Y, por eso, mismo, bestia negra de los rigoristas de aquí y del Vaticano Vito Pio Pinto, el canonista apasionado del Vaticano II y de las reformas de Francisco

Vito Pio Pinto, Osoro y Omella
Vito Pio Pinto, Osoro y Omella

"Tiene cara de malo de película barata, pero una integridad a prueba de bomba y una fidelidad absoluta al sucesor de Pedro, en esta caso al Papa Francisco"

"Parece, además, haber cubierto el cupo de honores y se encuentra en esa edad en que la verdad y la sinceridad le gana la batalla a la falsa prudencia y a la búsqueda de miserables inclinaciones de cabeza de la casta clerical"

"Habla con autoridad, con desparpajo y con apasionamiento. Incluso, a veces, levanta la voz y se dirige, indignado, a los presentes, para dar sonoros zascas a los que ponen palos en las ruedas de la reforma"

“Congar me infundió la pasión y el sufrimiento por la Iglesia”, confiesa

"Enamorado de la Iglesia pueblo de Dios del Vaticano II, sabe que la jerarquía tiene un papel importante que cumplir en ella, pero pide a gritos 'obispos que sean obedientes al Espíritu'"

"¡A ver si toma nota Don Bernardito y pone en marcha, de una vez por todas, la anunciada revolución episcopal española!"

Tenía curiosidad por verlo, aunque sólo fuese a través del ojo de la cámara del Youtube, que, al final, es el más potente y el más indiscreto, porque no se le escapa detalle y enfoca hasta las arrugas. Tenía ganas de saber por qué se ha convertido en la bestia negra de los rigoristas españoles y de la Curia romana. Y la verdad es que Vito Pio Pinto no me defraudó. Al contrario, me pareció uno de los altos eclesiásticos más auténticos que haya visto nunca. Y he visto y tratado a unos cuantos miles. Como un cura de pueblo de los de antes, de esos que nunca pierden los Cristos.

Lo primero que llama la atención es su porte serio y elegante. De alto eclesiástico curtido en mil batallas, pero nada remilgado ni contemporizador. Transmite verdad y autenticidad. Sólo con sus gestos, con sus palabras y con su tono enérgico de voz rompe la dinámica del funcionariado clerical. Se supone que el alto clero no habla así, con esa naturalidad y con esa parresía. Aunque el 'jefe' sí lo hace, pero a los obispos les cuesta tanto romper moldes y ser normales...

Nacido en Noci en 1941 tiene 80 años, pero sigue al pie del cañón con una vitalidad asombrosa. Tiene cara de malo de película barata, pero una integridad a prueba de bomba y una fidelidad absoluta al sucesor de Pedro, en esta caso al Papa Francisco.

Como decano del Tribunal de la Rota es uno de los canonistas más prestigiosos y la máxima autoridad de la Iglesia católica en procesos de nulidad. Sabe mucho de su tema, al que lleva dedicado toda la vida en cuerpo y alma, y lo demuestra en sus intervenciones. Parece, además, haber cubierto el cupo de honores y se encuentra en esa edad en que la verdad y la sinceridad le gana la batalla a la falsa prudencia y a la búsqueda de miserables inclinaciones de cabeza de la casta clerical.

Vito Pio Pinto
Vito Pio Pinto

Da ka sensación haber sido siempre un hombre de profundas convicciones. Y se mantuvo fiel a ellas. De hecho, en su reciente intervención en la Universidad San Dámaso presumió, orgulloso, de haber participado en la primera sesión del Vaticano II. Y, sin pelos en la lengua, aseguró que esa primera sesión fue una “auténtica guerra” y que, sólo después de ella, “entró el Espíritu en el Concilio”.

Habla con autoridad, con desparpajo y con apasionamiento. Incluso, a veces, levanta la voz y se dirige, indignado, a los presentes, para dar sonoros zascas a los que ponen palos en las ruedas de la reforma del derecho procesal matrimonial, de la que ha sido timonel y guía.

