Ciertos amigos, mejores que psiquiatras

Enfermos y debilidad

Ciertos amigos, mejores que psiquiatras

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A menudo suelo leer consultorios de psicólogos y psiquíatras que siempre vienen bien. Hoy me he enterado de algunos consejos del famoso psiquiatra, Enrique Rojas Martos. Y de entrada nos afirma: “La psiquiatría es una rama de la amistad”. Yo estoy del todo convencido de ello. Interpreto este principio en su sentido más obvio: quien disfruta de amigos buenos, tiene la suerte de poder comunicar con ellos sus preocupaciones, deseos, ansiedades, proyectos… y a la vez de recibir de ellos las mismas confidencias. Mutua ayuda para la salud del espíritu. Algo elemental, pero seguro.

A pesar de todo normalmente no solemos disfrutar de demasiados amigos de esta clase: se podrían contar con los dedos de las dos manos, y nos sobrarían varios. Por eso quien tiene un amigo bueno, jamás debe despreciarlo.

Este psiquiatra afirma también que la felicidad consiste en tener un proyecto de vida lleno de ilusiones, y con cuatro grandes notas dentro: amor, trabajo, cultura y amistad. Yo creo que por ahí van los tiros; tal vez no sería del todo necesario, dentro de estos cuatro, incluir la cultura, porque conocemos a bastantes personas felices con poca cultura. La canción antigua decía: salud, dinero y amor. Y también esto es muy poco, porque aquí falta lo del proyecto de vida y yo incluiría la fe y esperanza en Dios. Me costaría comprender que un ateo pueda llegar a esa dicha elemental tan deseada por todos.

La amistad, el amor, es indispensable para ser feliz y poder llevar una vida digna. Es un manjar delicioso que ayuda a pasar por esta vida tan dura con dignidad y gozo; ser algo para alguien. Sostener la amistad con estos tres sólidos pilares: afinidad, donación y confidencia. Son consejos del doctor Rojas Martos, y muy acertados, por cierto.

Y hemos mencionado la fe y la trascendencia para ayuda de nuestro psiquismo. El médico que nos guía en este artículo tuvo la tristeza de perder a uno de sus hijos cuando tenía tan sólo dos años. Un entrevistador le preguntaba al respecto cómo consiguió encajar aquella desgracia. Y respondió Rojas: “Porque pensé que Dios no lo había ordenado, sino que lo había permitido. Lo acepté con dolor y con serenidad”. Y responde a esta pregunta final del señor Rodríguez, el entrevistador: ¿Cómo le gustaría morir? - En brazos de mi mujer y rezando. Así me gustaría a mí también.

José María Lorenzo Amelibia
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