"Mirada franca y serena, sonrisa abierta, desprende confianza y cercanía", en su toma de posesión en Madrid José Cobo: El arzobispo que abraza de verdad

Cobo abraza
Cobo abraza

"Hijo de la diócesis, la solemne bienvenida al nuevo prelado madrileño se convirtió en el reconocimiento clerical y eclesial a uno de los suyos"

"Sentarse en la cátedra y recibir el aplauso del santo pueblo fiel de Dios le consagra como arzobispo. Para enseñar desde ella, pero también para servir"

"Su aparente fragilidad física (es menudo y delgado) respira resistencia, decisión, determinación y, sobre todo, el celo de Cristo que lo consume"

"Llega a Madrid un hombre joven para lo que se estila entre los arzobispos, que conoce a los suyos, que no ha perdido los ‘cristos’ y que, sin prisa pero sin pausa, está dispuesto a arriesgar"

La catedral de La Almudena vistió hoy sus mejores galas neocatecumenales (desde que el cardenal Rouco entregara su decoración a Kiko Argüello), para recibir a su nuevo arzobispo. A pesar de la decoración kika, el templo madrileño trae buenos recuerdos a José Cobo. De hecho, participó como diácono en la dedicación de la catedral, el 15 de junio de 1993 por Juan Pablo II. En ella se ordenó sacerdote, en 1994, y en ella fue consagrado obispo y en ella participó en innumerables encuentros litúrgicos.

Pero al párroco que fue y sigue siendo, acostumbrado a los templos sencillos y pequeños de barrio, le sigue imponiendo la iglesia catedral.

Hijo de la diócesis, la solemne bienvenida al nuevo prelado madrileño se convirtió en el reconocimiento clerical y eclesial a uno de los suyos. Uno de los sacerdotes de su presbiterio, curtido en mil batallas pastorales en las parroquias de los barrios del sur de Madrid, se sentó en la majestuosa cátedra de la catedral de La Almudena.

Y ése quizás haya sido uno de los momentos más emocionantes y simbólicos de la celebración de esta mañana. Porque catedral viene de cátedra del obispo, signo externo del magisterio episcopal. Sentarse en la cátedra y recibir el aplauso del santo pueblo fiel de Dios le consagra como arzobispo. Para enseñar desde ella, pero también para servir.

Cobo en la cátedra
Cobo en la cátedra

Por eso, no me gusta el término ‘toma de posesión’, como si la archidiócesis fuese algo suyo y como si vienese a ser dueño de ella, cuando el Papa le ha elegido para servir (unas veces por delante; otras, en medio y la mayoría por detrás del pueblo de Dios).

Una actitud que no le costará nada a monseñor Cobo, acostumbrado al servicio del rebaño en una Iglesia en salida y misericordiosa por encima de todo. Predicando, para ello, con el ejemplo. Y su propio lenguaje corporal lo explicita: mirada franca y serena, sonrisa abierta, desprende confianza y cercanía. Su aparente fragilidad física (es menudo y delgado) respira resistencia, decisión, determinación y, sobre todo, el celo de Cristo que lo consume.

No buscó nada. No es el clásico trepa clerical que orienta toda su carrera a subir en el escalafón. Todo le vino dado por añadidura, porque él lo único que deseó siempre fue ser un buen párroco. De esos que se juegan el tipo por los pobres, pero que alimentan el alma con la oración y la contemplación. Social desde el Evangelio.

La imposición del palio, símbolo de la expresión de comunión con el sucesor de Pedro, es otro de los momentos especiales de la celebración, junto a las palabras de agradecimiento de su predecesor, cardenal Osoro, la lectura pausada y con entonación del credo y la primera homilía del nuevo arzobispo madrileño.

Una homilía con éstas claves significativas: “No vale lo de siempre”; “ser integradores”; “dialogar con los que piensan diferente”; “no aspiramos al monopolio del poder”; “Iglesia samaritana y evangelizadora”.

Tras saludar a sus obispos auxiliares (qué diferencia de abrazo a Jesús Vidal con el dado a Martínez Camino) y a los obispos de la provincia eclesiástica, monseñor Cobo se bajó, con paso rápido y decidido, a abrazar a los miembros del pueblo de Dios. Con abrazos-abrazos y no con simples acercamientos faciales.

Cobo

Llega a Madrid un hombre joven para lo que se estila entre los arzobispos, que conoce a los suyos, que no ha perdido los ‘cristos’ y que, sin prisa pero sin pausa, está dispuesto a arriesgar (sin entrar como elefante en cacharrería) para convertir su archidiócesis en una iglesia en salida, que seduzca por la atracción y por el testimonio, que contagie alegría de vivir y que vuelva a atraer a su seno a los buscadores de sentido, a los buscadores de Dios.

Tiene 20 años por delante. Un período más que suficiente para planificar, marcas estrategias y métodos pastorales y ponerse en camino, siempre con paso firme y decidido hacia esa iglesia sinodal que quiere Francisco.

Porque, si algo tiene claro el nuevo arzobispo, es que Madrid tiene que volver a encontrar en la Iglesia un oasis de amor, alegría y misericordia samaritana. Al más puro estilo del Papa Francisco.

José Cobo arranca su ministerio este sábado con una misa en La Almudena
José Cobo arranca su ministerio este sábado con una misa en La Almudena Infomadrid

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