70 años de colores

El 7 de enero de 1949 se realizó en el monasterio de San Honorato en Mallorca el primer cursillo de cristiandad, movimiento apostólico nacido en España y difundido en muchos países del mundo. Recuerdo haber participado representando a Venezuela en el encuentro mundial celebrado en dicha isla en 1973 para honrar los inicios de este singular método de evangelización y organización del laicado.

A Venezuela llegó diez años después gracias al sacerdote gallego Cesareo Gil Atrio, miembro de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos que venían a abrir casa entre nosotros. Llegó justo en el inicio de la era democrática en el que la diatriba ideológica ante la aparición de la revolución cubana que abría horizontes de esperanza en muchos, que muy pronto tomó los rumbos de todos conocidos.

La presencia laical entre nosotros estaba reducida a lo devocional con muy poca incidencia en la vida social. El socialcristianismo surgida en parte de la Acción Católica y del vigor de diversas iniciativas restó dirigentes para dedicarse exclusivamente al campo político. El crecimiento de la educación católica y de la formación de líderes sociales en los cursillos capitaneados por el Padre Aguirre sj, suplieron en parte esta carencia, y también la fuerza inusitada que causó impacto con los inicios de los cursillos de cristiandad a partir de 1959.

Como toda nueva experiencia tuvo sus detractores y sus seguidores. Pero empezó a aparecer un nuevo fenómeno: la aparición activa y beligerante de un laicado, sobre todo el masculino, dentro de la Iglesia y en la arena de la múltiple presencia en la vida pública cotidiana. Está por estudiarse a fondo la incidencia de los Cursillos en la transformación de la percepción e imagen de la iglesia en la sociedad venezolana. Por otra parte, la coincidencia con la celebración del Concilio Vaticano II, abrió nuevas puertas, junto con otros nuevos movimientos. A lo que hay que sumar los numerosos misioneros venidos principalmente de Europa en los años posteriores a la segunda guerra mundial.

Recordar ese primer cursillo en la España que surgía de la postguerra civil y europea, es una oportunidad para valorar que las dificultades están para vencerlas y tener la creatividad de testimoniar un catolicismo vigoroso encarnado en la realidad para la construcción de la ciudad de Dios y la ciudad terrestre. Que en la actual coyuntura siga siendo una luz en medio de la oscuridad. ¡De colores!
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