Sobre la "negrita" y la homilía del 2 de agosto en Costa Rica



El pasado 2 de agosto fuimos testigos, una vez más, de cómo la jerarquía católica costarricense estructuraba, en uno de los pocos podios políticos que aún conserva, su apologético esquema “por la vida y la familia”. Sin embargo, el genitivo “según Dios” y “según la Biblia” dan orientación (o des-orientación) a su eslogan ya que ellos “son” los intérpretes autorizados de los oráculos celestiales en temas de moral.



La manipulación de un símbolo (no el syn-ballein griego) tan amado por un enorme sector del pueblo costarricense, como lo es la Virgen de los Ángeles, se evidencia más cada año. La imagen de una mujer mestiza, más aún, parda, que llega a usurpar el puesto de la mujer europea otrora residente en Ujarrás (devoción anterior a la Virgen de Ujarrás, también en Cartago), se ve desvirtuada año con año por mano de sus custodios. La homilía del 2 de agosto, con su innegable trasfondo político, se ha convertido en la vitrina que no solo exhibe las posiciones eclesiales sino que las impone. El regaño fuerte de un abuelo que reclama cómo sus nietos “se han desviado del camino” fue lo que escuchamos ese día en plena misa. Fue la llamada de atención de quien se entiende autorizado para reclamar fidelidad a lo que él (ellos) llaman “voluntad de Dios” pues, parafraseando, dijo “Quien no piense así como nosotros no es ‘católico’ porque se ha apartado del camino y ha tenido la osadía de cuestionar nuestra autoridad religiosa así como la civil”. Se trata de una autoridad que, citando Rm 13, viene de Dios y justifica toda intervención jerárquica.

Mientras que en Roma se habla de cómo la pluralidad teológica y filosófica hace crecer a la iglesia en la atmósfera del respeto (cf. Papa Francisco, Evangelii Gaudium, n. 40), acá en Costa Rica se escuchan reproches, “regañadas” y berrinches contra una sociedad cada día más diversa. Al obispo Montero le parece una “perfecta dispersión” porque en la Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR) “[…] sueñan con una doctrina monolítica defendida por todos sin matices” (ídem). No sé si no se dan cuenta de que esa marea de gente que camina año con año a Cartago llega a la plaza, a la puerta de la basílica, al presbiterio y luego no regresa más, “hasta el año entrante”. Se trata de una fe no institucional, de una fe que rehúye al compromiso eclesial adherido a las estructuras, precisamente porque esas estructuras no son “de puertas abiertas”, sino de estigmas y condenas… Pareciera que el “año de la misericordia” no ha llegado a un amplio sector del clero tico. Habría que preguntarse qué compromiso tiene ese sector del clero con el movimiento de Jesús, cargado de compasión, incluyente y preocupado por los que sufren, antes de preguntarse por qué los templos se ven vacíos. El compromiso adquirido, al parecer, les hace fijar sus ojos en otro punto.

Las miradas de la CECOR se dirigen hacia viejos conocidos que, fuera del programa tradicional, hablan incluso antes del discurso del Ejecutivo. ¿Cómo explicar la intervención prima verba de un exdiputado frente al presidente de la república? ¿Para qué habló el co-autor del memorandum del miedo? Simplemente para continuar con su campaña “piquetera”, expiatoria y purificadora, pero no de volantes, sino de “negritas” de los Ángeles. La réplica de la imagen de la aborigen parda, recubierta en oro y joyas, ahora se encamina a la Universidad Católica de Costa Rica, institución de la cual es rector por la gracia de “dios” y del arzobispo Quirós. Podemos intuir con quién tiene compromisos el alto clero, con quiénes cenan y planean reposicionar una institución al casarse con la autoridad política, un matrimonio “iglesia-estado”. Y aun así reclaman la “apostasía” de quienes abandonan los templos y sus ideas. Si, hasta hace algunos meses, se estaba organizando una marcha hacia Rohrmoser es posible que algunos prelados ya participaron de esa “romería” (antes de la oficial el sábado) buscando negociar concesiones en un nuevo “Estado Laico”. Se trata de una nueva búsqueda de espacios perdidos. Si se venden anuncios en la plaza de la basílica, se regalan “negritas”, también se pueden negociar alianzas y zonas de poder en próximos nichos políticos.

Pareciera ser que el compromiso del alto clero está con “otro señor” y “[…] no se puede servir a dos señores” (Mt 6,24). De manera nefasta, usan la figura de María para justificar sus perspectivas pues saben que el elemento maternal del símbolo invita a la obediencia y sumisión. Y bueno, tienen derecho, como todos en esta sociedad, de optar por un modelo de educación sexual, de familia, etc. Pero no tienen derecho de amonestar o reprender a quienes no se sienten identificados con esos paradigmas. Muchos no piensan así: los no creyentes, las personas de otros credos o quienes, igual estando dentro de la iglesia, profesan su fe sincera en “la negrita” como camino hacia Jesús. Muchos señores de cuello blanco ignoran a la María lucana del Magnificat que proclama con fuerza que Dios “[…] derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías” (Lc 1,52-53) pues esa María está del lado de los sencillos siempre “[…] acordándose de la misericordia” (Lc 1,54).
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