¿Y dónde y cómo acabarán sus días nuestros presbíteros?
¿En la frialdad de una “residencia sacerdotal”, sin más compañía que otros sacerdotes “solitarios”?
El papa Francisco nos pone en guardia frente a este horizonte. En estos testimonios de Francisco, podemos sustituir “ancianos” por “presbíteros”:

“¡Es feo ver a los ancianos descartados, es una cosa fea, es pecado! ¡No nos atrevemos a decirlo abiertamente, pero se hace! Hay algo vil en este acostumbrarse a la cultura del descarte. Pero nosotros estamos acostumbrados a descartar a la gente. Los abuelos no son muebles viejos son “el tesoro de nuestra sociedad”. Vivimos en un tiempo en el cual los ancianos no cuentan. Es feo decirlo, pero se descartan, porque dan fastidio” (Homilía de Santa Marta, 19 noviembre 2013).
Nuestro comentario:

El problema que Mallo expone es real. La teoría de la virginidad, la mejor solución: enamorados de Jesús, esperar con paz su llamada a la gloria. Pero pienso que, de hecho, son muy pocos los sacerdotes que han logrado vivir de una manera mística su celibato. Mi sospecha es que la mayoría no han conseguido. Y no ha sido por dejadez o maldad. Ni siquiera por propia debilidad. Han sido personas vocacionadas para para el sacerdocio, pero no para la soltería perpetua. La única solución: la total supresión de la ley celibataria y de manera que el sacerdote pueda contraer matrimonio: antes de ordenarse y TAMBIÉN después de la ordenación: en el momento que él decida. Pienso que Mallo ha sido un muy bueno y eficaz sacerdote y expone una realidad urgente. ¿Cuándo nos van a hacer caso y suprimir esta ley?

José María Lorenzo Amelibia

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