Quizás por eso, harto de las componendas eclesiásticas, va al grano y acusa directamente a los vicarios judiciales de “levantar un muro contra la reformas del derecho procesal matrimonial, sobre todo en Francia, en Italia y en Alemania; en España, la situación es mucho mejor”.

Carlos Osoro
Carlos Osoro

Atrevidamente sincero, confiesa que en la jerarquía de la Iglesia actual hay muchas resistencias a las reformas de Francisco. Pero no le extraña. Siempre las hubo, porque “las resistencias están en nuestra alma”. De todas formas, los resistentes no le impresionan ni le dan miedo. Los conoce de cerca y sabe que se buscan a sí mismos. Por eso, hace ya un tiempo, llegó a proponer al Papa que les retirase la dignidad cardenalicia a los purpurados de las 'dubbia'.

Además, está convencido de que, por mucho ruido que hagan, no se saldrán con la suya, porque el Papa “es mucho Papa, reza mucho y está lleno de ánimos”. Tantos que “nos anima a nosotros y nos dice continuamente: ¡adelante!”

Como enamorado del Concilio y, por lo tanto, partera de la primavera de Francisco, Vito Pio Pinto, recuerda que “la Iglesia es misterio, comunión, pueblo de Dios y, sólo en último término, sociedad perfecta”. Y recalca: “Sólo en último término”. Una explicación doctrinal que aprendió de los labios del mismísimo Yves Congar, al que siempre estuvo muy vinculado: “Congar me infundió la pasión y el sufrimiento por la Iglesia”.

Yves Congar

Puesto a hablar de sus 'influencias', el célebre canonista italiano hizo referencia especial a su gran maestro, el canonista jesuita Felice Maria Capello y a su discípulo el canonista español Urbano Navarrete, que fue “hijo de Capello al cien por cien”.

En las alturas eclesiásticas, entre todos los grandes cardenalazos de la Curia a los que conoció y con los que convivió, Vito Pio Pinto destaca, como un gobernante sin par, al que fuera un gran Secretario de Estadio, Pietro Gasparri. Tan grande que “apuntalaba al Papa Pío XI y, de hecho, el Papa debería haber sido Gasparri”.

Enamorado de la Iglesia pueblo de Dios del Vaticano II, sabe que la jerarquía tiene un papel importante que cumplir en ella, pero pide a gritos “obispos que sean obedientes al Espíritu”. Los cardenales Omella y Osoro le escuchan con asombro y, en la otra punta de la mesa, el Nuncio, Bernardito Auza, estira el cuello y le mira con los ojos bien abiertos, mientras el decano de la Rota habla del tipo de obispo que necesita hoy la Iglesia. Dicen que Rouco, que también estaba viendo la conferencia en su cercano ático, se comía las uñas a, indigando, exclamaba al viento de Las Vistillas: "¡Qué desfachatez!"

Auza, Omella, Osoro y Vito Pio Pinto

Los obispos tienen que ser sacramentos de Cristo. Faltan en la Iglesia obispos así, ante los que la gente sienta que son humanos”. Porque “la Iglesia, si no es una Iglesia encarnada ,no salva”. ¡A ver si toma nota Don Bernardito y pone en marcha, de una vez por todas, la anunciada revolución episcopal española!

¡Qué ganas de ver obispos así, en España! Prelados servidores, valientes, encarnados, sencillos, sociables, atentos a la gente y a sus necesidades, que desprecian el carrerismo, que animan y son padres de sus curas, que hablan claro, sencillo y directo, y que transparentan al Dios de la misericordia y de la ternura. Obispos como Casaldáliga, Romero, Castellanos, Tarancón, Setién, Iniesta, Algora o Gómez Cantero.

Ahora entiendo mejor la inquina de los rigoristas hacia este canonista, al que llegan a tildar de “masón” y de hereje. Porque Vito Pio Pinto es un alto eclesiástico honrado, que sólo presume de haber sido párroco (“porque la parroquia es la sustancialidad de la Iglesia”), que dice lo que piensa y que defiende a capa y espada al “Papa Francisco, elegido por el Espíritu Santo”. Amén.

Osoro, Omella

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