Mujer creyente y decidida Marianella García Villas, santa salvadoreña, defensora de las víctimas y de la justicia

Marianella García Villas,  santa salvadoreña, defensora de las víctimas y de la justicia
Marianella García Villas, santa salvadoreña, defensora de las víctimas y de la justicia

Desde su militancia cristiana, se acercó a las organizaciones campesinas, víctimas ya en la década de los setentas de los desalojos, la represión y el hambre. Realidades que con los años se fueron recrudeciendo.

Trabajó en estrecha colaboración con el obispo Oscar Romero y sus equipos de colaboradores. El 24 de marzo de 1980 Romero fue asesinado. Después de una serie de amenazas a muerte e intentos de asesinato, Marianella tuvo que dejar El Salvador en 1982.

En un informe presentado por la organización de Derechos Humanos, Pax Christi, se afirma que Marianella García Villas fue llevada a la Academia Militar y torturada durante varias horas antes de ser asesinada. Como responsables se vincula al Batallón Atlacatl de la Fuerza Armada salvadoreña.

Por eso es tan necesario rescatar de la memoria histórica a tantas santas del pueblo. Porque, aunque a muchos aún les pese, el olvido está lleno de memoria.

Ella es santa porque supo hacerse cargo de las carencias de campesinos y obreros salvadoreños y supo cargar con de la realidad de su tiempo, plagada de renuncias y sufrimiento, con la entrega personal y profesional hasta las últimas consecuencias, como Óscar Romero, Rutilio Grande, Ignacio Ellacuría y tantos y tantas salvadoreñas, como Jesús de Nazaret.

Marianella García Villas nació el 7 de agosto de 1948. Su padre era un exiliado español y su madre una salvadoreña.

Se graduó en derecho y filosofía a comienzos de la década de 1970. Enseñó durante un tiempo filosofía del derecho en la Universidad Católica de San Salvador. Viajó por todo el país e impartió clases gratuitas a campesinos pobres.

Desde su militancia cristiana, se acercó a las organizaciones campesinas, víctimas ya en la década de los setentas de los desalojos, la represión y el hambre. Realidades que con los años se fueron recrudeciendo.

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Decepcionada de la política legislativa, su lucha la lleva a fundar con diversas personalidades y otros activistas de la época, la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador (CDHES). A partir de abril de 1978, asume con un equipo jurídico y de promotores la defensa judicial de presos políticos.

Trabajó en estrecha colaboración con el obispo Oscar Romero y sus equipos de colaboradores. El 24 de marzo de 1980 Romero fue asesinado. Después de una serie de amenazas a muerte e intentos de asesinato, Marianella tuvo que dejar El Salvador en 1982. Se refugió en México y siguió al frente del trabajo de la CDHES. A pesar de las constantes amenazas a muerte hizo frecuentes viajes a El Salvador y continuó con su trabajo.

Ella decía que: “…para nosotros que tocamos las heridas, las señales de torturas sobre los cadáveres, para nosotros que recogemos cuerpos sin cabeza, cabezas sin cuerpo y los huesos de nuestros hermanos, para nosotros que hemos fotografiado a las víctimas, para nosotros que hemos escuchado testimonios, el llanto silencioso y anónimo de familiares anónimos de víctimas anónimas, todo esto es un panorama habitual, parte sustancial de nuestra vida, siempre pendiente de un hilo…”.

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Marianella puso nombre, denunció y llenó de contenido términos hasta entonces prohibidos en El Salvador como: “tortura”, “desaparecidos”, “escuadrones de la muerte” y “genocidio”. Y fue esa labor la que finalmente, la llevaría al martirio.

Su empeño era tener pruebas, documentar el uso de fósforo y napalm contra civiles por parte del ejército en las zonas controladas por la guerrilla. Su objetivo era presentar la documentación en una de las reuniones anuales de la ONU que se celebraba en Ginebra sobre la vulneración y violación de los Derechos Humanos.

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Para ello, Marianella entró en las zonas de combate a través de Honduras. Entrevistó y tomó fotografías de personas a las que les había caído fósforo blanco y que habían sobrevivido. Junto a un grupo de habitantes de la zona, se habían reunido en la plaza del pueblo en La Bermuda, cuando se anunció que los helicópteros estaban en camino.

Según los testigos, todos corrieron a la iglesia a buscar refugio, pero fueron alcanzados por las armas automáticas desde los helicópteros. Muchos fueron heridos, algunos murieron. Ella quedó tendida en una zanja con una herida de bala a través de uno de los muslos. Un helicóptero aterrizó y se la llevaron. Era el 13 de marzo de 1983.

El mayor Roberto D'Aubuisson, creador de los escuadrones de la muerte afirmó días más tarde, que Marianella era una líder guerrillera bajo el nombre de Lucía y que había muerto en el combate. Gran parte de la prensa internacional dio por cierta esa información.

Sin embargo, en la autopsia su cadáver mostraba signos de torturas y varios disparos. En un informe presentado por la organización de Derechos Humanos, Pax Christi, se afirma que Marianella García Villas fue llevada a la Academia Militar y torturada durante varias horas antes de ser asesinada. Como responsables se vincula al Batallón Atlacatl de la Fuerza Armada salvadoreña.

Marianella, fue una mujer creyente y una decidida defensora de la justicia y la democracia que luchó con las armas de la política y del derecho. La colaboración con Monseñor Romero la confirmó en su apuesta por la no violencia y la denuncia valiente.

Con el tiempo y las informaciones falsas, trataron de que Marianella fuera olvidada y que su testimonio de vida fuera silenciado. Pero hoy sigue viva y presente en algunas comunidades y organizaciones que se ocupan de los Derechos Humanos y de la no violencia.

Por eso es tan necesario rescatar de la memoria histórica a tantas santas del pueblo. Porque, aunque a muchos aún les pese, el olvido está lleno de memoria.

Ella es santa porque supo hacerse cargo de las carencias de campesinos y obreros salvadoreños y supo cargar con de la realidad de su tiempo, plagada de renuncias y sufrimiento, con la entrega personal y profesional hasta las últimas consecuencias, como Óscar Romero, Rutilio Grande, Ignacio Ellacuría y tantos y tantas salvadoreñas, como Jesús de Nazaret.

MARIANELA

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