DONANTES DE SANGRE

Enfermos

  1.              En mi juventud acudí a un centro de salud para hacerme donante de sangre. Me parecía una manera buena de ayudar a quienes se encuentran en gran necesidad, después de alguna intervención quirúrgica. No  pude lograr mi propósito. Había sufrido de niño una enfermedad de hígado y esta circunstancia impedía la donación. Me enteré entonces de que en principio puede ofrecer su sangre toda persona sana entre dieciocho y sesenta y cinco años, salvo algunas excepciones como la que me afectaba.

  2. Donantes

  3.             Aunque España se encuentra a la cabeza en la donación de órganos, las estadísticas sobre quienes entregan plasma para bien de sus semejantes deja mucho que desear con relación a otros países de Europa. Nos dicen que la cifra ideal se sitúa alrededor de cincuenta por cada mil habitantes, mientras que la nuestra no excede de los treinta y seis. Sin embargo sin el auxilio de estas personas generosas, cuyo nombre ignoramos, muchos de los que hoy vivimos, ya no estaríamos aquí. Recuerdo que en los largos días de mi permanencia en el hospital tras una operación de corazón, oía por las mañanas la voz suave de visitantes que acudían a ofrecer su sangre a aquel centro. Cuando sané de mi dolencia me dijeron que probablemente no me quedaría ni una gota de la sangre con que ingresé. Entonces me di cuenta de la absoluta necesidad de la ayuda de estos hombres y mujeres que saben compartir un don tan preciado. Hoy me siento del todo agradecido a aquellas personas a quienes no vi, pero escuchaba su voz matinal varias veces por semana.

  4.             Leía en una revista de un señor joven afectado de leucemia que tampoco hubiera podido sobrevivir sin la ayuda de varios donantes anónimos. Hubieron de practicarle un trasplante de médula ósea, aplicarle quimioterapia, y como consecuencia de todo el tratamiento tuvo necesidad de varios litros del precioso líquido. Él, padre de familia numerosa, también mostraba un agradecimiento total hacia quienes le salvaron la vida.

  5.             En tiempo de verano suele ser cuando más necesidad existe de los bancos de sangre, a causa de los accidentes. Y son miles los enfermos que después de una operación precisan del socorro de tantas personas generosas a quienes no conocemos. Desde aquí nuestro reconocimiento a tantos amigos desconocidos; dan algo de su vida para las más de cuatro mil transfusiones que en España se realizan cada jornada.

  6.             Si todos reflexionáramos en esta necesidad, pienso que habríamos de acudir a cualquier centro de salud para ayudar a nuestros semejantes enfermos. Nuestra sensibilidad en esta materia aflora valiente en casos de catástrofes o accidentes múltiples. Pero es necesario este ofrecimiento durante cualquier época del año. Y si somos creyentes, seguir el ejemplo de Jesús que dio hasta la última gota de su sangre para salvarnos. A nosotros se nos pide un poco.

José María Lorenzo Amelibia Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/

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