El cardenal que tenía un plan para recristianizar España

Fue uno de los máximos pensadores de la Iglesia española del postconcilio. A punto de cumplir los 89 años y tras haber sido distinguido por el Papa con la púrpura cardenalicia, el fallecido Fernando Sebastián pasará a la historia de la Iglesia española por haber sido una de las figuras claves en la Transición como colaborador muy cercano al cardenal Tarancón, asi como por su capacidad intelectual, que rezuma en muchos de los grandes documentos del episcopado español de las últimas décadas.

Y, por otra razón, menos conocida, pero también muy importante: su sueño de reevangelizar España. Un sueño que ayudó a diseñar desde sus altos cargos de responsabilidad en la sede de la Conferencia episcopal. Primero como secretario del episcopado (1982-1988) y, después, como vicepresidente en dos ocasiones (1993-1999 y 2002-2005). No pudo alcanzar la cúspide de la presidencia del episcopado, porque siempre se interpuso en su camino el cardenal Rouco Varela convertido en vicepapa español con la ayuda de Roma.

En los últimos años y desde su refugio de Málaga, a donde se había retirado, el cardenal que tenía un plan para la Iglesia, ofreció de nuevo su propuesta, que en parte coincidía y en parte discrepaba con la de su amigo, el Papa Francisco.

Algunas de esas ideas de monseñor Sebastián están recogidas en el nuevo plan pastoral de la Conferencia episcopal, que redactó junto a monseñor Omella, monseñor García Beltrán, monseñor González Montes y al entonces portavoz, Gil Tamayo. Otras las dejó por escrito.

Sin ánimo de examinar el plan en su totalidad, el punto de partida del cardenal Sebastián para que España vuelva a ser católica es la personalización de la fe. “Todavía no hemos hecho el gran cambio: pasar de una fe sociológica a una fe personal, de una fe protegida a una fe afirmada contra la tendencia cultural dominante”, explica.

Eso implica “pasar de una Iglesia de masas a una Iglesia fermento y misionera”. Se ha terminado la época de la cristiandad; España es católica, pero sólo culturalmente, viene a decir el purpurado. Porque sabe que el catolicismo no es un cúmulo de doctrinas que se aprenden ni las verdades solas del catecismo conocidas de memoria y recitadas de carrerilla. El creyente es alguien que se encuentra con Dios, se enamora de Él y trata de seguirlo en su vida diaria.

José Manuel Vidal
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