"En los seminarios se sigue formateando a los futuros clérigos en el modelo 'ratzingeriano'" La casta clerical no quiere una Iglesia sinodal y se resiste a perder sus privilegios de funcionarios de lo sagrado

Sacerdotes
Sacerdotes

La Iglesia piramidal del modelo ratzingeriano necesita clérigos moldeados como funcionarios de lo sagrado: separados del pueblo, elevados por encima, creyéndose los elegidos y los encargados en exclusiva en ofrecer al pueblo (“clase de tropa”) los sacramentos

Que los visitadores se lo pregunten a los rectores y formadores de los seminarios de Getafe, Murcia, Cádiz, Alcalá, Toledo o Córdoba, que mantienen a los seminaristas en guetos

Existe un numeroso grupo de curas jóvenes (y no tan jóvenes, porque se han formado en los últimos 40 años) y de seminaristas ‘talibanizados’

Los obispos tendrían que ‘obligar’ a los curas a cursar ese año de puesta al día. Por sí mismos, no querrían volver al Concilio y dejar de ser funcionarios de lo sagrado

Es el gran proyecto del Papa Francisco para cambiar el rostro de la Iglesia: el Sínodo. Una especie de mini Concilio continental, al que ha convocado a todo el pueblo de Dios (laicos y clérigos) y que va a concluir en el año 20024. La gente ha respondido en la primera fase de una forma masiva y llena de alegría y esperanza, pidiendo mayoritariamente una Iglesia samaritana, igualitaria y en salida. No así el clero, que, desde el principio, recibió de uñas la convocatoria papal, ninguneándola cuando no boicoteándola descaradamente.

En casi todas las respuestas diocesanas y en la síntesis nacional de las conclusiones del proceso sinodal, la gente ha pedido el fin “del autoritarismo en la Iglesia (autoridad entendida como poder y no como servicio), con sus correspondientes consecuencias: clericalismo, poca participación en la toma de decisiones, desapego de los fieles laicos”.

Y la síntesis final continúa diciendo: “En cuanto a los sacerdotes, se pide una formación que profundice más en la vida apostólica, en la clave de la sinodalidad y en la corresponsabilidad, con reconocimiento del papel propio de los fieles laicos, de la autoridad entendida no como poder, sino como servicio. En concreto, se insiste mucho en que la formación de nuestros seminaristas esté iluminada con estas claves”.

Sacerdotes en el Sínodo

Y es que los laicos saben que la casta clerical se resiste a abandonar sus privilegios y que, en los seminarios españoles (que, por cierto, están recibiendo la auditoría encargada por el Papa a dos visitadores uruguayos), se sigue formateando a los futuro clérigos en el mismo modelo ‘ratzingeriano’, implantado a finales de los años 70, con el comienzo de la involución de Juan Pablo II.

La Iglesia piramidal del modelo ratzingeriano necesita clérigos moldeados como funcionarios de lo sagrado: separados del pueblo, elevados por encima, creyéndose los elegidos y los encargados en exclusiva en ofrecer al pueblo (“clase de tropa”) los sacramentos y, por lo tanto, dedicados permanentemente a lo ritual y separados del mundo al que temen y al que consideran uno de los enemigos del alma, junto al demonio y a la carne.

Que los visitadores se lo pregunten a los rectores y formadores de los seminarios de Getafe, Murcia, Cádiz, Alcalá, Toledo o Córdoba, que mantienen a los seminaristas en guetos, separados del resto del clero y, por supuesto, de los fieles. Es evidente, además, que en esos como en otros seminarios, no se tienen en cuenta las cuatro dimensiones (humana, intelectual, espiritual y pastoral) que pide la Ratio aprobada por la Santa Sede y no se aborda adecuadamente la educación afectivo-sexual.

Por eso, en la diócesis de Getafe, por ejemplo, existe un numeroso grupo de curas jóvenes (y no tan jóvenes, porque se han formado en los últimos 40 años) y de seminaristas ‘talibanizados’, a los que se han sumado otros procedentes de Toledo, donde les ‘sobran’ los curas y, por eso, desde la galaxia conservadora toledana decidieron ‘colonizar’ con ese tipo de cura diócesis como Getafe o Córdoba.

Además, esos curas saben utilizar, como es lógico por su edad, los modernos medios de comunicación (Twitter, Facebook, Tiktok o Instagram), para esparcir su modelo clerical y eclesial, estigmatizando a cualquiera que les lleve la contraria o que, simplemente, opte por defender el Vaticano II o las reformas del Papa Francisco.

De hecho, hace unos días, uno de los líderes de esta corriente clerical, el presidente de los obispos de Estados Unidos, Timothy Broglio, aseguró que el 90 por ciento del clero mundial (obispos y curas) son antifrancisquistas y que son “evidentes las tensiones entre progresistas y conservadores en la Iglesia”.

Timothy Broglio
Timothy Broglio

Y es que la casta clerical de funcionarios de lo sagrado, formateada en los seminarios de la involución, no quiere ni oír hablar de una Iglesia sinodal, circular, en salida, donde los ministerios sean servicios y no carreras para ejercer el poder. Convertirlos no será tarea fácil para Francisco. Sería, más bien, un milagro, pero que ya tiene precedentes, porque la Iglesia la dirige el Espíritu. En efecto, después del Vaticano II pasó lo mismo, y curas y obispos cambiaron de mentalidad y promovieron una de las mejores primaveras de la Iglesia.

¿Cómo? Cientos de curas de todas las diócesis españolas pasaron, año tras año, por el Instituto de Pastoral de Madrid, por las clases de un ramillete de excelentes profesores, capitaneados por Casiano Floristán, entre los que estaban Luis Maldonado, Julio Lois,  Juan de Dios Martín Velasco, Luis Burgaleta o el mismísimo Antonio Cañizares. Curas, frailes y monjas hacían un curso de actualización teológico-pastoral, en las que primero les desmontaban los esquemas anteriores y, después, edificaban el modelo conciliar.

Algo así debería repetirse con los curas jóvenes. Sigue habiendo ese mismo curso. Con profesores, también muy preparados. Ciertamente, los obispos tendrían que ‘obligar’ a los curas a cursar ese año de puesta al día. Por sí mismos, no querrían volver al Concilio y dejar de ser funcionarios de lo sagrado.

Casiano Floristán

 Para no dejar el poder de la casta, aseguran que Francisco es hereje, cuando la continuidad doctrinal dogmática está plenamente asegurada. El dogma en la Iglesia es eterno. Lo que sí cambia, y mucho, es el estilo de ser Papa, los acentos, la relación con la sociedad, los preceptos morales (que no son dogmáticos) y, sobre todo, la estructura de la institución. Para dejar de ser clerical y pasar a ser de todos. Y eso es lo que no quieren de ninguna manera. Y están dispuestos a dar la batalla. Incluso contra el Papa o contra los signos de los tiempos.

Primavera de Francisco
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