Me dices que eres misionera, no monja. Pero veo que llevas muchos años entregada. Pienso que así debieran ser todos los institutos religiosos: eso de votos perpetuos y solemnes y gaitas, no me convence nada. Miro (aunque se hagan los votos con buena intención y mucho amor a Dios) como una barbaridad el querer obligarse, a lo ya obligado y a lo no obligado, bajo pecado. ¿Por qué ha de obligarse uno bajo pecado? Antes me parecía normal.
Hoy al menos me parece extraño. Jesús vino a salvarnos ¿por qué el hombre ha de poner trabas a su salvación? Y fíjate esta idea que la tenía en el alma, es primera vez en mi vida que la expongo, ¡y con miedo!, porque temo equivocarme, viendo la enorme tradición eclesial que defiende y practica esa costumbre de los votos. ¡En fin, que Dios me perdone si desbarro! ¿Pero cómo va a mandar Dios a las calderas de Pedro Botero a un cura o una monja que no han podido guardar sus votos? ¡Ay, Señor, que desbarro...! Yo no sé si lo que digo es madurez o qué. Pero lo cierto es que Jesús vino a salvarnos, eso sí que es dogma de fe.
Que Él quiere que todos se salven. ¿Por qué poner mayores dificultades que las ya existentes?
Mi carta una monja con votos
¿Por qué, después de que uno con toda generosidad hace un voto a Dios, si no lo cumple por su enorme debilidad (ahora me refiero en materia de castidad, donde - nos decían - no hay parvedad de materia) ha de cometer dos pecados mortales: uno por pecar y el otro como sacrilegio? En fin...
No era monja la persona que me escribía y a la que contesté esa carta que luego te envié a ti y a mi amigo Paco. Era a una misionera seglar. Ella sin intención de obligarse con voto le había ofrecido al Señor guardar en su vida pobreza, castidad y obediencia para mostrarle su amor y total entrega a la misión en países pobres y donde la fe no está muy desarrollada. Y me decía que está dispuesta a guardar su compromiso hasta la muerte con gozo. Como yo llevaba en mi alma desde hace muchos años esa idea, me desahogué, y a mis dos grandes amigos Paco y tú, os lo envié. No lo he comentado con Paco todavía verbalmente, pero me dijo que en la primera ocasión lo comentaremos.
Lo tuyo, tu decisión, tu entrega al Señor, ¡claro que es sublime, de un gran valor ante Dios! Y con este mismo espíritu han estado tantos que no han llegado a la meta, y han cambiado su decisión porque no se encontraban con fuerzas. En el caso de los sacerdotes es destino. El celibato lo impone la Iglesia a quien recibe el Orden Sacerdotal. Pero para que no quede lugar a duda y nadie pueda reclamar, te obligan unos días antes de recibir el ahora el diaconado a hacer voto de castidad y firmarlo. Eso puede interpretarse como el "precio" pagado a una vocación, el sacerdocio, que de suyo no lleva consigo el compromiso de castidad perfecta. Pienso que - si se quiere mantener ese compromiso con el sacerdocio -, a la hora de discernir las vocaciones tendrían antes los formadores que hacer esta pregunta al candidato: "¿Si tú no fueras a ser sacerdote, vivirías en virginidad por el Reino de Dios?" Si la respuesta era afirmativa, podría acceder. Si fuera negativa, no podría acceder al sacerdocio. Otra cosa: yo pongo un poco en tela de juicio todo lo relativo a votos según aparece en el Derecho Canónico. ¿Por qué ha de estar reservado al Papa eso de dispensar de los votos? No llego a entenderlo. Me parece más racional, humano y menos dominador de las conciencias lo que en tiempos de San Pablo se hacía. Admitía ya Pablo a jóvenes de ambos sexos a una especie de vida religiosa: con el deseo de perseverar en ella mientras tuvieran fuerza. Si al cabo del tiempo, por la razón que fuere, decidían casarse, con toda la paz del mundo, se casaban, sin que supusiera para ninguno un baldón.
Pienso que el compromiso de vida de entrega completa al Señor - ¡algo sublime y lleno de Amor! - debiera ser entre Dios y el sujeto. Y si un día había que cambiar, el mismo sujeto, tal vez después de consultarlo con personas prudentes, decidiría delante de Dios y su conciencia. Y en el Derecho Canónico convendría cambiar lo relativo a votos. No sé si digo disparates, pero no veo en la esencia del compromiso, para una entrega total, que tenga que intervenir la Iglesia necesariamente para dispensarlo e incluso para aceptarlo. Sí que como fiel cristiano he de acatar el Derecho Canónico. Pero de ahí no se deduce que no se pueda hacer una crítica, discutir y proponer otras alternativas.
Lo que sí es claro es la necesidad dentro de la Iglesia de la vida consagrada: verdadero signo del Reino de los Cielos. ¿Que tenga que ser de la manera actual? Es otra cuestión.
José María Lorenzo Amelibia
Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com
Mi blog: http://blogs.periodistadigital.com/secularizados.php
Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari Lorenzo Amelibia
Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2