Más colegialidad y menos Curia

Me da pena lo que está sufriendo el Papa por las intrigas y las encarnizadas luchas de poder de sus más estrechos colaboradores. ¡Lo que tiene que estar sufriendo Benedicto XVI con sus "enemigos" internos! Los que más dicen que lo quieren, los que han sido llamados para servirle más de cerca, los curiales romanos en teoría más papistas que el Papa resulta que son los que más dolor le están ocasionando. Y, por añadidura, los que más daño están haciendo a la Iglesia. Y no digamos, a la construcción del Reino. Son muchas las lecciones que se pueden extraer del Vatileaks. Creo que la fundamental es la urgente necesidad de una mayor colegialidad.

A mi juicio, la Iglesia catolica es una institución socialmente ganadora y destinada a permanecer en el tiempo más que ninguna otra por cuatro razones fundamentales: la asistencia del Espíritu, su extraordinaria experiencia multisecular, su arraigo socio-geográfico y su organización.

Una organización piramidal, jerárquica, universal, pero con toques democráticos colegiales y corresponsables. Una maquinaria organizativa que va cambiando lentamente. Sin las urgencias de las demás instituciones (léase partidos políticos) que tienen que adaptarse continuamente a los vaivenes de su electorado y, por eso, hacen siempre apuestas cortoplacistas. La organización de la Iglesia, en cambio, es la mejor, porque programa a medio y largo plazo.

Pero, aún así, la organización eclesial necesita ajustes. Un gran ajuste organizativo se puso en marcha con el Vaticano II, pero, por diversas circunstancias, se quedó a medio camino. Inacabado en muchos de sus capítulos. Por ejemplo, el de la colegialidad. Es hora de retomar esta asignatura pendiente y ajustar los mecanismos colegiales en la institución.

Una persona sola no puede gestionar una institución de más de mil millones de fieles extendida por todo el mundo, con más de 5.000 obispos y cientos de miles de curas, frailes y monjas. El Papa, para seguir reinando, necesita, a mi juicio, apoyarse en sus obispos.

Las formas concretas de hacerlo, habrá que afinarlas, rodarlas y ponerlas al día. Por ejemplo, un Sinodo de Obispos deliberativo (con los presidentes de las conferencias episcopales). Y, por cierto, "resucitar" las desactivadas conferencias episcopales (al menos, en España, donde languidece desde que dejó la presidencia monseñor Yanes).

Mayor colegialidad y menos Curia. Una Curia más eficaz, más internacional, menos italiana, más moderna. Una Curia con los mejores, no con los más arrivistas. Una Curia redimensionada. Y también más colegial.

En esto comparto la tesis del historiador italiano Melloni, que sostiene que la figura del Secretario de Estado como primer ministro ha fallado. Porque, si es una gran persoalidad, hace sombra al Papa. Y si es mediocre, no le resuelve los problemas. Una Curia, pues, más reducida y más colegial, no tan jerarquizada.

Benedicto XVI ha pasado media vida en la Curia. Conoce perfectamente sus mecanismos. Sabe sus defectos y sus virtualidades. Es el mejor preparado para hacer la reforma. Una reforma que se le pidió (casi se le suplicó) desde el inicio de su pontificado. Una reforma (sea el proyecto propuesto por Pompedda u otro)inaplazable y urgente. Santidad, reforme su casa. Contará con las oraciones de todos los católicos.

José Manuel Vidal
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