Agradecer y ayudar

José María Lorenzo Amelibia  

Agradecer y ayudar

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            Durante muchos años de mi vida he sido profesor de niños preadolescentes: 12 a 14 años. Dicen hoy que son difíciles de educar. No lo sé; hace más de diez que ando jubilado por el mundo. Entonces no me costaba demasiado conquistármelos. Y todas las mañanas comenzábamos la clase con una oración distinta. Siempre solíamos agradecer al Señor dones disfrutados por todos, y se los ofrecíamos, sabiendo muy bien que podíamos perderlos y para siempre.

Una mañana les exponía: Imagínate que dentro de unos meses estarás ciego. Piensa cuáles iban a ser las cosas que no quisieras morir sin verlas y que está en tu mano contemplar a corto plazo. Imagina ahora cómo obrarás siendo ya invidente: al levantarte, al desplazarte de un lugar a otro, tu bastón, las horas de las comidas, tus sentimientos, el rato en que la familia mira la televisión. ¿Cómo continuarías tus estudios sin poder ver? ¿Podrías ejercer tu profesión de mayor? ¿Serías capaz de mantenerte contento como ahora? Piensa también toda la riqueza que hasta el momento te ha ido proporcionando el sentido de la vista. Y dejábamos unos segundos para pensarlo.

Dedica unos segundos para que tu mente goce al contemplar tanto bueno que has mirado hasta el presente: padres, amigos, libros, televisión, deportes… ¡Cuántos momentos felices!  Y vamos a agradecer a Dios el sentido de la vista que de Él hemos recibido y proponemos utilizarlo hoy para el bien, y seremos felices hoy con este don.

Pensábamos al comenzar la clase cada jornada, durante dos o tres minutos, en alguna cosa buena de la que disfrutábamos. Hoy la vista, mañana otro sentido, más adelante las manos, los pies, el pelo, la familia, los amigos, la casa, la calefacción, la salud. Estamos acostumbrados a poseer de todo, como si tal cosa, sin darle importancia, sin pensar. Tan sólo nos damos cuenta de algún miembro cuando nos duele o cuando carecemos de él. Todas las mañanas debiéramos reconocer a Dios lo bueno regalado por su bondad. Y ser positivos. Yo agradezco a mi Padre Celestial también el haber recobrado la salud perdida, el ser más fuerte que en mi niñez, la experiencia de que puedo disfrutar para orientar y aconsejar a los menores. ¡Ser conscientes! Vale la pena serlo para mostrarnos agradecidos, felices, y para ayudar con mayor fervor a quienes se encuentran en inferioridad con relación a nosotros.

José María Lorenzo Amelibia

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