DOMINGO de LA ASCENSIÓN CICLO B 24 MAYO DEL 2020. MC. 16, 15-20

Homilía familiar

DOMINGO de LA ASCENSIÓN CICLO B 24 MAYO DEL 2020. MC. 16, 15-20

1.- El domingo de la Ascensión nos recuerda que hemos de tener nuestro corazón siempre en el Cielo. Junto a Dios, junto a Jesucristo. Arriba los corazones. Tú, Señor, nos has colocado en este mundo y no acabamos de entender tu lenguaje. Hace unos momentos quería adentrarme en la oración y de pronto he sentido, Señor, como cuando me doy un golpecito en la frente. Me ha parecido entender algo el misterio del dolor. Nos envías el dolor para que nos acordemos del Cielo. Me parece que los antiguos lo entendieron mejor que nosotros. Jesús, nos arrastras con cierta violencia hacia Ti. ¡Cuántas veces me encuentro descuidado de mi fin; me entretengo y me ilusiono con asuntos buenos, regulares e incluso malos! Me domina el deseo del dinero, el deseo de ser apreciado, el deseo de placer.

Cristo asciende  a los cielos


2.- Pero me doy cuenta de que a veces me salen las cosas bien y siento hastío. Otras veces me encuentro enfermo, sin ganas de nada y con malestar. En otras ocasiones si me salen bien mis trabajos y proyectos, pero alguien me amarga el día con sus impertinencias. Me tropiezo con pinchazos de espinas cada dos por tres. Señor, durante muchos años no he llegado a comprender el porqué de tanta contrariedad, el misterio de tanto dolor en nuestra existencia. Pero hace unos momentos me he dado un golpe en la frente; me ha parecido entenderlo; he sentido como una iluminación interior.

3.- ¡Arriba los corazones! Es que me acuerdo poco de mi fin que eres Tu, Dios mío. Me acuerdo poco del Cielo y suelo vivir en la tierra como si siempre hubiera de estar aquí. Si no tuviera dolores y contratiempos, nunca me acordaría de mi fin; me encontraría tan a gusto aquí que me olvidaría de Ti, y de mi morada eterna en el Cielo. Gracias, Señor, por el sufrimiento. Pero ayúdame a asumirlo bien. Y que se me grabe en el alma el momento de tu ascensión a los Cielos. Que cuando me vengan las malas rachas de malestar y sufrimiento te vea subir a las alturas, donde me estás sentado a la derecha de Dios Padre y me sienta con fuerza y alegría para continuar viviendo con ilusión. Y que cuando me salgan las cosas bien, también me acuerde del Cielo, de que Tú estás allí aguardándonos. Eso sí, mantenme en tu amor y en tu gracia, para que nunca pierda de vista la Patria celestial.

José María Lorenzo Amelibia  

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