Con Cristo Jesús, en comunión con Cristo Jesús, tú, que eres su cuerpo, eres “la ciudad de Dios” Iglesia, signo de amor y de unidad
“¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?". Mantengamos santo el templo que Dios ha elegido y santificado; mantengamos santo el templo de Dios que somos; no convirtamos en mercado la casa de Dios
Supongo que, para la mayor parte de los fieles, la celebración de hoy resultará sorprendente, si no es que resulta desconocida: “Dedicación de la basílica de Letrán”.
Se trata de una de las basílicas romanas, y éste es el significado que a la fiesta de su Dedicación atribuye el Martirologio: “Fiesta de la Dedicación de la basílica de Letrán en honor de Cristo Salvador, construida por el emperador Constantino como sede de los obispos de Roma. Su anual celebración en toda la Iglesia latina es un signo permanente de amor y de unidad con el Romano Pontífice”.
Sin que olvidemos ese significado que tiene siempre la fiesta de la Dedicación de basílica de Letrán -lo subrayo por si fuere necesario: es “signo de amor al Romano Pontífice y de unidad con él”-, ahora, en esta página, nos toca adentrarnos en el misterio de la eucaristía que vamos a celebrar este domingo.
La celebrará una comunidad de fe y de amor, una comunidad que es templo del Señor, una Iglesia que es cuerpo de Cristo, una Iglesia que es una sola carne con Cristo Jesús.
Ahora será la palabra de Dios la que nos guíe al corazón del misterio que celebramos, al corazón de la Iglesia que somos: “De debajo del umbral del templo corría agua hacia el este… el agua bajaba por el lado derecho del templo”…
Habréis observado que, en las imágenes de Cristo crucificado, la llaga del costado está siempre en el lado derecho…
Y guardamos en la memoria de la fe lo que el apóstol Juan vio salir de aquella herida: “Uno de los soldados le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua”…
Un río de gracia
De aquella herida salieron los sacramentos de la Iglesia, signos de salvación, un río de gracia que, a donde llega, todo queda saneado, todo se llena de vida: “habrá vida allí donde llegue la corriente” …
Recuerda, comunidad eucarística, lo que eres: por la fe y los sacramentos, eres el cuerpo de Cristo; recuerda que, desde él, salió un río de gracia para la humanidad entera; recuerda que, desde ti, ha de salir agua viva, un manantial de vida que ha de “desembocar en el mar de la sal”, y ha de sanear sus aguas… un manantial que ha de llevar salud, a todos los necesitados de fe, de esperanza, de amor…
Con Cristo Jesús, en comunión con Cristo Jesús, tú, que eres su cuerpo, eres “la ciudad de Dios”, eres la morada que el Altísimo ha consagrado, eres morada bendecida de Dios, defendida por Dios… amada.
“¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?". Mantengamos santo el templo que Dios ha elegido y santificado; mantengamos santo el templo de Dios que somos; no convirtamos en mercado la casa de Dios.
Que todos reconozcan en ti, Iglesia cuerpo de Cristo, un signo permanente del amor con que Dios los ama, y de la unidad a la que Dios los llama, de la gracia con Dios los acompaña…
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