"Mientras sigan diciendo eso de que ‘tú más’ o ‘tú, igual’, lo sociedad no les creerá" El 'sí, pero' de la jerarquía de la Iglesia ante la plaga de los abusos del clero

Osoro, Omella y Rouco
Osoro, Omella y Rouco

"Un buen marco, que vuelve a fallar en al abordaje de los problemas concretos, especialmente el de la lucha contra los abusos a menores"

Según el cardenal de Barcelona, hay que aprovechar “el creciente anhelo de Dios en nuestros coetáneos”. Porque, a su juicio, la secularización galopante que se inició en las ciudades y, desde ella, llegó al mundo rural, está llegando a su fin, porque “el deseo de Dios está emergiendo en las ciudades”

¿Existe esa Iglesia que escucha? ¿Existen esos curas al servicio del pueblo? ¿Existen esos laicos comprometidos? Parece que no, aunque Omella diga que sí

Porque el cardenal de Barcelona viene a decir y dice que la Iglesia “pide perdón” (sólo faltaría) por los abusos de su clero, pero con peros. La dichosa dinámica del ‘sí,pero’

La Iglesia, institución ejemplar, tiene que sufrir todavía mucho, arrastrar la vergüenza de los abusos y del sistema de encubrimiento y, sólo después, cuando la sociedad se vuelva a fiar, podrá levantar cabeza y lanzarse a la reconquista de la gente. Mientras tanto, nadie les creerá

Si la Iglesia católica española fuese un partido (que no lo es, aunque, a veces, lo parezca), los periódicos estarían hoy diciendo que su presidente, el cardenal Juan José Omella, pronunció hoy un brillante (o no tan brillante, según los medios) discurso, en el que planteó el programa-marco que la institución ofrece para intentar reconquistar a la sociedad española. Un buen marco, que vuelve a fallar en al abordaje de los problemas concretos, especialmente el de la lucha contra los abusos a menores.

El arzobispo de Barcelona planteó primero el diagnóstico del “mundo convulso” en el que vivimos:

“Vivimos en un mundo que padece por la polarización, la división, la pobreza que se hace crónica, una desigualdad que avanza, la precariedad laboral, la imposibilidad de muchos para acceder a una vivienda digna, el aumento de la brecha salarial entre directivos y trabajadores... Son muchos los hermanos y hermanas que sufren por estos y otros problemas como la soledad, la falta de ayudas a la dependencia o el acceso a los cuidados paliativos”.

Omella
Omella

Todo negro, muy negro. Sin blancos algunos. La conclusión del mandatario eclesial es clara: el mensaje de Jesús puede dar sentido a la vida de la gente y “ofrecer alegría y esperanza a nuestro mundo”. ¿Cómo hacer esto en la España secularizada de hoy? Siguiendo “al profeta Francisco”, que quiere lanzar a la institución, que quiere lanzar la misión de anunciar de nuevo el Evangelio, “con alegría y juntos”, es decir siguiendo el camino de la sinodalidad. Y, de esta forma, promover “una nueva primavera del Espíritu”.

Para eso, según el cardenal de Barcelona, hay que aprovechar “el creciente anhelo de Dios en nuestros coetáneos”. Porque, a su juicio, la secularización galopante que se inició en las ciudades y, desde ella, llegó al mundo rural, está llegando a su fin, porque “el deseo de Dios está emergiendo en las ciudades”. Y pone como ejemplo, el creciente número de adultos que se bautizan. ¿Cuántos? ¿Unos pocos cientos al año? ¿Y todos los niños que ya no se bautizan,m precisamente en las ciudades, donde la transmisión de la fe falla en las familias?

Para aprovechar este “deseo de Dios” urbanita, Omella propone, en su programa, “acogida sin apologética” o “proponer sin imponer”, a través de una Iglesia de la escucha y del testimonio gozoso de sus miembros. Y con “sacerdotes al servicio del pueblo”. Eso sí, y con laicos comprometidos en el mundo, porque ésa es su función primordial. ¿Existe esa Iglesia que escucha? ¿Existen esos curas al servicio del pueblo? ¿Existen esos laicos comprometidos? Parece que no, aunque Omella diga que sí.

