Los mensajes de odio y polarizados de la cadena episcopal son los que llegan a la gente El púlpito de Herrera, el gran portavoz de los obispos españoles

Herrera en Cope
Herrera en Cope

"El secretario controla y dirige todo ese caudal de información y se convierte, en poco tiempo, en poseedor de muchos de los grandes y, a veces, peligrosos secretos de la casta jerárquica"

"Todos presumen antes sus pares de 'torear' a los periodistas, pero todos acaban enganchados en los cuernos de la profesión y terminan asándose en la sartén de sus propias declaraciones antes los medios"

"Los mensajes de Añastro no interesan a los grandes medios y, por lo tanto, no llegan a la sociedad. El que llega y conecta con millones de oyentes todos los días es el famoso locutor de la cadena episcopal"

"Carlos Herrera, el gran portavoz del episcopado español se orienta en una dirección abiertamente antievangélica, sin que ello comporte ninguna llamada de atención por parte de la jerarquía"

Hoy comienza la Plenaria episcopal y, en ella, entre otras cosas, los obispos van a elegir al nuevo secretario general y portavoz del episcopado. Para ocupar la plaza que dejó vacante el anterior inquilino de Añastro, Luis Argüello, nombrado arzobispado de Valladolid. De hecho, fue el cargo de secretario el que le catapultó a la sede titular de la capital castellana: Llegó como un perfecto desconocido, en poco tiempo se convirtió en una especie de mirlo blanco y salió con los capisayos de arzobispo.

La verdad es que Argüello comenzó en al cargo de una forma muy suave, cercana y facilitadora. Con prudencia y discreción. Pero, poco a poco, como le sucede a todos los secretarios, fue adquiriendo ínfulas y se vino arriba. Y en muchas de sus intervenciones, rizaba tanto el rizo que, a menudo, reflejaba más sus conservadoras posiciones que el pensamiento episcopal en el papado de Francisco.

Argüello
Argüello

Y es que de la abundancia del corazón habla la boca y a Argüello, empoderado en el cargo, se le subió el puesto a la cabeza y, en las cuestiones más complicadas sobre todo, comenzó a dejar ver su tendencia hacia el sector más conservador de los Sanz, Munilla, Cerro o Demetrio. Una tendencia que se ha agudizado desde que ha asumido en solitario todo el poder como titular de Valladolid.

Porque el poder como alimento de su ego siempre le gustó. De hecho, por eso le cogió más apego a la portavocía que a la secretaría. Y eso que ésta última conduce al control interno de la sala de máquinas de la Iglesia española. Por Añastro pasan todos los problemas y los asuntos de importancia de todas las diócesis españolas. Desde los abusos a las quiebras económicas, pasando por los casos de abusos o las quejas y denuncias contra los prelados españoles.

El secretario controla y dirige todo ese caudal de información y se convierte, en poco tiempo, en poseedor de muchos de los grandes y, a veces, peligrosos secretos de la casta jerárquica. Y no sólo acumula vital información sobre sus pares, sino que, con sus decisiones, va marcando hacia uno u otro lado el devenir y el actuar de las distintas comisiones episcopales y, por lo tanto, de la propia CEE.

Pero con ser eso muy importante, lo que más les gusta a los secretarios del episcopado es el contacto con la prensa, es decir el papel de portavoz. Abrir telediarios, salir en portadas y lidiar con los informadores es una especia de gusanillo que acaba envolviendo a todos. He conocido ya a bastantes secretarios-portavoces y todos, absolutamente todos, cayeron en la misma tentación: la pátina dorada de los medios engancha.

Argüello en Herrera en Cope

Tanto que Asenjo, por ejemplo, se descomponía (literalmente) antes de cada rueda de prensa, pero nunca dejó la portavocía. Todos creen que valen para el puesto de portavoz. Todos consideran que saben explicarse muy bien. Todos presumen antes sus pares de 'torear' a los periodistas, pero todos acaban enganchados en los cuernos de la profesión y terminan asándose en la sartén de sus propias declaraciones antes los medios.

Argüello, que presumía de listo y de saber explicarse como nadie, intentaba torear a los medios con largas disquisiciones de más de 10 minutos (inaguantables para los periodistas), se adornaba, se venía arriba y terminaba soltando el titular que todos esperábamos. Y después se quejaba de que los medios lo tratábamos mal y recogíamos en titular lo que a él le parecía anecdótico. Le sobraba arrogancia y le faltaba humildad. Y terminó, como muchos de sus predecesores (recordemos, especialmente, al ínclito Martínez Camino), creándole problemas al episcopado, a la Iglesia española y a su ya maltrecha imagen pública.

