¿Tiempo de gracia?

Los cristianos solemos hablar del tiempo de gracia que Dios nos da. Generalmente, al final de un año civil y al inicio del subsiguiente solemos hacer mención de esta expresión, para encomendarnos a la misericordia y a la fuerza del Dios de la vida. Pero, a la vez, solemos hacer más análisis coyunturales en el orden de lo negativo que en el orden de lo positivo. De cara al futuro como que nos gusta más jugar a ser profetas del desastre que de la verdadera esperanza y del auténtico futuro que Dios coloca en nuestras manos para construirlo.

Es nuestro caso, en estos días de Navidad hemos escuchado mensajes de anhelos de esperanza y de cambios de la situación que vive el país. Pero, a la vez, nos regodeamos en hablar de la mala situación que nos agobia, en los casos de corrupción, en lo malo que lo hacen nuestros dirigentes y gobernantes, en las tragedias humanas que se están viviendo y que han ido empobreciendo y dividiendo las familias. El fenómeno de la migración lo vemos y criticamos, aunque no nos involucremos mucho en el tema… es problema de los otros. El contrabando de gasolina y de otros insumos, la destrucción de nuestro medio ambiente con la explotación desaforada, sin control e ilegal del arco minero, las nuevas amenazas que se ciernen ante nosotros… la represión a los medios de comunicación, los presos por razones políticas o por intereses de algunos detentores del poder… la crisis humanitaria que no se quiere reconocer… En fin, hay todo un panorama ennegrecido por la manipulación de la dignidad de las personas de los venezolanos… Y podemos seguir con lamentelas.

Pero creo que no es el caso que queremos reflexionar. No dejamos a un lado los problemas, las situaciones negativas y las situaciones que claman al cielo y que se pueden enmarcar en lo que denominamos el pecado social. Puede agravar la situación la indiferencia de no pocos y el compromiso de muchos de no querer arreglar la situación a menos que se favorezcan los intereses particulares. Sin embargo, es necesario que nos volvamos a preguntar si este año que está culminando ha sido un tiempo de gracia; y ¿qué será del próximo año?

Sin caer en simplismos, es necesario ver la dimensión de “gracia”, de presencia de Dios en estos tiempos que hemos vivido, estamos viviendo y de seguro viviremos en el cercano futuro. ¿Se puede hablar de tiempo de gracia? Si lo vemos sólo desde un punto de vista de análisis negativo, se nos haría cuesta arriba. Si lo hacemos desde la comodidad de falsas expectativas, sería posible si “alguien” viniera a darnos soluciones…

Una auténtica revisión de vida nos llevará a enfrentar la situación de dificultad como un reto, no como una fatalidad. Y, entonces, podremos ver, con sencillez, sinceridad y sin prepotencia u orgullo, que Dios nos ha dado su fuerza para mostrar su gracia en este tiempo. Podemos indicar algunos hechos que nos permiten ver el tiempo como una manifestación también de la gracia de Dios. En nuestra Iglesia local de San Cristóbal ha habido y hay serias señales de que estamos asumiendo la realidad con la conciencia de estar en un “tiempo de gracia”. No dejamos de sufrir los embates de la crisis… pero nuestra feligresía, nuestro presbiterio, nuestra Diócesis ha ido respondiendo pastoral y cristianamente. En el mes de septiembre, en comunión con todos los Obispos de Venezuela y sus Iglesias locales, fuimos confirmados en la fe y en la caridad operante por el Papa Francisco, durante la Visita Ad Limina. Este fue un evento donde experimentamos la gracia de Dios y nos pudimos llenar de más entusiasmo para transmitirlo a nuestros hermanos.

Con limitaciones, pero sobre todo con mucha visión de comunión y sentido de participación en la inmensa mayoría de nuestras comunidades se tomó conciencia de la urgencia de ser solidarios y fraternos con los que más sufren. Hemos podido experimentar lo que significa una “Iglesia pobre para los pobres”: se han ido multiplicando los comedores para personas necesitadas y pobres, las “ollas solidarias”, los eventos de atención a tantos hermanos sufridos; hemos ido desarrollando los “bancos de medicinas” en varias parroquias para atender las necesidades de todos. De igual modo, en la frontera se ha venido atendiendo a todos los migrantes y pasantes. En esto, hemos recibido el ejemplo y la estrecha colaboración de la Iglesia de Cúcuta con su Obispo a la cabeza. Hemos puesto en común lo que tenemos para que nadie pase necesidad. Asimismo las manifestaciones de fe en las peregrinaciones al Santo Cristo y a la Virgen de la Consolación han dado a conocer que estamos dispuestos a dar testimonio vivo y público de una fe que va en aumento en muchísimos hermanos nuestros

Además, se ha venido acompañando a tantas personas que sienten la soledad: ante la ausencia de familiares que han emigrado, ante la imposibilidad de una atención médica permanente y eficaz, ante la impotencia por no tener con qué comer o con qué tener una vida de dignidad… Se han dado miles de ejemplos de solidaridad gracias a la motivación de los sacerdotes pastores y de los agentes de pastoral… No nos hemos alejado, aunque sabemos que todavía hemos de seguir yendo a las nuevas periferias existenciales.

Nuestros laicos y seminaristas han tomado más en serio la formación en orden a su mejor apostolado presente y futuro. Se ha tomado conciencia de la necesaria austeridad y la eliminación de prebendas y privilegios. El único privilegio válido en estos tiempos de crisis es el del servicio a todos sin excepción. La voz profética de la Iglesia se ha hecho sentir para denunciar el pecado del mundo manifestado en la corrupción, en el “bachaqueo”, en la extorsión (“matraqueo”), en el contrabando, en la especulación, en la trata de personas y la presencia de mafias que quieren conducir a muchos jóvenes a la prostitución. Sin dejar der ser Palabra de esperanza, para alentar y sostener a los débiles y sanar los corazones afligidos.

Más que para lamentarse y tener falsas esperanzas, el tiempo en el cual vivimos es un momento de gracia. Dios mismo se sigue haciendo presente de muchas maneras. Una especialísima es la del testimonio de vida cristiana. Hemos tratado de hacerlo y por eso agradecemos la voz estimulante del Papa, el compromiso decidido de nuestros laicos y la seria caridad pastoral de nuestros sacerdotes. 2018 y 2019 tienen algo en común: es el tiempo de la gracia que nos corresponde vivir. Es necesario que los cristianos en las bases de nuestras familias y comunidades sigamos haciendo lo que nos corresponde. Entonces sí tendremos razón para exigirles a los demás la conversión necesaria… entonces, sí les podremos pedir a los políticos y gobernantes que dejen sus propios intereses y su afán de poder y vuelvan a sentirse pueblo; es decir, que se decidan a cambiar la situación.

El Niño Dios que ha nacido en Belén y ha vuelto a manifestarse en nosotros es quien nos da la fuerza de su Espíritu para hacer realidad en los momentos que vivimos el “tiempo de gracia y de salvación”. No dejemos pasar al Señor que nos acompaña. El camina con nosotros, dejemos que siga a nuestro lado para poder edificar en Venezuela y desde el Táchira el Reino de justicia, paz, libertad y amor.
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