El Papa agradece a los periodistas su lucha contra los abusos: “Son aliados imprescindibles de la verdad” León XIV escribe a Paola Ugaz: el programa antipederastia hecho carta

"Una carta que no solo es un espaldarazo personal, sino la hoja de ruta de un pontificado decidido a continuar la lucha emprendida por el Papa Francisco, para pasar del silencio a la tolerancia cero, de la sospecha a la transparencia, del encubrimiento a la justicia y a la reparación integral, incluida la económica"
"La carta de León XIV es, ante todo, un reconocimiento claro y rotundo al trabajo de estos periodistas y, por extensión, a todos los profesionales que, con su pluma y su voz, han iluminado las zonas de sombra de la Iglesia"
"El Papa reconoce que sin el periodismo libre, independiente y aconfesional, el sistema de silencio y encubrimiento eclesiástico habría seguido vigente"
"León XIV ha dado un paso más: reconoce públicamente que, sin el periodismo de investigación, la Iglesia no habría superado el muro del encubrimiento"
"El Papa reconoce que sin el periodismo libre, independiente y aconfesional, el sistema de silencio y encubrimiento eclesiástico habría seguido vigente"
"León XIV ha dado un paso más: reconoce públicamente que, sin el periodismo de investigación, la Iglesia no habría superado el muro del encubrimiento"
Hay gestos que marcan un pontificado. Hay palabras que son, en sí mismas, un programa de gobierno. Y hay cartas que, por su contenido y por su destinatario, se convierten en hitos históricos en la lucha contra los abusos en la Iglesia. Así es la carta inédita que el papa León XIV envió a la periodista peruana Paola Ugaz, leída por Jordi Bertomeu, el principal agente antipederastia del Vaticano.
Una carta que no solo es un espaldarazo personal, sino la hoja de ruta de un pontificado decidido a continuar la lucha emprendida por el Papa Francisco, para pasar del silencio a la tolerancia cero, de la sospecha a la transparencia, del encubrimiento a la justicia y a la reparación integral, incluida la económica.

Nunca antes un Papa había escrito en defensa de periodistas concretos —Paola Ugaz, Pedro Salinas, Daniel Yovera y Patricia Lachira— que, a riesgo de su libertad y de su vida, se atrevieron a denunciar las corruptelas, los abusos sexuales, de poder y de conciencia del Sodalicio de Vida Cristiana. Un trabajo profesional, valiente y tenaz, por el que han sido perseguidos, denunciados judicialmente, acosados y difamados. Un auténtico lawfare que pretendía silenciar la verdad y proteger a los poderosos.
Mientras tanto, a uno de los jefecillos mediáticos del Sodalicio, Alejandro Bermúdez, la Santa Sede le expulsó de la organización y le condenó por ejercer un mal periodismo católico.
La carta de León XIV es, ante todo, un reconocimiento claro y rotundo al trabajo de estos periodistas y, por extensión, a todos los profesionales que, con su pluma y su voz, han iluminado las zonas de sombra de la Iglesia. “Defender el periodismo libre y ético no es solo un acto de justicia, sino un deber de todos aquellos que anhelan una democracia sólida y participativa. Donde se silencia a un periodista, se debilita el alma democrática de un país”, escribe el Papa.
Y añade: “La lucha de ustedes por la justicia es también la lucha de la Iglesia. Porque una fe que no toca las heridas del cuerpo y del alma humana, es una fe que no ha conocido aún el Evangelio”.
León XIV va más allá de la retórica. Reconoce que sin el periodismo libre, independiente y aconfesional, el sistema de silencio y encubrimiento eclesiástico habría seguido vigente. “Necesitamos a los periodistas”, proclama el Papa, y agradece públicamente esa labor que ha ayudado a la Iglesia a pasar del encubrimiento a la tolerancia cero.

