A weak Secularization

El debate sobre la secularización ha llegado a un punto de equilibrio. Tras dos décadas de fuertes choques entre posiciones diferentes, y de sonados cambios de parecer en algunos pensadores (véase la postura de Berger 2016), parece que podemos hacer un pequeño balance y afirmar que la secularización es un proceso histórico vinculado a la Ilustración, pero no tanto a la modernidad, pues existen varias modernidades y no todas ellas incluyen un proceso de secularización en sentido estricto, aunque sí algunos de los aspectos que José Casanova (2006:7; 2012:23) diferencia.[1] Por este motivo, la secularización está vinculada al proceso de diferenciación de esferas en la modernidad, de tal modo que la religión pierde la influencia omnímoda de que gozaba en el mundo premoderno y deja de ser el dosel sagrado (Berger) que da sentido a toda la existencia. Los hombres satisfacen su búsqueda de sentido, si la hay, mediante el recurso a criterios no puramente religiosos. Estamos hablando de una secularización en sentido débil. Dicho a modo de título: a weak Secularization.

Esta secularización débil sí sería aplicable a prácticamente todos los países o realidades, aunque siempre habría excepciones, como es el caso de algunos países musulmanes donde la religión aún conserva influencia en las decisiones públicas y en las conciencias de las personas, o en Estados Unidos, un país que ya no puede ser considerado la excepción que era en otros tiempos, pero que sigue conservando zonas de amplia influencia de la religión en las conciencias y en la vida pública. Como explican Voas y Chaves (2016), menos influencia cuanto más al norte y más cerca de la costa; más influencia en zonas rurales y menos en zonas urbanas, constatándose así el mismo proceso que en Europa hemos vivido en el último siglo. Estados Unidos no sería, por tanto, una excepción absoluta, a lo sumo, una particularidad dentro de un proceso de secularización débil que tendría momentos y lugares de una secularización fuerte, como es en Europa Occidental.

Con esta terminología conseguimos, a la vez, explicar el proceso constante de reducción de la influencia de la religión desde el siglo XVIII y la persistencia de la religión, con episodios de revival que vendrían a confirmar el proceso general. Así lo confirma indirectamente Casanova (2012: 29) cuando expone que las religiones que han aceptado la diferenciación de esferas, lo que hemos denominado como secularización débil, han sostenido su presencia pública, haciendo, de paso, superflua la crítica ilustrada radical. Mientras, las religiones que se han resistido a la diferenciación de esferas han experimentado un declive a la larga. El proceso de declive puede ser más rápido, como en España (Davie 2011: 73), o más lento, como Estados Unidos, pero es inexorable en las sociedades modernas. Por tanto, la secularización es un proceso vinculado a la modernidad si tenemos presente que es una secularización débil que connota la diferenciación de esferas, pero no la privatización de la religión o el declive de las prácticas religiosas. Estas dos últimas notas de la secularización se darían en procesos de secularización fuerte, como es el caso europeo, donde sí se ha constatado.


Otro asunto es si la secularización está vinculada con la posmodernidad. Se ha argumentado que la posmodernidad está asociada a procesos de desecularización, de reencantamiento del mundo y de revival religioso. No creo que esto sea una característica central del proceso posmoderno. Según explico en otro lugar (Pérez Andreo 2011: 110-123), la posmodernidad tiene tres rasgos fundamentales que la unen a la modernidad y le hacen ser la madurez efectiva de un proceso amplio. Los tres rasgos son el fin del concepto de historia como mejora constante, la reducción de la razón a técnica y el vaciamiento del sujeto moderno. Estas tres características no son sino la desconstrucción de los pilares de la modernidad: Historia, Razón y Sujeto, y su reevaluación en función de las necesidades del capitalismo neoliberal globalizado. Es decir, son los instrumentos para la constitución de lo que he denominado como Imperio Global Posmoderno. La supuesta desecularización sería el proceso desconstructivo de un aspecto de la modernidad, como es la secularización. La reducción de la razón a técnica nos llevaría a un reencantamiento del mundo y una vuelta a la magia (la técnica como remedo de la magia antigua). El revival religioso estaría involucrado en la necesidad de sostener un sujeto fantasmático, como un miembro fantasma.[2] La vuelta a la religión en la posmodernidad no sería otra cosa que la necesidad del hombre y la sociedad de encontrar el sentido perdido.

La religión, hoy como ayer, muestra una ambivalencia que la hace acreedora de todas las críticas y las loas que ha recibido. La religión tiene un papel legitimador de las estructuras sociales de dominio, o bien una tarea de crítica profética (Pérez Andreo 2008: 362-366). Esta ambivalencia es la que hay que tener presente a la hora de establecer una crítica a la religión. Sin embargo, las religiones proféticas, como el judaísmo y el cristianismo, tienen una fuerza de crítica social que bien les deben hacer merecedoras de otro análisis, el de ser fuerza de transformación social, hasta el punto que se puede decir que la religión profética es la primera secularización de la historia en el sentido de restar poder a los sacerdotes que ostentan el poder religioso mediante una crítica de su función legitimadora de la injusticia y de la idolatría anexa a esta[3]. El desafío de la religión hoy es ser un proceso universal de salvación.


[1] Casanova establece tres connotaciones distintas de la secularización: decline of religious beliefs and practices, privatization of religión, differentiation of the secular spheres (2006: 7). De las tres, la última es la que considera como el núcleo fundamental de la tesis de la secularización. Es, pues, esta connotación la que debe estar presente para indicar si un país, nación o territorio han entrado en un proceso de secularización, al ver de Casanova. Si nos atenemos a esto, habría que decir que la secularización ya afecta a casi todos los países, pues son muy contados aquellos lugares donde la religión aún tiene una influencia decisiva en la política, la economía o la ciencia (si exceptuamos algunos países musulmanes, que no son mayoritarios).

[2] Se dice miembro fantasma a la sensación que deja la amputación de una extremidad, que parece seguir ahí.

[3] Léase con atención la crítica profética a la religión que hay en Amós, Miqueas, Isaías, o Jeremías. En todos ellos subyace la unidad entre injusticia e idolatría, que se lleva a cabo por el poder, pero que cuenta con la legitimación de los falsos profetas o de los sacerdotes (Sicre 1985).

* Este texto es la introducción a mi artículo Los alterares de la posmodernidad y la metástasis del mundo. Una visión de la religión allende Peter L. Berger y Ulrich Beck, publicado en Journal of the Sociology & Theory of Religion 7 (2018) https://revistas.uva.es/index.php/socireli/issue/view/132
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