"A propósito de mi nuevo libro" "Qué vale nuestro trabajo. 5000 años de historia de la retribución"
"He dedicado cientos de horas a lo largo del último lustro para plasmar en Qué vale nuestro trabajo. 5000 años de historia de la retribución (Kolima, 2025) algunas claves sobre cómo se ha abonado el trabajo desde Mesopotamia al presente"
¿Cuál es el salario de mis compañeros? ¿Qué ganan mis vecinos? Estas y otras cuestiones semejantes nos las formulamos con frecuencia. Quizá porque el dinero solo no es importante para quien tiene mucho. Para el común de los mortales, la política retributiva es importante para afrontar los gastos familiares y por un razonable orgullo. Anhelamos que nuestro esfuerzo sea reconocido.
He dedicado cientos de horas a lo largo del último lustro para plasmar en “Qué vale nuestro trabajo. 5.000 años de historia de la retribución” (Kolima, 2025) algunas claves sobre cómo se ha abonado el trabajo desde Mesopotamia al presente. El texto arranca con un primer apartado que interesará fundamentalmente a quienes deseen profundizar en las raíces conceptuales de la retribución. Explicito qué proponían Adam Smith, David Ricardo o Karl Marx al respecto. Las incongruencias marxistoides siguen, por cierto, produciendo hilaridad. ¡Quien dilapidó herencias y los caudales fruto de la compasión de Engels erigido en pope de los trabajadores…!
Quienes no pretendan calar en esas cuestiones pueden emprender la lectura en la segunda sección: cómo ha funcionado la política retributiva y fiscal en sucesivas civilizaciones.
Sólo algunas personas específicas pueden vivir al margen de la preocupación económica y siempre de forma relativa. Por ejemplo, los religiosos incorporados a órdenes regulares, ya que la institución a la que pertenecen se responsabiliza de las cuestiones materiales para consentir desapego y elevaciones espirituales. Hay, también de forma excepcional, casos peculiares en lo que se refiere a la relación con el dinero, como el del excéntrico y psiquiátricamente desquiciado Ludwig Wittgenstein. El presunto filósofo renunció a la herencia familiar para hipotéticamente ganarse el condumio impartiendo clases en institutos rurales austriacos, como enfermero y como efímero docente en la universidad de Cambridge. Aquel espíritu menguado y engurruñido acabó viviendo de ahorros ajenos.
El tema abordado en el libro es tan apasionante como complejo. Se entenderá con un ejemplo del sistema monetario en España. En el siglo XVI, como en tantas otras épocas y enclaves, fue endiablado. Las monedas que circulaban eran de múltiples tipos y de metales desemejantes. Variaba entre las diversas zonas geográficas.
Teresa de Jesús, la santa nacida en Ávila, manejó en la expansión de las descalzas monedas de cobre, conocidas como maravedís o maravedises. Otras, de plata: los reales. Y de oro o escudos. En sus años se multiplicaron los soportes metálicos de uno, dos, cuatro, ocho y dieciséis maravedís. En el caso de los reales, podían ser de medio, uno, dos, cuatro y hasta ocho. En el de los escudos, de medio, uno, dos, cuatro y hasta ocho. En esa época viajaban por España el ardite catalán, fundido en cobre. También la blanca castellana, que sumada a otra formaban un maravedí. Un escudo nuevo de oro equivalía a trescientos cincuenta maravedís.
Otra muestra de lo arduo de la cuestión es conocer, por ejemplo, el coste de un billete del primer y último viaje del Titanic. En ese navío embarcaron almas muy adineradas. Entre ellas, el magnate Jaco Astor IV, Benjamin Guggenheim e Isidro Straus, adalid de los almacenes Macy’s de Nueva York.
En primera clase se desplegaban dos categorías: estándar y suite. En la primaria, los precios partían desde los 134 €, en la actualidad, unos 4.372 €. En suite, los importes arrancaban en los 3.900 € ¡hasta los 127.000 €! Según un informe de 2023, los montos para la segunda clase comenzaban en un equivalente a 58 € de la época. Hoy en día hablaríamos de unos 1.900 €. En tercera clase, 21 €, algo más de 1.000 € actuales.
Los cálculos sobre el valor del dinero cuando se amplía la brecha temporal son hirsutos. ¿Cuánto costarían hoy las monedas con las que se pagó a Judas por la traición de Jesús? Se lee en el Evangelio de San Mateo: “uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata. Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle”.
Avergonzado, que no arrepentido, desea entregar al templo lo recibido por delatar a Jesús. Los conjeturales santurrones lo rechazan: “Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: Y tomaron treinta piezas de plata, el precio en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los hijos de Israel, y las dieron por el campo del alfarero, como el Señor me lo había ordenado”.
Puede hipotetizarse, asumiendo lo que, cuando se escriben estas líneas, vale aproximadamente la plata, teniendo en cuenta que, en 2025, ese mineral cuesta, al venderlo, algo más de 0,68 € por gramo. Judea en ese tiempo se hallaba sometida al Imperio Romano. Es posible que las monedas con las que satisficieron al traidor Judas fueran denarios (nomen omen) de Tiberio. Cada uno pesaba aproximadamente 3,9 gramos. Eso hace un total de 117 gramos. Hoy en día ese metal precioso totalizaría unos 79,50 € en valor facial. Los 30 denarios podrían ser equivalentes, comparando salarios de entonces y ahora en el estamento militar, a unos 8.000 €. Si hubieran sido denarios republicanos, sumaríamos unos 4.200 € contemporáneos.
Judea solo acuñaba con cobre, no con plata. Por lo tanto, las monedas no eran judías. Pudo ser numerario de provincias paredañas. Los tetradracmas de Antioquía pesaban alrededor de 17 gramos, con un global, en consecuencia, de 510 gramos. Cuando escribo estas líneas, esta plata tendría un coste de unos 346 € y supondrían unos 22.000 € teniendo en cuenta la retribución de un soldado a fecha de hoy. Por tanto, cualquier cifra entre 4.200 y 22.000 € es factible.
Entender qué y por qué ingresaba diferente cantidad un marinero y un soldado en los barcos de Hernán Cortés, conocer el salario de un legionario o un centurión, no es mera erudición. Facilita entender las políticas retributivas en la actualidad. Adam Smith propone apodícticamente que "no es de la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero de donde obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses".
El excelente capítulo de Josep Capell sobre hacia dónde se dirigen las nuevas políticas retributivas resultará particularmente atrayente a los directores de RR. HH. Ana Cristina Sánchez realiza una aportación relevante sobre el mercado mexicano.
El libro ha sido elegantemente publicado por Kolima con Marta Prieto, su CEO, al timón.