DIOS NOS AMA, pensar en ello

DIOS NOS AMA, pensar en ello

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Tú también habrás pensado muchas veces en el amor de Dios. El es la fuente en que reside el amor. El nuestro sólo es una pequeña participación del suyo. ¡Qué inmenso será el amor de Dios! Y a la fuerza nos tiene que amar a nosotros, somos obra suya. Y si pensamos en la Encarnación... Con razón nos decían cuando éramos adolescentes en los ejercicios espirituales: aquello era una locura de amor.

Nos interesa ahora de verdad: formar una comunión familiar entre este Dios de Amor y nosotros; como la familia que vive bajo un mismo techo. El ha de ser el más amigo, el más esposo, el inseparable de nosotros. Se escapará de nuestro corazón a menudo la jaculatoria que endulce nuestra vida y la llene de esperanza. A esta intimidad estamos llamados todos. Si estamos en la cruz o en Tabor no veremos más que su adorable voluntad y amor. Si llegamos a amar así y a abandonarnos en su voluntad nos sentiremos más libres y por supuesto más felices.

Nuestro instinto nos exige amar a Dios sin sufrimientos ni penas. Y sin dificultades. Y eso es imposible. Y lo verdaderamente cierto es: las personas más felices en este mundo son las que han sabido abandonarse en los brazos de Dios. Vamos a procurar tú y yo tener a Jesús siempre en nuestra memoria, como en los mejores tiempos. Nos vamos a ayudar de nemotecnias: una estampa, una imagen, el Sagrario, una cruz, una frase... ¡Hay tantas! Lo importante es tenerlo siempre y con paz en el corazón para amarle. Aunque no sintamos ningún consuelo.

Si tienes mucho tiempo dedica muchos ratos a la contemplación de Jesús. Si cuentas con poco, recógete en tu interior unos momentos, piensa que eres templo vivo de Dios. Así cinco, diez veces o más al día. Yo también lo procuraré practicar. Nuestras vidas se renovarán en el servicio del Señor. Le contemplaremos en nuestro corazón, le amaremos con nuestra voluntad, le conoceremos más a fondo. Poco a poco tomaremos más afición a esta vida interior. Y cada uno de nosotros buscará a su Maestro allí donde con más facilidad le encuentre. Pero no nos equivoquemos: En el cielo gustaremos la unión con el Señor en alegría y gozo. Aquí abajo le encontraremos más a menudo sobre la Cruz que en el Tabor; así nos lo recuerdan los autores de espiritualidad. La unión en gozo en este mundo es rara y fugaz: le suele preceder y seguir la temporada de dolor y sequedad. Pero vamos a ser fieles a la oración.

José María Lorenzo Amelibia  

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