Están convencidos de que la Iglesia es "un chivo expiatorio" para la izquierda del país Obligados a investigar los abusos, los obispos se hacen las víctimas y minimizan la 'plaga'

Argüello
Argüello

"La ley eclesiástica reza que los obispos nunca se pelean ni discrepan públicamente, aunque vuelen las dagas en privado"

"Los obispos cambiaron de chip y resetearon su estrategia, primero por la presón mediática. Después, por la presión de la opinión pública y, por último, el toque de gracia se lo dió la presión político-parlamentaria"

"Para contrarrestar la investigación parlamentaria, que, al final, fragua en la comisión del Defensor del Pueblo, los obispos lanzan la de Cremades, en un alarde de marketing plublicitario"

"Eso sí, lo que calla el secretario general del episcopado es que la Iglesia es una institución ejemplar y ejemplarizante, que trata de imponer (en cuanto puede) su moral y su visión antropológica, asi como su moral sexual (si le dejan) a toda la sociedad"

Relajado, contento, sin su rictus habitual de preocupación, y locuaz como siempre. Así se presentó Luis Argüello en la rueda de prensa de clausura de la Plenaria episcopal. Seguramente, porque ya sabe que Roma le va a proponer para saltar (en un buen salto) de obispo auxiliar a arzobispo residencial de Valladolid (más pronto que tarde).

Con lo que se convertirá en uno de los prelados 'ascendentes' del próximo futuro de la Iglesia española y dejará atrás el 'cáliz' de la secretaría de la CEE y de su portavocía. Cargos a los que, a pesar de sus sinsabores, tiene mucho que agradecerles, porque le mpermitieron pasar de un desconocido auxiliar de provincias a convertirse en poco tiempo en el 'mirlo blanco' de la Iglesia española.

Después, los gajes del oficio y las dificultades inherentes al cargo fueron recortando sus alas voladoras. El puesto de secretario es uno de los más visibles de la institución, pero también el que más dificultades entraña. No es fácil equilibrar a las distintas facciones del episcopado y hacer el punto medio de sus querencias e intervenciones privadas y públicas, en una institución en la que tiene que primar la comunión por encima de todo, aunque sólo sea de puertas para fuera.

Monseñor Argüello
Monseñor Argüello

La ley eclesiástica reza que los obispos nunca se pelean ni discrepan públicamente, aunque vuelen las dagas en privado. En un colectivo tan amplio y plural, lo más lógico es que haya diferencias, a veces muy profundas, entre ellos.

Y más, en estos momentos, en que el episcopado está casi partido en tres partes: dos grupos en los extremos (los pro Francisco y los anti Francisco) de unos 30 elemenos cada uno, y otro tercio en el centro entre ambos polos, que va y que viene, que quiere ser moderado a toda costa y que no acaba de decidirse a fondo por mirar con radicalidad y decisión a Roma, aunque de boquilla diga lo contrario y cite la “Iglesia en salida” de Begoglio.

Argüello lleva casi cuatro años intentando moderar esta jaula de grillos-hermanos, tratando de contentar a todos y, al mismo tiempo, demostrando sus dotes didácticas, de mando y de conocimiento de los engranajes mediáticos, que son los que determinan la influencia social de la Iglesia. Pero, a veces, va tan sobrado, que se pasa de frenada y mete sonoros patinazos.

En esa tarea siempre complicada se le notaron sus querencias conservadoras (especialmente en el espinoso tema de los abusos), de las que consiguió contagiar al propio presidente, cardenal Omella. Y si no, que se lo pregunten a su último discurso ante la Plenaria, en el que el arzobispo de Barcelona, declarado francisquista, giró hacia el sector conservador, haciéndonos recordar la época de Rouco.

Omella y Rouco en la Plenaria
Omella y Rouco en la Plenaria

Por eso, desde que saltó a la palestra la plaga de los abusos, Argüello se alineó con el sector más duro del episcopado, que siempre trata de miniminar el tema (“es sólo el 0,2% del conjunto de los abusos”) y se indigna cada vez que alguien (incluido el Papa) aboga por la tolerancia cero, la transparencia total, el perdón absoluto y la reparación incluso económica.

“La Iglesia es un chivo expiatorio” en este tema, repite una y otra vez el secretario, replicando el sentir de la mayoría del episcopado. Que, por otra parte, es lo que tiene que hacer, porque el portavoz portavocea en nombre de esa mayoría episcopal y, en los tema simportantes, no tiene voz propia, sino sólo vicaria.

La consecuencia fluía sola y clara: la Iglesia se negaba a abrir una investigación sobre los abusos en su seno, cuando las grandes Iglesias europeas, como Francia o Alemania, ya las habían concluido, con cifras espantosas, pero con reparación real y concreta, incluso vendiendo parte de su patrimonio. Un espejo que, desde fuera, repelía la imagen de la Iglesia patria y acentuaba su descrédito público.

