"Un ejército de curas-sanitarios del alma para visitar a personas solas y acomoañar en hospitales y tanatorios" José Manuel Vidal: "No sólo de pan (consagrado) vive el hombre, sino también del trigo de la misericordia"

MIsericordia
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"A la Iglesia, que da mucho trigo en lo escondido, le faltan gestos públicos, que visibilicen oportunamente todo lo que hace por la sociedad y, especialmente, por los más empobrecidos"

"La creatividad de los obispos y de los curas en tiempos de coronavirus no puede reducirse a celebrar la eucaristía todos los días en solitario y retransmitirla por las redes. Hay ya inflación de misas en la Red"

"La Conferencia episcopal debería pedir una autorización especial al Gobierno para que sus curas, en número suficiente, visitasen a los enfermos de los hospitales"

"Otro contingente importante de curas debería atender, día y noche, los tanatorios, que se han convertido en lugares de lágrimas y llantos"

"Cada diócesis debería movilizar a sus curas y crear una especie de 'sanitarios del alma', a los que la gente tendría que poder encontrar fácilmente y especialmente en tres sitios: en sus casas, en los hospitales y en los tanatorios"

En esta crisis brutal, hay varios colectivos que van a salir reforzados y como héroes. Los sanitarios, principalmente, pero también los cuerpos de seguridad, los empleados de supermercados y mercados, los transportistas, las cuidadoras/res o las empleadas de hogar, y los voluntarios...¿Y los curas? ¿Cómo saldrán los curas de la pandemia? ¿Reconocerá la gente que también ellos, en muchas ocasiones, se comportaron como héroes o como sanitarios del alma?

Siento decir que me parece que no. Y lo siento por ellos, porque me consta que merecen ese reconocimiento. Y por la Iglesia que seguirá hundida en las encuestas de confianza social y credibilidad. Entre otras cosas y como casi siempre, porque no está sabiendo gestionar su imagen pública desde la Conferencia episcopal, aunque las diócesis, a nivel local, hacen lo que pueden, pero sin romper el techo de cristal de los grandes medios (que son los que crean opinión) más que en contadas ocasiones.

En la época de la imagen, es ridículo aducir lo de que 'tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha', porque, además, siempre se señala para justificar el miedo o al excesiva prudencia a la hora de comunicar.

Como dijo Francisco el domingo pasado a Jordi Évole: “Estamos en una época en que los gestos comunican más que las palabras”. Y mejor. Y a la Iglesia, que da mucho trigo en lo escondido, le faltan gestos públicos, que visibilicen oportunamente todo lo que hace por la sociedad y, especialmente, por los más empobrecidos. Y no vale con decir que ya está Cáritas y que Cáritas tiene ya buena imagen, porque, muchas veces, la gente separa a Cáritas de la Iglesia institucional.

Misa por Internet

Y los gestos que llegan al corazón de la gente no son tantos los cultuales, que también, sino los solidarios, los caritativos. Y hay muchos curas y laicos que, en nombre de su fe, se están arriesgando y dejando la piel en la lucha contra la pandemia. Pero nadie los da a conocer.

La creatividad de los obispo y de los curas en tiempos de coronavirus no puede reducirse a celebrar la eucaristía todos los días en solitario y retransmitirla por las redes. Hay ya inflación de misas en la Red. ¿Nuestros curas no saben hacer y divulgar otras cosas que no sean el mero sacramentalismo?

Porque, con esa dinámica, estamos potenciando, de nuevo, una Iglesia acramentalizadora casi en exclusiva y, por lo tanto, clericalista. Da la sensación de que sin sacramento son hay vida cristiana y, por lo tanto, para celebrarlos, hacen falta curas, aunque sea a distancia. Una concepción superada por el Vaticano II y que está volviendo por sus fueros. El teólogo benedictino Beda Hornung lo deja claro en este tuit:

Misas y exposiciones del Santísimo (como la de monseñor Reig, bendiciendo Alcalá desde el campanario de su catedral), sí, pero no sólo. Hay que conjugar, como pide el Concilio, los dos brazos de la cruz: el horizontal y el vertical, la acción y la contemplación. Hay que dar frutos de misericordia concreta, real y efectiva. Siempre nos pasamos en la contemplación (lo más fácil y aquello para lo que educaron casi en exclusiva a los funcionarios de lo sagrado) y no llegamos en la acción.

¿Para qué si no mantenemos las iglesias abiertas? ¿Sólo para que la gente pase a rezar? ¿Donde están los curas, cuando la gente necesita consuelo espiritual (aunque no sea sólo el sacramental)? A mi juicio, cada diócesis debería movilizar a sus curas y crear una especie de 'sanitarios del alma', a los que la gente tendría que poder encontrar fácilmente y especialmente en tres sitios: en sus casas, en los hospitales y en los tanatorios.

La gente está sufriendo sobre todo en sus casas por la soledad y los dramas que, a veces, implica el confinamiento. Hay gente, familias enteras, confinadas en pisos de 30 o 40 metros. Hay familias que tienen que pasar el confinamiento en habitaciones de 10 o 15 metros. Para los más pobres todo es más difícil. ¿Por qué los curas no pueden hacer visitas a domicilio los curas, ddebidamente uniformados e identificados? Y, por supuesto, tener su móviles siempre abiertos, para escuchar y acompañar a través de ellos a la gente. Como estamos haciendo todas las familias recluidas.

Reig Bendice Alcalá con el Santísimo
Reig Bendice Alcalá con el Santísimo

Y los otros dos lugares de máximo sufrimiento son los hospitales y los tanatorios. La Conferencia episcopal debería pedir una autorización especial al Gobierno para que sus curas, en número suficiente, visitasen a los enfermos de los hospitales. En Argentina los han autorizado: "Se permitirá la circulación de los ministros de los diferentes cultos a los efectos de brindar asistencia espiritual". Hasta ahora sólo entran en ellos los capellanes de hospitales y, normalmente, hay un par de ellos por cada centro. Y si les ponen pegas, porque no hay suficientes uniformes completos sanitarios, que la propia Iglesia dedique sus conventos de frailes y monjas a confeccionarlos.

Otro contingente importante de curas debería atender, día y noche, los tanatorios, que se han convertido en lugares de lágrimas y llantos. Por la pérdida en sí de los sres queridos. Y más aún, por perderlos de esta manera: sin poder acompañarlos en la hora de la muerte, sin poder cogerles las manos, solos y abandonados. Y sin poder llorarlos públicamente.

Enterrar a los muertos (y con dignidad) es una de las obras de misericordia. Si los curas están presentes en la hora de la soledad (en las casas), en la hora de la enfermedad (en los hospitales) y en la hora de la muerte (en los tanatorios), la gente lo agradecerá más que nada. Eso no se olvida nunca. “Por sus frutos los conoceréis”. Y redundará en mayor credibilidad de la institución. Sólo así la Iglesia saldrá reforzada de la pandemia. Todavía estamos a tiempo. No perdamos otra oportunidad.

Sacerdote en tanatorio, entierro por coronavirus

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