Abusos jerárquicos y " Los Miserables"

Crítica Constructiva

Abusos jerárquicos y" Los Miserables"

Abusos jerárquicos se han dado abundantes a lo largo de la Historia: se dieron en la Inquisición, en la imposición a la fuerza del celibato a los sacerdotes y sobre todo en el modo como se ha ido imponiendo a lo largo de los siglos. Y se sigue dando hoy este abuso en distintas ocasiones.

Llegó un momento en mi vida, a los 26 años: comencé a ser crítico con ciertas decisiones de quienes mandan en la Iglesia Católica; eso sí. He procurado jamás desobedecer, porque se metió desde la niñez en mi conciencia la necesidad de esta virtud. Pero desde entonces propuse no dejar mi mente esclavizada, ya que sí mi comportamiento.

Los misrables


Me ayudó a salir del sometimiento espiritual una novela muy famosa, que hasta un par de años antes la habían colocado en el catálogo de libros prohibidos: “Los miserables” de Víctor Hugo. La leí a gusto, despacio y con gran provecho para mi alma. Y la recomiendo ahora como lectura a los sacerdotes y obispos antes de recibir las sagradas órdenes. Es un verdadero libro de lectura espiritual porque censura sin compasión posturas de gente de mando, leyes del siglo XIX que marginaban a los débiles con el pretexto de que eran mala gente. ¡Y pensar que aquel libro hubiera estado prohibido! Este pensamiento me ha ayudado a ser crítico.

Si leemos despacio la Historia nos vemos forzados a pegar puñetazos sobre la mesa para desahogar nuestra ira al ver a Cisneros conminar a los judíos a abrazar el cristianismo, porque de lo contrario eran expulsados de España. Lo mismo ocurre cuando estudiamos los métodos de la inquisición; los castigos cruentos llenos de sevicia a los blasfemos, ladrones, adúlteros y demás. A un obispo le recordaba estas cosas que él sabía muy bien. Y después le añadí: “También es abuso de autoridad lo que hoy están haciendo con los sacerdotes que piden casarse. Se les obliga para ello renunciar al ejercicio del ministerio. De lo contrario, no se les concede la dispensa”. Y el bueno y pobre obispo, no queriendo entrar en materia, tan solo me dijo: “¡No compares!”.

No comparo, no. Pero el caso es bien claro: abuso de autoridad entonces, cruento. Abuso de autoridad, ahora, incruento, pero real. Porque no se puede – y muchos lo vemos con claridad meridiana – obligar a renunciar a un sacramento para poder recibir otro sacramento.

Estamos presenciando en estos últimos años una involución enorme en nuestros obispos. Abusos en la manera de nombrarlos solament: a los de un tipo conservador cuasi ultramontano. Al gran sector de la Iglesia más abierto se le margina en las cuestiones de gobierno. E incluso se les dificulta la participación en el apostolado más cercano al obispo. Los colaboradores más inmediatos suelen estar elegidos a dedo de entre los más conservadores. El dogma sí, ha de ser conservado, pero hay muchos aspectos en la Iglesia cambiables, pero... ahí permanecen y seguirán hasta que... ¡qué se yo! ¡Que respondan a este interrogante quienes están arriba en el mando!

Con amor, queridos jerarcas, pensadlo. Algo falla en vuestras decisiones.

José María Lorenzo Amelibia
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