Biblia y personalismo: descubrir el rostro del otro



Para Emmanuel Mounier, el sistema socio-económico de los siglos XIX y XX dio paso al tránsito del héroe renacentista, libre y altivo, hacia el burgués que vive sin esfuerzo, un “hombre-capital” que carece de necesidades en cuanto a la mano de obra pues sus muchos obreros hacen crecer su ya cuantiosa fortuna. Nuestra sociedad se ha transformado: este hombre -hoy- neoliberal es un ser que ha perdido el sentido del ser, que no vive sino es por sus bienes materiales: “No existiendo más que en el haber, el burgués se define, ante todo, como propietario. Está poseído por sus bienes: la propiedad ha sustituido a la posesión” (Mounier 1972). El supremo valor del administrador burgués, escondido tras muchas propuestas políticas, es, entonces, la economía, pero una economía avara, llena de precauciones.

¿La Biblia, muchas veces manoseada y otras veces olvidada, tendrá algo que decir a este respecto? Algunas tendencias filosóficas fundamentan su reflexión social y personalista en la antropología veterotestamentaria así como lo hace el cristianismo cuando de humanismo se trata. De hecho, el hacer hincapié en la dimensión social y relacional humana es una manera de acercarnos al texto bíblico. Cuando logramos ver en la persona un engranaje que vive en relación recordamos la dimensión social del hombre. ¿Por qué se da ésta relación? Por nuestra facultad comunicativa mediante lo que ha sido llamado por Levinas (2002) “filosofía del rostro” pues es en el encuentro interpersonal donde el ser humano se realiza como tal, descubre su grandeza en el respeto del otro como un tú, no como una cosa ajena que le puede dañar. La expresión más humana existente es la mirada hacia el rostro del otro pues en el otro es donde me miro a mí mismo y miro al Absoluto. Sólo en el nosotros, que no se trata de la vulgar operación aritmética del yo más el tú (Buber 1995), logramos encontrarnos y vislumbrar nuestra esencia y existencia.

¿Cuál es el obstáculo que obstruye nuestra mirada hacia la claridad del sol humanista? Todo radica en el materialismo: ubicar al ser humano como sólo materia que busca sólo materia para sí. Se trata de un olvido del espíritu como engranaje con el “Totalmente Otro” y con el “Otro”. Al disociar al hombre internamente (sólo materia), el liberalismo lo ha individualizado, todas las ideologías contemporáneas han dejado de lado la dimensión holística humana y siguen convirtiendo al hombre en “individuo” y no en lo que es, “persona”, como afirmaba Maritain (2001): un ser singular y distinto de los demás, y que vive en relación con los demás, que no se agota en sí mismo, que es libre y autónomo y que es comunitario desde siempre. Elementos todos que han sido ensalzados por muchas corrientes de pensamiento, pero siempre de una forma disgregada, cuando más bien el ser humano es integración.

Sólo una filosofía personalista -cualquier que sea personal y personalista- sacará de su individuación a la sociedad moderna para que la persona sea el bien supremo así como lo pensaron los hagiógrafos veterotestamentarios con su elucubración del “rostro” (en hebreo “panîm” פּנים, un plural, y en griego πρόσωπον, de πρὸς-ώψ, “mirada vuelta hacia”) una filosofía de encuentro interpersonal por la mirada así como lo pensó Jesús de Nazaret, rostro por antonomasia de Dios (πρόσωπον πρὸς πρόσωπον ) y tal como lo sistematizaron los teólogos patrísticos cuando formularon el paso de πρόσωπον a “personare”, la persona con alta dignidad, dignidad proveniente de su relación comunicativa con los otros y con el totalmente Otro, su imagen.

Bibliografía citada

BUBER, M., Yo y tu, Madrid: Caparrós, 2005.
LEVINAS, E., Totalidad e infinito, Salamanca: Sígueme, 2002.
MARITAIN, J., Humanismo integral, Madrid: Palabra, 2001.
MOUNIER, E., Manifiesto al servicio del personalismo, Madrid: Taurus, 1972.
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