Balance del histórico y arriesgado viaje del Papa a Irak El triunfo de la fraternidad de los hijos de Abrahán

Los niños escuchan a Francisco en Qaragosh
Los niños escuchan a Francisco en Qaragosh

"Este Papa de luz ilumina con su mera presencia las noches más oscuras y las sombras más negras"

"Al Sistani, que vive en una humilde casita de un barrio humilde de Nayaf (los dos líderes se parecen también en la búsqueda de una vida austera) y que, a sus 90 años, recibe sentado a sus visitas, se levantó para saludar al Papa, signo del reconocimiento de su autoridad moral"

Al Sistani mandó recibir al Papa de Roma con un enorme cartel en el aeropuerto de Najaf, que rezaba así: 'Ustedes son un pedazo de nosotros y nosotros somos una parte de ustedes'

"Francisco promueve la fraternidad, como piedra angular y argamasa que une a las tres grandes religiones surgidas del troncó de Ur, a través de Abrahán, en padre de todos los creyentes"

El nuevo Abrahán, el Papa Francisco, clausuró su viaje consolando al padre de Aylan

Otro viaje redondo. Uno más. Este Papa de luz ilumina con su mera presencia las noches más oscuras y las sombras más negras. Y lo ha vuelto a demostrar con su visita a Irak. Y eso que no lo tenía nada fácil en el viaje, quizás, más difícil y arriesgado de su pontificado.

Una visita que, por lo peligrosa, le desaconsejaban casi todos: los de dentro y los de fuera. Pero Francisco ya nos tiene acostumbrados a dejarse guiar sólo por su corazón y por las mociones del Espíritu. Y, además, no le falta valentía.

Sabía que no les podía fallar. Que un país entero lo esperaba como el santo advenimiento. Irak necesitaba salir de ese imaginario colectivo que lo sigue asociando a Sadam, a las guerras del Golfo y al ISIS. Necesitaba soltar lastre del pasado y reivindicarse como un país nuevo, en reconstrucción y que quiere mirar al futuro. Respetando su pasado de convivencia pacífica entre sus diversas religiones y distintas minorías.

La Virgen mutilada de Erbil

Y el Papa Francisco, con su mera presencia, seguido por las cámaras de todo el mundo, contribuyó a colocar en el foco de la actualidad a un país que, a pesar de sus ruinas tan recientes, quiere mirar confiado al futuro, con esperanza y alegría.

En este contexto, el encuentro del Papa con la máxima autoridad iraquí del Islam chiita, fue un espaldarazo al diálogo interreligioso y a la promesa de convivencia pacífica por parte de la rama islámica mayoritaria en el país con una minoría cristiana. Al Sistani, que vive en una humilde casita de un barrio humilde de Nayaf (los dos líderes se parecen también en la búsqueda de una vida austera) y que, a sus 90 años, recibe sentado a sus visitas, se levantó para saludar al Papa, signo del reconocimiento de su autoridad moral.

Francisco sabe que no habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones, como dice el teólogo Hans Küng. Más aún, sabe que esa paz se juega en la coexistencia pacífica de las dos mayores religiones de la tierra: El Islam y el cristianismo. De ahí, sus continuados intentos de acercamiento al Islam.

Primero, con la rama dominante el islam mundial, el sunismo, cuando -en febrero de 2019- firmó el denominado "Documento por la Fraternidad Mundial" con el imán Ahmed al Tayeb de la mezquita Al Azhar de El Cairo, la máxima autoridad del islam sunita.

Con la cabeza principal de la rama chiita del Islam, el ayatolá iraní Alí Jamenei, todavía no pudo verse el Papa Francisco, pero sí lo hizo con la principal figura del chiismo iraquí, Alí Al Sistani, que, en prueba de su buena voluntad, mandó recibir al Papa de Roma con un enorme cartel en el aeropuerto de Najaf, que rezaba así: 'Ustedes son un pedazo de nosotros y nosotros somos una parte de ustedes'.

Por eso, para conseguir el entendimiento y la convivencia pacífica con las dos grandes ramas del Islam, Francisco promueve la fraternidad, como piedra angular y argamasa que une a las tres grandes religiones surgidas del troncó de Ur, a través de Abrahán, en padre de todos los creyentes.

Fraternidad para condenar el fundamentalismo de todas las religiones, el terrorismo y la instrumentalización de la violencia. El Dios de Abrahán no permite matar a los hermanos. El odio, la violencia y la muerte de hermanos es un crimen de lesa religión, de todas las religiones abrahámicas.

Y el Papa lo quiso dejar muy claro, con tres frases rotundas, para grabar en piedra, en cada campanario y en cada minarete del mundo:

"Si Dios es el Dios de la vida —y lo es— a nosotros no nos es lícito matar a los hermanos en su nombre (...). Si Dios es el Dios de la paz —y lo es— a nosotros no nos es lícito hacer la guerra en su nombre.  Si Dios es el Dios del amor —y lo es— a nosotros no nos es lícito odiar a los hermanos"

Aprobadas las metas geoestratégicas e interreligiosas, el Papa también quiso consolar y acaricias con su presencia y con su palabra al pequeño rebaño cristiano iraquí, que hunde sus raíces evangélicas en la primera predicación del apóstol Tomas.

Y, en medio de un mar musulmán, los cristianos, que apenas representan el 10% de la población del país, se sintieron acompañados, confortados, sanados, escuchados y lanzados al futuro por el Papa de los 'nazarenos' (como llamaban los del ISIS a los cristianos).

Francisco lloró con ellos, escuchó sus dramas, bendijo a sus muertos, vio sus ruinas, pero les lanzó tres retos de futuro. El primero, no dejar de soñar, seguir adelante, continuar con la reconstrucción y regresar al país que los vio nacer.

El segundo reto no olvidar sus raíces, la herencia de la fe recibida de sus padres y de sus familias durante tantas generaciones. Y el tercero, contribuir a la construcción de la paz y de la reconciliación por medio del perdón. Aunque cueste y aunque duela y aunque las heridas sigan tan vivas y tan recientes.

El Papa, en Qaraqosh

Porque los creyentes no tenemos enemigos, sólo hermanos. Y Abrahán, desde el cielo, se sintió orgulloso, de nuevo, de sus hijos y del nuevo Abrahán, el Papa Francisco, que clausuró su viaje consolando al padre de Aylan, el niño muerto en una playa turca que despertó la conciencia de Europa ante el drama de los refugiados. El broche de oro de un viaje consolador.

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