Claves del primer viaje apostólico del Papa Prevost a Turquía y Líbano Unidad, diálogo, pobres y paz: las cuatro palabras que dibujaron el primer viaje de León XIV

León XIV
León XIV

"No ha habido frases explosivas ni gestos de improvisación al estilo Francisco, pero sí una coreografía cuidada de palabras, silencios y abrazos que dibuja a un Papa sereno, poliédrico y, en el fondo, muy bergogliano en la sustancia"

"Ha tejido un mensaje nítido: no habrá paz en Medio Oriente sin iglesias reconciliadas y religiones que miren a los ojos de todos los hijos de Abrahán"

"Un no claro y rotundo a la guerra cultural de Trump, Vance en USA o Vox en España"

"Turquía y el Líbano han sido el laboratorio donde el Papa ha ensayado su gran ecuación: unidad + diálogo + acogida + paz. Falta ver si el mundo, y la propia Iglesia, se atreven a resolverla junto a él"

León XIV ha estrenado su pontificado viajero con un itinerario denso y elocuente: Turquía y el Líbano, dos cruces de caminos donde se juega la unidad de los cristianos, el diálogo con las demás religiones, la acogida a los pobres y migrantes y, sobre todo, la paz.

No ha habido frases explosivas ni gestos de improvisación al estilo Francisco, pero sí una coreografía cuidada de palabras, silencios y abrazos que dibuja a un Papa sereno, poliédrico y, en el fondo, muy bergogliano en la sustancia: un León XIV que reza ante las ruinas, escucha a las víctimas, se inclina ante las minorías y suplica al mundo que “las armas matan” y que solo la negociación, la mediación y el diálogo “edifican” un futuro posible.

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Ecumenismo de León XIV
Ecumenismo de León XIV

 Unidad entre los cristianos y diálogo con todas las religiones

En Turquía, donde los cristianos apenas son un 1% en un mar musulmán, y en el Líbano, mosaico de iglesias y credos, León XIV ha tocado su primera gran carta de pontífice: presentarse como garantía de la unidad y hombre de puentes. Sin estridencias, ha repetido el mantra de la “unidad, reconciliación, paz, fraternidad, centralidad de Cristo”, consciente de que la credibilidad del Evangelio pasa por la capacidad de los cristianos de vivir reconciliados y de dialogar con el islam, el judaísmo y las demás confesiones presentes en la región.

Su liturgia a orillas del mar de Beirut, la oración ante la explosión del puerto y los encuentros discretos con líderes religiosos han tejido un mensaje nítido: no habrá paz en Medio Oriente sin iglesias reconciliadas y religiones que miren a los ojos de todos los hijos de Abrahán.

El Papa ha recuperado también el legado de Juan Pablo II, recordando que “el Líbano, más que un país, es un mensaje”, y ha pedido “abrir nuestras confesiones religiosas al encuentro mutuo” y “desarmar nuestros corazones” para que “triunfen la paz y la justicia y todos puedan reconocerse hermanos y hermanas”.

En un momento en que el fundamentalismo y la instrumentalización religiosa alimentan la guerra, León XIV coloca a la Iglesia y a las religiones del lado de la convivencia, no del choque de civilizaciones. Por lo tanto, un no claro y rotundo a la guerra cultural de Trump, Vance en USA o Vox en España.

León XIV, Trump y Vance
León XIV, Trump y Vance

 Acogida a los pobres y migrantes: el viaje como examen social

 Este primer viaje ha sido también un examen de coherencia social. El Papa ha puesto el foco en un Líbano devastado por la crisis económica, la corrupción y la huida masiva de jóvenes, y en Turquía, tierra de tránsito de miles de migrantes.

En Beirut, reconoció que la belleza del país “se ve oscurecida por la pobreza y el sufrimiento, por un contexto político frágil e inestable, por la dramática crisis económica que les oprime, por la violencia y los conflictos que han despertado antiguos temores”. Y, frente a ese paisaje de desaliento, invitó a “encontrar las pequeñas luces que brillan en lo hondo de la noche” y a “un compromiso común en favor de esta tierra”.