A pesar de los pesares, en esa tesis se mantuvo Argüello y, con él, la CEE hasta la Plenaria pasada, hace tan sólo cinco meses. Pero el paso del tiempo les hizo cambiar de idea y de chaqueta. Pero no por convicción, por la escucha de las víctimas, por mera misericordia o por seguir las directrices de Roma y del Papa. Los obispos cambiaron de chip y resetearon su estrategia, primero por la presón mediática. Después, por la presión de la opinión pública y, por último, el toque de gracia se lo dió la presión político-parlamentaria. O, como sigue diciendo el secretario con sorna y recreándose en la suerte: por “la insólita decisión del Parlamento” de investigar sólo a la Iglesia católica.

Omella y Cremades, ayer
Omella y Cremades, ayer

La decisión de este viraje total de los obispos se cuece en el Comité Ejecutuvo, se aprueba en la Comisión Permanente y, ahora, se refrenda en la Plenaria. Y por unanimidad. Para dar la imagen de unidad, incluso en ese tema tan debatido, hacia afuera. Aunque nadie se lo crea.

Por eso, para contrarrestar la investigación parlamentaria, que, al final, fragua en la comisión del Defensor del Pueblo, los obispos lanzan la de Cremades, en un alarde de marketing plublicitario, que no convence a la inmensa mayoría de las asociaciones de las víctimas, que les lanzan el reproche de meter al 'zorro' del Opus en el gallinero de los abusos, no en vano el propio Cremades es miembro de la Obra y así lo confesó públicamente. Pero ya nadie puede decir que los obispos miran para otro lado y que no están haciendo nada para abordar la plaga de los abusos.

Y donde dije digo...Eso sí, sin reconocer que el viraje fue obligado, haciéndose las victimas y minimizando el alcance de la tragedia. Oyendo a Argüello parecería que, una vez más, la perseguida es la Iglesia (“chivo expiatorio”). Y aue los abusos en su seno existieron (y existen), pero son de menor cuantía (“aunque un sólo caso...”) y, por lo tanto, la izquierda política lo único que busca es ensañarse con una institución que tanto bueno aporta a la sociedad, especialmente atendiendo a sus pobres con el dinero del Xtantos, auténtico “ejercicio de democracia fiscal”.

También aseguran, tanto Argüello como su jefe, el cardenal Omella, que los que señalan a la Iglesia y sólo a la Iglesia no tienen en cuenta que, de un tiempo a esta parte, ha habido “un cambio en la conciencia social de los pueblos” respecto al tema de la pederastia. Como lo hubo hace siglos, respecto a la esclavitud, que, en un momento dado, bendijeron a incentivaron muchos países del mundo.

Iglesia y esclavitud

Lo que no dijeron ni el uno ni el otro es que en ese mismo “pecado” cayó la propia Iglesia católica, que, como institución avaló la esclavitud, excepto algunos de sus 'profetas' de la época, como Montesinos o De las Casas. Cambio, pues, en la conciencia social de los pueblos y en la de la misma Iglesia. ¿Por qué no lo dicen ni Omella ni Argüello?

En resumidas cuentas, según Argüello (la voz ce los obispos), los abusos en la Iglesia son pocos y la investigación del Defensor del Pueblo sólo sobre la institución eclesial la señala indebidamente, la coloca en la diana y no tiene razón de ser.

Eso sí, lo que calla el secretario general del episcopado es que la Iglesia es una institución ejemplar y ejemplarizante, que trata de imponer (en cuanto puede) su moral y su visión antropológica, asi como su moral sexual (si le dejan) a toda la sociedad. Por eso, se la debe someter a un mayor control en este tema. Más aún, a la misma Iglesia le conviene esta fiscalización, para poder recobrar su credibilidad y la confianza social perdida, porque su misión se basa en la confianza de la gente en sus organismos y en su clero. ¿Quién va a confiar a sus hijos a unos curas sospechosos de pederastia?

Pero, por no reconocer lo obvio, los obispos aseguran que no van a formar parte de esa comisión del Defensor del Pueblo y hasta la eventual colaboración con ella será de aquella manera. Porque, según Argüello, las diócesis están dispuesta a abrir los archivos, pero “respetando la legislación civil, la canónica y la protección de datos”. Aunque los medios de comunicación compraron la mercancía de Argüello. Y el mismísimo diario El País titulaba: “Los obispos se comprometen a abrir sus archivos para investigar la pederastia en la Iglesia”.

Archivo diocesano

Pero la verdad es que el obispo que no quiera no los abrirá y, aunque algunos los abran, apenas encontrarán casos. Primero, porque no se anotaban. Y segundo, porque los que se anotaban pasaban al archivo secreto de los 'pecados nefandos' que están protegidos por el secreto pontificio y, por lo tanto, por los Acuerdos Iglesia-Estado.

Conclusión: también en este dolorosísimo tema, la jerarquía española parece querer optar por el camino más fácil: el del lavado de cara, el de hacerse la víctima y el de abofetear, de nuevo, a las víctimas que su clero crucificó. Y, una vez crucificadas, les quiere dar, a lo sumo, “una esponja empapada en vinagre”, como a Cristo. Y eso que el Papa les dijo que “las víctimas en el centro” y que “nada sin las víctimas. ¿Dondé están las víctimas? ¿Y dónde están los profetas? ¿Ya no hay quien les saque los colores a estos obispos? ¿Se atreverán? ¿Se lo permitirá Roma y el Papa Francisco?

Cantalapiedra

Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME

Volver arriba