Y es que el puesto de portavoz exige humildad, respeto a la profesión periodística y transparencia. Y las tres cosas les cuestan muchos a los del alto clero. Y eso que muchas veces se salvan del escarnio mediático, porque lo que dicen no rompe el techo de cristal de la información. Y porque muchos de los actuales informadores religiosos profesan antes como católicos que como periodistas. Son más propagandistas que profesionales.

Argüello y Herrera

Además, hubo épocas (y no sólo en la dictadura, sino también en la transición y en los comienzos de la democracia) que la CEE marcaba agenda pública, y copaba titulares de telediarios y portadas. Hoy, no la marca ni en sus propios medios.

Por eso, el nombre del portavoz episcopal reviste cada vez menos importancia para la sociedad. Porque, el auténtico portavoz episcopal es, en estos momentos y desde hace ya bastantes años, Carlos Herrera. Los mensajes de Añastro no interesan a los grandes medios y, por lo tanto, no llegan a la sociedad. El que llega y conecta con millones de oyentes todos los días es el famoso locutor de la cadena episcopal.

Él es el que predica, a diario, el catecismo. Pero no el catecismo de los obispos, sino el de la derecha y el del capitalismo neoliberal más salvaje, ése del que el Papa Francisco (se supone que su máximo jefe) dice que “mata y descarta”.

Omella y Herrera

Mientras la mayoría de los obispos llaman al diálogo, su portavoz oficioso predica la división, el odio, la descalificación de barra de bar, la polarización y el descrédito sistemático de todo lo que no vaya a misa en su carro ultra.

Mientras los obispos dicen que España hay que construirla entre todos y hablan de comunión y entendimiento, él predica una España en blanco y negro, donde las izquierdas son bolivarianas y “gentuza”, que sólo buscan la ruina de la gente y del país.

Mientras los obispos y el Papa hablan del mundo como de una “casa común” y de la emigración como un derecho humano universal, Herrera quiere alambradas y concertinas, para parar la avalancha de “sin papeles ilegales”. Y así...

Lo que predica Herrera a diario se da de bruces con lo que suelen decir de aquella manera los obispos españoles y de forma más clara y contundente el Papa Francisco. Un Papa que, por otro lado, pide a los medios de la Iglesia que se diferencien de los demás.

El Papa, con Herrera

Y ahí reside el problema: que la cadena Cope se ha convertido en un medio más. Ha dejado de ser un servicio público (como en la época del padre Gago), para convertirse en un negocio puro y duro. Mandan las audiencias, la cuenta de resultados y la cuenta publicitaria. Y al ser un negocio, tiene que ganar dinero. Y para ganar dinero tiene que conseguir publicidad y, para eso, tiene que conquistar grandes audiencias con locutores estrella, como Herrera.

¿Y el ideario? Ni para las líneas editoriales que dirige desde hace tantos años José Luis Restán, de Comunión y Liberación, en las que la voz de la emisora se pliega, como no puede ser de otra manera, a lo que exigen las grandes estrellas de la Cope, que para eso facturan millones y han conseguido sacar de los números rojos a la emisora de los obispos. A costa de renunciar a la Doctrina Social y al catecismo de la Iglesia, para defender a ultranza el catecismo neoliberal. Y para eso está Restán, para camuflar el engaño con su palabrería vacía que sólo intenta tapar la deriva crematísitica del 'jefe' Herrera.

Y como sabe que tiene la vara demando en la mano, Herrera se permite, incluso, dar lecciones a los obispos, propietarios de la cadena, cuando no se sitúan donde él quisiera. Así, lo hizo, por ejemplo, cuando la CEE apoyó los indultos "a los delincuentes catalanes" y Herrera en antena les llamó "desenfocados" y "agradaderos".

Herrera en Cope

En definitiva, Carlos Herrera, el gran portavoz del episcopado español se orienta en una dirección abiertamente antievangélica, sin que ello comporte ninguna llamada de atención por parte de la jerarquía. De facto, los obispos han optado por el negocio, pisoteando el Evangelio. Sólo uno de ellos se atreve a levantar la voz: monseñor Agrelo, arzobispo emérito de Tánger, que no hace mucho se preguntaba: "Las mañanas de la COPE no son las mañanas de la Iglesia. ¿Por qué la Iglesia las paga?"

Por eso, lo que digan los obispos no llegará a casi nadie. Lo que diga Herrera seguirá influyendo en millones de católicos. Y por mucho que diga el próximo portavoz del episcopado, la verdad es que el que va a seguir marcando la agenda y hablando en nombre de la CEE es Carlos Herrera, el apóstol del catecismo neoliberal y el portavoz real del episcopado.

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