Plenaria Obispos
Plenaria Obispos

Ese ‘ejército’ de curas serviciales, católicos en escucha y laicos comprometidos son los mimbres con los que el presidente del episcopado quiere reevangelizar el país, dejando clara la visión católica “ante las citas electorales que se nos avecinan”.

Y esos principios son los de siempre: Defensa de la familia, defensa cerrada del sistema educativo libre (con cheque escolar incluido: vieja reivindicación de los conservadores) y la defensa de la vida al principio (no al aborto) y al final (no a la eutanasia), aunque también incluye en este apartado la defensa de los emigrantes, la de los que padecen enfermedades mentales o la de los ancianos.

La teoría, bien. La de siempre, pasada por cierto aggiornamento de Francisco. Pero suena a programa de las derechas, al contrario de lo que suele suceder con el Papa. Entre otras cosas, porque Omella se alinea en muchas cosas con sus tesis y no pronuncia ni una sola mención de los logros de la izquierda para los descartados de este país, desde el salario mínimo a la próxima ley de la vivienda.

Y donde, a mi juicio, hace aguas por todas partes es en su aterrizaje en el tema de los abusos. Plegándose a lo que piensa la mayoría de sus colegas obispos y dejando más solo que la una (y a los pies de los caballos episcopales) al obispo de Bilbao, Joseba Segura, que mantiene la tesis casi contraria a la de Omella.

Plenaria obispos
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Porque el cardenal de Barcelona viene a decir y dice que la Iglesia “pide perdón” (sólo faltaría) por los abusos de su clero, pero con peros. La dichosa dinámica del ‘sí,pero’. “La Iglesia  confiesa su pecado, pero denuncia que este mismo hecho,  que afecta a otros muchos sectores de la sociedad, no sea  puesto en evidencia, para buscar entre todos una solución  que abarque toda la extensión de este problema social”.

Y, además, dice querer liderar “la lucha contra esta lacra”. Y lo dice, cuando la sociedad ve a la Iglesia hasta remisa a admitir su “crimen”, cuando es una de las Iglesia nacionales que más ha tardado en asumir esa lacra y pedir perdón por ella. Cuando las investigaciones están en marcha, porque la sociedad casi les obligó a hacerlo. Cuando la gente sigue sin fiarse de que el arrepentimiento sea sincero y la Iglesia esté dispuesta a contar bien a sus pederastas, acompañar, socorrer e indemnizar a las víctimas.

Haga eso, primero, monseñor. Y después, sólo después, diga que quiere liderar la lucha contra la pederastia. Sólo después diga a las demás instituciones que hagan su parte. Sólo después, póngase de ejemplo. No ahora, cuando siguen mostrándose renuentes a asumir los hechos y, sobre todo, a poner a las víctimas en el centro.

Y, por lo demás, es lógico que la sociedad focalice sus denuncias de pederastia en la Iglesia. Primero, porque son reales. Segundo, porque dejamos a nuestros niños en manos de los curas, que han traicionado nuestra confianza. Y tercero, porque la Iglesia es una institución ejemplar (o debería serlo), que dice a los demás cómo tienen que comportarse y que, durante lustros, ha impuesto su propia moral a toda la sociedad.

Plenaria obispos
Plenaria obispos

Mientras sigan poniendo peros y buscando justificaciones; mientras sigan diciendo eso de que ‘tú más’ o ‘tú, igual’, lo sociedad no les creerá. La Iglesia, institución ejemplar, tiene que sufrir todavía mucho, arrastrar la vergüenza de los abusos y del sistema de encubrimiento y, sólo después, cuando la sociedad se vuelva a fiar, podrá levantar cabeza y lanzarse a la reconquista de la gente. Mientras tanto, nadie les creerá.

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