Consolar a quien pierde un ser querido

Enfermos y debilidad

Consolar a quien pierde un ser querido

El tiempo en que estuve varios meses hospitalizado, no fue pobre en experiencias: todo lo contrario. Había entre las enfermeras dos monjas majísimas: Sole y Elena. Un encanto para todos. Tenía yo en la UCI un vecino a quien nunca vi, pero escuchaba algunas palabras que pronunciaba. Ni él ni yo podíamos movernos. Un día me dijeron que aquel compañero, vecino desconocido había muerto. Era de Sevilla; la familia le acompañó varios meses con mucho amor y mucha paciencia. Yo observaba todo sin poder pronunciar palabra. Y vi a aquellas dos religiosas preocupadas; me comentaban con pena la situación y se desvivieron con aquellas personas allegadas al muerto. Las escuchaban, les ayudaron en todos los trámites, les sacaron billetes para el tren, les acompañaron, y siempre con una cercanía y empatía totales.

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Dar consuelo

Enfrentarse a la muerte es difícil. Algunos prefieren evadirse, no pensar, distraerse enseguida, cerrarse en el mutismo. Pasan como de puntillas por estas situaciones dolorosas y prefieren olvidarlas pronto. Huyen. Así consiguen aplacar el sufrimiento y que dure poco, pero no es buena esta actitud. Dice Clavelina Arce – coordinadora en una clínica del grupo de cuidados paliativos – “El duelo es un proceso que hay que atravesar para adaptarse a la pérdida de un ser querido”. Tratar de escapar del dolor es una de las causas de lo que se conoce como “duelo patológico”. Siempre ha existido este problema psiquiátrico, pero hoy abunda más que antaño, tal vez por la incomunicación que domina en nuestra sociedad.

“Yo no sé qué decir cuando algún conocido pierde a un ser querido; preferiría no encontrarme con él en mucho tiempo”. Muchas personas experimentan esta sensación; y no son malos; simplemente quedan cortados, como estupefactos ante eventos de esta clase. Y no es difícil escuchar, interesarse, procurar simpatizar – empatizar con el vecino, conocido o amigo.

Javier Barbero, un psicólogo del hospital de la Paz de Madrid se expresa en estos términos: “Los rituales de despedida, sean los que sean, y tengan carácter religioso o no, favorecen una elaboración sana del duelo”. Todavía son pocas las familias que dejan que sus hijos pequeños se despidan de los abuelos próximos a partir, e incluso les privan de los funerales en sufragio de sus almas. No me parece buena práctica ni para los niños, ni para sus padres. El duelo no celebrado pasa factura a la larga en nuestra psicología. Esconder la realidad es perjudicial. La existencia de la muerte es necesario asumirla desde la infancia; no como algo macabro, sino como lo que es: el paso de este mundo hacia nuestra morada definitiva.

José María Lorenzo Amelibia                                        

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