Mujer alegre, doliente, serena, combativa y solidaria Ana González Recabarren, un Viacrucis viviente

Ana González Recabarren, un Viacrucis viviente
Ana González Recabarren, un Viacrucis viviente

Anita fue madre, esposa, abuela y suegra de detenidos desaparecidos por los servicios de seguridad del régimen dictatorial de Augusto Pinochet.

Encontró en su puerta un sencillo papel con una nota que decía: "Señora, vaya a la Vicaría de la Solidaridad". Siguió ese consejo y se dirigió a la Plaza de Armas de Santiago, donde funcionaba entonces la institución. Lo sucedido lo recuerda con sus propias palabras: "Fue como llegar a la misma casa de uno, mejor todavía. No me preguntaron si yo creía en Dios o no. Fueron los únicos que sabían cuánto había sufrido y me recibieron con los brazos abiertos"

“Me niego, como ciudadana de este país, a que tanto crimen siga en la impunidad, a que nuestro dolor siga ignorándose y se nos niegue lo más elemental: Verdad y Justicia, nada más, pero nada menos”.

Pero hay sonrisa, porque lo que la dictadura quiso es que yo, como tantas, nos fuéramos a la casa a llorar y quedarnos muy tranquilas. Pero no lo lograron”.

Ana González de Recabarren, nació en las afueras de Tocopilla (norte minero de Chile) el 26 de julio de 1925. Años después se trasladó a Santiago. Desde joven comenzó a militar en el Partido Comunista, donde militaron también sus hijos. Tras la llegada al poder de Pinochet por el Golpe cívico-militar de 1973, Anita comenzó con el activismo en contra de la dictadura, y fue parte del grupo fundador de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos.

Según relatan desde la Vicaría de la Solidaridad: “cada uno de los casos de desaparición forzada tiene su propia historia. El de Ana González de Recabarren es uno de ellos; fue madre, esposa, abuela y suegra de detenidos desaparecidos por los servicios de seguridad del régimen dictatorial de Augusto Pinochet. Sus nombres son: Luis Emilio Recabarren González de 29 años; Manuel Guillermo Recabarren González, de 22 años; Nalvia Rosa Mena Alvarado, de 20 años embarazada de cuatro meses, todos ellos detenidos el 29 de abril de 1976 y Manuel Segundo Recabarren Rojas, de 50 años, detenido el 30 de abril del mismo año.

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En el momento en que se desata la tragedia en la familia Recabarren González, la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD) llevaba ya funcionando casi dos años y recibía el apoyo decidido de la Vicaría de la Solidaridad. Ana relata que, poco tiempo después de ese aciago abril de 1976, al regresar a su casa nuevamente sin respuestas y luego de buscar a sus seres querido en los lugares de siempre -oficinas públicas, cárceles, hospitales y morgues-, encontró en su puerta un sencillo papel con una nota que decía: "Señora, vaya a la Vicaría de la Solidaridad". Siguió ese consejo y se dirigió a la Plaza de Armas de Santiago, donde funcionaba entonces la institución. Lo sucedido lo recuerda con sus propias palabras: "Fue como llegar a la misma casa de uno, mejor todavía. No me preguntaron si yo creía en Dios o no. Fueron los únicos que sabían cuánto había sufrido y me recibieron con los brazos abiertos"

El 29 de abril de 1976 la vida de Anita González comenzó a transformarse en una vida de lucha y dolor. Ese día, agentes de la DINA, la policía secreta de la dictadura de Augusto Pinochet, detuvo a dos de sus hijos, Luis Emilio y Manuel, y a su nuera Nalvia, quien estaba embarazada. Al día siguiente, cuando su marido Manuel Recabarren salió a buscar a los suyos, fue capturado también. Los cuatro desaparecieron sin rastro.

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En su incansable lucha por saber que había ocurrido con su familia y ante el rechazo y la mentira como respuesta, de parte de las Instituciones del Estado que debían responder, Ana se convirtió en activa participante de la Agrupación de Familiares, junto a muchas mujeres en su misma situación.

En democracia su trabajo por la memoria y la justicia nunca se detuvo. En el año 2000 interpuso una querella contra Augusto Pinochet por la muerte de los suyos. Y en 2007, escribió una carta abierta que decía: “Me niego, como ciudadana de este país, a que tanto crimen siga en la impunidad, a que nuestro dolor siga ignorándose y se nos niegue lo más elemental: Verdad y Justicia, nada más, pero nada menos”.

Fueron más de 45 años de su vida dedicados a buscar la verdad y la justicia, convencida de que esta batalla no era solo suya sino de todos los que soñaban con un país más digno y justo; convencida de que no es posible construir una sociedad sana sino sobre los pilares de la verdad y la justicia; y ella anhelaba esa sociedad donde nadie sobrara, para que vivieran sus hijas, hijos, nietas y nietos Como ella señala en una entrevista: "Ninguna gota es igual a otra; yo quería la mía. No son cinco bolsas de papas que perdí; yo perdí cinco vidas".

Desde 2016 comenzó a presentar problemas de salud. Murió finalmente dos años después, a los 93 años un 26 de octubre de 2018, convertida en un ícono y emblema de la incansable búsqueda por la verdad. Partió sin conocer nunca el paradero de sus seres queridos.

Alegre, doliente, serena, combativa y solidaria, su presencia digna e incansable en la búsqueda de la verdad y la justicia siempre será recordada por el Pueblo chileno.

Anita decía que: “la felicidad es la alegría de vivir, y que haya dónde dormir, dónde anidarse en una casita, tener hijos, que los hijos se eduquen, que todos los jóvenes estudien, que los niños sean felices y que los viejos sean bien cuidados por todo lo que han hecho en su vida. Yo creo que es muy difícil ser feliz en las circunstancias en que estoy, porque ser feliz es no saber de la infelicidad, y algunos muy cercanos se han dedicado a hacerme la vida imposible. Pero hay sonrisa, porque lo que la dictadura quiso es que yo, como tantas, nos fuéramos a la casa a llorar y quedarnos muy tranquilas. Pero no lo lograron”.

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