Su carta es un canto al buen periodismo y a la libertad de expresión, un agradecimiento explícito a quienes, como Ugaz y Salinas (y otros muchos en todo el mundo, desde los colegas del Boston Globe a los de El País, pasando por toda una serie de periodistas chilenos, colombianos o alemanes), han perseverado en la denuncia incluso cuando fueron ignorados, descalificados o perseguidos judicialmente.
El mensaje, leído por Bertomeu —el “flagelo” de los abusadores y símbolo de la nueva política vaticana de tolerancia cero—, convierte la carta en una declaración de intenciones: arraigar en toda la Iglesia una cultura de prevención que no tolere ninguna forma de abuso, ni de poder, ni de autoridad, ni de conciencia, ni sexual. Una cultura auténtica, nacida de la vigilancia activa, de procesos transparentes y de una escucha sincera a los que han sido heridos.
Francisco valoró siempre la denuncia de los medios y se implicó en casos concretos tras leerlos. León XIV ha dado un paso más: reconoce públicamente que, sin el periodismo de investigación, la Iglesia no habría superado el muro del encubrimiento. Y subraya que los medios no son enemigos, como aún piensan algunos obispos, sino aliados necesarios e imprescindibles en la búsqueda de la verdad y la justicia.
La carta a Paola Ugaz es, en definitiva, el programa de León XIV en la lucha contra los abusos: memoria, denuncia y justicia. Un compromiso con las víctimas, con la verdad y con la transparencia. Y un aviso a navegantes: la Iglesia de León XIV no volverá a las tinieblas del silencio. Porque, como dice el Papa, “la libertad de prensa es un bien común irrenunciable”. Y porque, gracias al trabajo de periodistas valientes, la Iglesia puede mirar de frente su pasado, pedir perdón y, sobre todo, no repetir los mismos errores.

Cómo impacta el reconocimiento público del trabajo periodístico en la lucha eclesial contra los abusos
El reconocimiento público del trabajo periodístico por parte de la Iglesia, especialmente desde la máxima autoridad papal, tiene un impacto profundo y multifacético en la lucha eclesial contra los abusos.
En primer lugar, visibiliza y legitima el papel esencial del periodismo de investigación como motor de cambio y transparencia dentro de la Iglesia. El propio León XIV ha destacado que el periodismo valiente y comprometido es crucial para descubrir y erradicar prácticas nocivas, y ha instado a toda la comunidad eclesial a colaborar activamente con los profesionales de la información para asegurar un entorno seguro y transparente. Este reconocimiento rompe con la histórica tendencia al silencio y al encubrimiento, y envía un mensaje inequívoco: los medios no son enemigos, sino aliados imprescindibles en la búsqueda de la verdad y la justicia.
En segundo lugar, el apoyo papal refuerza la protección de los periodistas que han sido perseguidos, acosados o judicializados por denunciar casos de abusos y corrupción dentro de la Iglesia. Al agradecer y defender públicamente su labor, León XIV no solo respalda a figuras concretas como Paola Ugaz y Pedro Salinas, sino que anima a otros profesionales a seguir investigando sin miedo a represalias. Esto contribuye a crear un clima de mayor libertad de expresión y a desmontar el lawfare o acoso judicial contra quienes denuncian.
Además, el reconocimiento público contribuye a la cultura de prevención y tolerancia cero. La denuncia periodística ha sido clave para sacar a la luz casos ocultos y forzar a la Iglesia a adoptar medidas efectivas de protección de las víctimas y sanción de los culpables. Como ha señalado el Papa, sin el periodismo independiente, el sistema de silencio y encubrimiento habría seguido vigente, y la transición hacia la transparencia y la justicia habría sido mucho más lenta o incluso imposible.

Finalmente, este respaldo fomenta la implementación de políticas claras y contundentes para prevenir futuros abusos, pues presiona a las instituciones eclesiásticas a rendir cuentas ante la sociedad y a actuar con mayor diligencia y compromiso.
En resumen, el reconocimiento papal del trabajo periodístico:
Legitima la labor de denuncia y vigilancia de los medios.
Protege a los periodistas frente a represalias.
Impulsa la cultura de transparencia y tolerancia cero.
Obliga a la Iglesia a adoptar medidas concretas y efectivas.
Sin el periodismo libre y valiente, la lucha contra los abusos en la Iglesia no habría pasado del encubrimiento a la acción. El reconocimiento público de su labor es, por tanto, un pilar fundamental para erradicar el abuso y construir una Iglesia más segura y fiel al Evangelio.
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