Vigilia Pascual: La fuerza revivificadora del amor (Jn 20,1-9)



¿Cómo es posible que aquél que es “camino”, “verdad” y “vida” quede en la sombra de la muerte? El relato del evangelio de Juan que hemos leído inicia en la oscuridad: el día primero de la semana, aun estando oscuro, varias mujeres (v. 2 “nosotras”) van al sepulcro. En medio de la noche ha acontecido algo. La piedra de la entrada está corrida. María de Magdala corre y anuncia angustiada que el cuerpo de su Señor no está, le busca y no sabe dónde le han puesto. Posteriormente, envuelta en llanto (v. 11), ella misma será la primera testigo y evangelizadora de la resurrección. Se convierte en la apostolorum apostola porque fue la primera “testis divinae misericordiae”, es decir, “testigo de la divina misericordia” (Gregorio Magno, XL Hom. In Evangelia, lib. II, Hom. 25,10).


Entretanto, Pedro y el discípulo amado corren al sepulcro. En esta carrera, el cristianismo joánico “corrió por delante más rápido que Pedro y llegó primero al sepulcro” (v. 3), pero, guardando ese papel de autoridad que le confieren los relatos pascuales a Pedro, no entró sino de segundo. Vieron las vendas “en el suelo”, en la misma posición en la que estuvo el cuerpo de Jesús, pero el sudario de la cabeza estaba aparte. Esto le bastó al discípulo amado para “ver y creer” al tiempo que Pedro seguía sin entender.

¿Cómo entender-asumir-experimentar esto? Cuando los/as cristianos/as vivieron la experiencia de la muerte de su maestro la crisis fue inevitable. No hay forma de razonarlo. No obstante, algo estaba claro: el espíritu de Jesús ya estaba en la comunidad (cf. 16,7-8), ahora él está con ellos/as y en ellos/as. El resucitado vive en la iglesia y se manifiesta cuando ésta se congrega, parte el pan y proclama las Escrituras. “Resurrección” es una fuerte expresión para indicar que la entrega “hasta el extremo” de Jesús no acaba en la muerte, sino que trasciende. “Dios ha resucitado a Jesús” significa que el amor ha vencido a la muerte. Y el resucitado está ahora en sus seguidores cada vez que hacemos vida su ministerio: enfrentando al mal, reintegrando en la sociedad al excluido, haciendo banquetes abiertos a todos/as, procurando la igualdad con mujeres y niños, haciendo realidad la alegría de la “Buena Nueva” que construye un mundo más humano.
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