Sus gestos han hablado tanto como sus discursos: la visita al hospital psiquiátrico y al hospital De la Croix, el tiempo prolongado con las víctimas de la explosión del puerto, la rodilla hincada ante el monumento de las 200 víctimas y los cientos de miles de desplazados.

Allí se le vio bendecir las frentes de las víctimas, abrazar a una mujer rota por el llanto, ponerse a la altura de un niño y dejarse conmover. Son los pobres, los enfermos, los migrantes y los últimos quienes marcan la agenda del viaje y quienes definen la “geopolítica del Evangelio” de León XIV: una Iglesia que, sin eslóganes, se planta al lado de los que pagan el precio de las decisiones de otros.

León XIV

Paz y prudencia: el equilibrio de un papá matemático

Si hubiera que condensar el viaje en una escena, sería la misa final en la costa de Beirut, con más de 100.000 personas y un llamamiento directo: "Que cesen los ataques y las hostilidades. Que ya nadie crea que la lucha armada conlleva algún beneficio. Las armas matan. La negociación, la mediación y el diálogo edifican. ¡Elijamos todos la paz como camino, no sólo como meta!".

Al mismo tiempo, el Papa evitó señalar con el dedo a Israel por su nombre, moviéndose —como buen canonista y matemático— en la delgada línea entre la denuncia moral y la diplomacia prudente: habló de las zonas del sur, del valle de la Bekaa, de los bombardeos y de la “dramática situación de Gaza”, defendió la solución de los dos Estados y recordó que “somos amigos de Israel” y que la Santa Sede está lista para ayudar a acercar a las partes.

No hubo frases disruptivas ni saltos de guión, pero sí un hilo constante: pedir una “paz desarmada y desarmante”, insistir en el diálogo como único camino y recuperar la mejor tradición de la diplomacia vaticana como “conciencia moral” en medio de un mundo en llamas.

La paz de León XIV no es ingenua ni neutral: nombra el sufrimiento, se coloca al lado de las víctimas y pide a todos —políticos, religiones, pueblos— que “cada uno ponga de su parte y todos unamos esfuerzos para que esta tierra pueda recuperar su esplendor”.

Papa, jóvenes y paz

Un Papa formal, poliédrico y muy evangélico

El viaje ha retratado, por último, el estilo propio de León XIV. Más formal y menos improvisador que Francisco, no se ha despegado de los discursos preparados, pero se le ha visto más suelto y cariñoso: ha sonreído mucho, ha dejado que los jóvenes lo abrazaran, ha permitido que la emoción se le escape cuando la memoria del dolor apretaba.

Su perfil políglota —inglés, italiano, francés, español, saludos en turco y árabe— multiplica el alcance de sus mensajes y lo convierte en un Papa especialmente pensado para la era global y de las redes.

Su buena forma física, la agenda intensa y su capacidad para moverse rápido contrastan con los últimos años de Francisco y proyectan la imagen de un pontificado con fuerzas para largos recorridos.

En el fondo, este León XIV que ha pasado por Turquía y Líbano sin estridencias y sin titulares fáciles ha dejado claro lo esencial: quiere una Iglesia que teja unidad entre los cristianos, que dialogue de verdad con el islam y las demás religiones, que se arrodille ante los pobres y migrantes, y que no se canse de repetir, con palabras y gestos, que las armas nunca tendrán la última palabra y que no se puede matar jamás y, menos, en nombre de Dios.

Papa en Líbano
Papa en Líbano

El primer viaje de León XIV no ha sido un trueno, sino una lluvia fina que cala. Sin improvisaciones espectaculares, pero con gestos muy concretos, ha mostrado el mapa de su pontificado: ecuménico y dialogante, social y compasivo, prudente y, a la vez, firmemente comprometido con la paz. Turquía y el Líbano han sido el laboratorio donde el Papa ha ensayado su gran ecuación: unidad + diálogo + acogida + paz. Falta ver si el mundo, y la propia Iglesia, se atreven a resolverla junto a él.

El Papa abraza a una víctima en el puerto de Beirut

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