"Pasado el tiempo y al igual que Cañizares, la figura de Rouco me produce ternura" Rouco y Cañizares, mayores pero activos

Osoro, Omella, Rouco y Cañizares
Osoro, Omella, Rouco y Cañizares

Rouco y Cañizares: El primero, mejor que el segundo, en cuanto al aspecto físico, pero ambos activos...y educados

Hace años, en el apogeo de su carrera, le puse 'el pequeño Ratzinger'. Ese apodo le sirvió incluso, más tarde, para presumir ante Benedicto XVI

Le admiré en sus comienzos como profesor de la Pontificia de Salamanca, joven experto recién llegado de Alemania, amigo del inolvidable y progresista teólogo pastoralista Xosé Chao Rego

Con el paso de los años, el Rouco progresista fue cambiando y, cuando llegó a Madrid, se convirtió en presidente del episcopado y asumió tanto poder y tan concentrado en su persona que empecé a llamarle el 'vicepapa español'

Sillón vacío del cardenal Blázquez en la presidencia de la CEE. Ocupados, en cambio, los del cardenal Rouco y del cardenal Cañizares. El primero, mejor que el segundo, en cuanto al aspecto físico, pero ambos activos...y educados. Cuando la mayoría de los obispos, al final de la sesión plenaria, suben a tomarse un piscolabis, sin pararse con los periodistas, Rouco y Cañizares nos vinieron a saludar.

Cañizares nos dijo que estaba bien y que se había quedado a vivir en el seminario de Moncada. Se le ve muy mayor, pero con todas sus facultades. Y, apoyado en su bastón, camina bastante bien. Hace años, en el apogeo de su carrera, le puse 'el pequeño Ratzinger'. Ese apodo le sirvió incluso, más tarde, para presumir ante Benedicto XVI.

Osoro, Omella, Rouco y Cañizares
Osoro, Omella, Rouco y Cañizares

En aquella época, me parecía que, desde los tiempos en que lo había tenido de profesor en el Instituto de Pastoral, había cambiado la chaqueta...¿Quizás, para medrar? Hoy, pasados los años y tantas batallas eclesiásticas, me parece un hombre honrado consigo mismo. También él tenía derecho a cambiar. Por eso, hoy, me provoca ternura.

Rouco está fenomenal, para sus 87 años. Se conserva estupendamente bien. Y, con la edad y sin la responsabilidad, parece haber ganado incluso en simpatía. Ser acercó a nosotros y nos saludó con mucha cercanía:

-¿Qué tal la familia?, me preguntó.

-Bien, gracias. Ya soy abuelo.

-¿Sí?

-Tengo dos nietecitas que pronto cumplirán dos años.

-Me alegro. Recuerdo que conocí a tus hijas cuando eran pequeñitas.

-¿Y el tuyo?, le preguntó a Jesús Bastante

-Cuatro años y medio

-Pues, puede elegir una de las dos, para casarse.

Argüello y Rouco, Vidal, Zornoza y Dagnino
Argüello y Rouco, Vidal, Zornoza y Dagnino

Mi vida profesional y, a veces, incluso, personal ha coincidido en gran parte con la del cardenal Rouco. Los dos gallegos. Le admiré en sus comienzos como profesor de la Pontificia de Salamanca, joven experto recién llegado de Alemania, amigo del inolvidable y progresista teólogo pastoralista Xosé Chao Rego.

Con el paso de los años, el Rouco progresista fue cambiando y, cuando llegó a Madrid, se convirtió en presidente del episcopado y asumió tanto poder y tan concentrado en su persona que empecé a llamarle el 'vicepapa español'

Durante aquellos años (de involución en la Iglesia mundial) se apuntó a ese carro y lo llevó con su maestría habitual. No se le movía una mitra. Ganaba todas las votaciones. Unos por miedo y otros por su autoridad, la verdad es que todos los obispos le seguían. Y él ejercía como un caudillo eclesiástico. Y el episcopado funcionaba como un reloj. Y el que se movía no salía en la foto. Pero la Iglesia funcionaba como un reloj y era la auténtica oposición al Gobierno socialista de Zapatero. Algunos echan de menos, hoy, su liderazgo. 

Pasado el tiempo y al igual que Cañizares, la figura de Rouco me produce ternura. Quizás haya llegado el momento de vernos y hablar. Porque seguro que tiene sus razones para hacer todo lo que hizo. Y a mí, me gustaría conocerlas.

Rouco y Argüello
Rouco y Argüello

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