El caso de Bonifacia Rodríguez Castro 1837-1905Fundadora de las Siervas de San José

Crítica Constructiva

El caso de Bonifacia Rodríguez Castro 1837-1905Fundadora de las Siervas de San José

Una crítica sana a directivos, jerarquía, superiores ha de ser con caridad, positiva y serena. Nos fijaremos en distintos casos que pueden hacernos pensar. Hoy en el de Bonifacia Rodríguez Castro 1837-1905Fundadora de las Siervas de San José

En Salamanca, con ayuda del jesuita P. Butiñá y del obispo Lluch, funda Bonifacia Rodríguez lo que después serán las Siervas de San José: talleres autofinanciados para promocionar a la juventud femenina. Algo verdaderamente revolucionario, pionero del trabajo de la mujer; verdadera necesidad social y cristiana.

Conflictos...


Cuatro meses después de la fundación el P. Butiñá ha de salir al exilio, expulsado con todos los jesuitas. Un año después el obispo Lluch es promovido a la sede de Barcelona. Desaparecen los dos hombres que habían hecho realidad los "Talleres de Nazaret".

Bonifacia, sola, ve desaparecer la casi totalidad del grupo fundacional que había recibido directamente de Butiñá cual era el carisma de la congregación. Empieza una campaña solapada de desprestigio a Bonifacia: no tenía cualidades de gobierno, no sabía los trabajos de máquina, no cuidaba a las hermanas y por eso morían. Surge, en un núcleo influyente de la comunidad, cierta rebeldía y desobediencia. Tenían una alternativa para sustituirla, una mujer simpática y atractiva, aureolada de santidad. Detrás de todo esto estaba el director de la congregación. El obstaculiza toda comunicación de Bonifacia con el nuevo obispo, Martínez Izquierdo.

Un visitador del obispado no halló culpa en ella, y continuó Bonifacia al frente de la comunidad que la rechazaba. Llegó el momento de unificar la obra de Butiñá, y Bonifacia viaja a Cataluña. Lleva también la ilusión de la unión, conocer a las hermanas de Cataluña. En su ausencia nombran canónicamente a otra superiora. Sabe de su destitución en el viaje de regreso con hermanas de Cataluña.

No tiene facultades jurídicas para llevar a cabo el proyecto de unificación. Y no se realiza la unión. Humillada y triste vuelve a Salamanca, donde es recibida con hostilidad.
En 1883 Bonifacia sale de Salamanca para hacer una nueva fundación en Zamora. Va en suma pobreza. Pasan necesidad, pero Dios les concede perfecta alegría.

Existe un proceso de alejamiento que culmina en considerar la fundación de Zamora como ajena a la de Salamanca. Bonifacia es presentada como cismática. En torno a ésta se crea toda una leyenda negra, donde la calumnia tiene el protagonismo. Ella, ve con dolor este proceso, y procura el acercamiento a Salamanca de todas las formas posibles. Pero marcha a esta ciudad, y no la reciben. Ni quieren abrirle la puerta. Este proceso de marginación culmina con la aprobación pontificia del Instituto, en la que queda excluida la fundación de Zamora. Su comunidad ha quedado descolgada del resto de la Congregación.

Mientras ella, como grano de trigo muere, la congregación va creciendo. El 8 de agosto de 1905 dejaba de existir en Zamora. Aparentemente había fracasado. En 1907, como había profetizado Bonifacia, la fundación de Zamora se incorpora al resto de la Congregación. En 1936, de forma inesperada, se descubrió la caja que contenía los datos sobre la figura auténtica de Bonifacia. Se desvela quién es la fundadora. Surge el deseo de conocerla. Era una mujer de mucha altura de santidad.

Una moraleja para los obispos: mucho cuidado para discernir los informes que reciben. Con frecuencia están dañados en su raíz y con facilidad pueden caer en el engaño.
La jerarquía de la Iglesia sabemos que no ha gozado siempre de gran discernimiento para enjuiciar causas y personas. Por eso no conviene ser papanatas y creer que cuanto dice o hace un obispo es una maravilla de discreción y acierto.

José María Lorenzo Amelibia

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