El pensamiento teológico latinoamericano

Latinoamérica, por su historia, sus rasgos culturales, su situación geográfica, entre otros elementos, posee una particularidad y una cultura diversa. En sí, Latinoamérica tiene elementos muy propios que hacen que podamos considerarla como una realidad completamente diferente del resto de Occidente, del resto del mundo. No tratamos de plantear una apología de la cultura latinoamericana, menos aún un latinoamericanismo (que se convierte en un anti-europeísmo), pues esto develaría el brindarle importancia al discurso externo –dígase europeo, dígase clásico– sino más bien demarcar y definir la naturaleza del ser “latinoamericano”.

No se presenta con claridad esta independencia de lo que puedan decir de nosotros ese discurso “primermundista”, pues hoy, consideramos, nos importa muchísimo lo que de nosotros digan los otros. Todavía hoy se sigue considerando más digno de crédito, más profundo, “más teológico”, “verdadera teología” todo lo que provenga del “viejo continente”. Se lo creen tanto los que estudian allá (un "síndrome de Estocolmo teológico", Martínez, p. 199s) y vienen aquí como los académicos “de este lado del charco”.

A partir de las ideas A. Mora (p. 34), podemos y debemos hablar de una filosofía propia, surgida en nosotros, por nosotros y para nosotros, que por esa contextualidad no puede dogmatizarse-universalizarse. La idea clasificatoria de que “filosofía” es todo aquello exento de mitología-magia-religión es, una vez más, una definición helénica, nada más. No me atrevería a negar una filosofía indígena (americana o cercana al Ganges), no me atrevería a negar una filosofía budista-taoísta-china, así tampoco me atrevería a negar una filosofía o teología latinoamericana.

Desde este presupuesto, teniendo claro que entendemos “filosofía” y la caracterizamos –detalle semántico: no me atrevo a “definir”- como una búsqueda profunda de la realidad para comprender, apropiarse de ella y transformarla desde los paradigmas culturales propios de cada región, sean cuales sean estos, es evidente que una teología latinoamericana existe y, por su afán metamórfico, no podría no transformar la realidad. No es una teología "en America Latina" sino una "teología latinoamericana". La filosofía en su relación con la teología se unen en este lugar a pesar de sus puntos de partida diferentes (uno presuponiendo la razón más teorética y la otra la fe en proceso intelectual): sus reflexiones tratan de lograr coherencia para transformar el mundo, es decir, un punto de quiebre llamado praxis, en el caso cristiano “praxis jesuática” (Floristán, p. 120).

Las ciencias teológicas están inmersas en una realidad, sus cuestiones nacen a la luz de esta y no están de ninguna forma desligadas de la vida de los pueblos. La diferencia entre las teologías “clásicas” y las teologías "contextuales" es que las primeras enfatizan la elucubración teórica ante la función práxica que ellas mismas tienen en su realidad. Las teologías latinoamericanas, desde el inicio han abocado sus perspectivas conceptuales apoyándose en las ciencias sociales, humanidades, ciencias “exactas” y otros saberes creando puntos de contacto (Sandoval García, p. 178), tiene el compromiso de transformar la realidad actuando como ágora en este mundo plural.

Bibliografía citada

Casiano FLORISTÁN, Teología práctica. Teoría y praxis de la acción pastoral.
Luis Arturo MARTÍNEZ VÁSQUEZ, "La recepción creativa del Concilio Vaticano II en América Latina: Implicaciones para la teología práctica en retrospectiva y prospectiva": Logos n° 5 (2012).
Arnoldo MORA, La filosofía latinoamericana.
Carlos SANDOVAL GARCÍA, “Zonas de contacto entre ciencias sociales”: Elisabeth COOK (ed.), Género y Religión, Sospechas y aportes para la reflexión.
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