan la barbarie climática de nuestra civilización capitalista, hubiera sido un aliciente para mí. Durante muchos años dediqué mi labor docente a la concienciación juvenil ante el terrible problema de las consecuencias climáticas del modelo de desarrollo capitalista, depredador de recursos y despilfarrador de bienes, amén de las enormes injusticias que genera y la pobreza en la que sume a dos tercios de la población mundial. Pensaba entonces que la humanidad solo tenía puesta su esperanza en los jóvenes, aún dispuestos a ver la realidad del mundo tal y como es, sin pasar aún por el filtro de los intereses o de la ideología. El resto de la población está sumida en la modorra del consumo o en la lucha diaria para la subsistencia, sin posibilidad de cambio y sin fuerzas para transformar el desorden de este mundo. Lo creía con firmeza, porque las generaciones jóvenes siempre tienen que hacerse con el mundo y podemos, mediante la educación y la concienciación, conseguir que ese mundo lo transformen. 
Mis investigaciones sobre economía, historia y el sistema socioeconómico global, me llevaron a tener una visión muy clara del proceso de destrucción del hábitat planetario para la pervivencia del ser humano. Todo aquello se reflejó en varias publicaciones en revistas científicas y en libros. Impartí, e imparto, conferencias sobre esta situación; divulgué, y divulgo, los riesgos del modelo económico-social-ambiental, con la intención de llegar al mayor número posible de personas. Tengo constancia de que son miles quienes han seguido y siguen estas investigaciones y que tienen conciencia sobre el problema. Pero, tras quince años en la brecha, tengo la conciencia clara de que todo esto sirve de muy poco, casi nada, porque las personas individuales nada podemos hacer para frenar un problema que es estructural. Esto se ve con claridad en las conferencias que imparto, cuando llega el turno de preguntas, siempre, indefectiblemente, hay una que reza así: "¿qué podemos hacer?". Ante esto siempre he contestado dando una relación de cosas que a nivel individual, familiar o comunitario podemos hacer. También incluyo en los últimos años una opción más: cambiar las leyes para cambiar la sociedad. Suelo expresarlo con una boutade: "Dadme el BOE 72 horas y cambio este país". Sin embargo, ni con el BOE se puede frenar el cambio climático, lo único que se puede hacer es prepararnos para la catástrofe.
La catástrofe segura e inminente es, precisamente, lo que dice la propia Thumberg que le llevó a las huelgas estudiantiles todos los viernes. Se dio cuenta de que ella, con apenas 15 años, no tiene un futuro asegurado más allá de 2050. Como joven que es reaccionó con contundencia y con cierto pathosapocalíptico, pero tiene toda la razón para reaccionar así, lo que nos debería resultar extraño es que el resto de jóvenes, que en breve verán cómo se hace imposible la vida en la Tierra, no reaccionen con el mismo ímpetu. Es cierto que algunos la siguieron, pero es más fruto de la moda, del prurito juvenil o de las tendencias en las redes. En realidad, esto pasará como pasa la tormenta y la destrucción de nuestro hábitat continuará indefectiblemente hasta la destrucción total. Esto no es pesimismo, es el fruto de comprender cómo funciona el modelo económico y social. Marx lo estudió hace doscientos años y su análisis no ha sido refutado ni académicamente, ni por la historia. Es más, si Marx se equivocó en algo fue en que los proletarios, como víctimas del sistema, serían los que lo transformarían mediante la revolución. Los proletarios lo único que pueden hacer es pelear día a día por sobrevivir. Cuando se han realizado revoluciones, éstas no han modificado el mal del capitalismo: el productivismo consumidor destructivo del medio.
Por tanto, lo único de verdad que podemos hacer es prepararnos para la catástrofe y dejar de escuchar los cantos de sirena del capitalismo verde, del ecologismo de salón, del transhumanismo tecnófilo y de la publicidad del sistema. Esos cantos solo pretenden atraernos a sus fauces. El sistema socioeconómico va de camino hacia la conflagración  de una guerra global por partes, como dice el Papa Francisco, donde la lucha por los menguantes recursos energéticos y por los lugares donde aún sea posible habitar va a determinar nuestro futuro. Ya estamos en ello desde 2001. Estados Unidos no ha cejado en aplicar su plan de caos global diseñado en 2003 por el Pentágono, por el que los países que tengan recursos deben ser destruidos para conseguir por un lado que no sean consumidores de esos recursos, es el caso de Libia, Siria y ahora Venezuela, y por otro para poder esquilmarlos con impunidad. Las guerras que vemos y que veremos tienen ese mismo patrón y están determinadas por la reducción de recursos y la destrucción del medio ambiente.
El optimismo, en el mundo de hoy, es una patología infantil, de la que hemos de ser curados rápidamente.Solo la verdad de cómo funciona el mundo nos podrá hacer libres; pero solo el amor y la misericordia en nuestras vidas nos podrá salvar.
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