Dame un corazón bueno; sana mi corazón

Enfermos y Debilidad

Dame un corazón bueno; sana mi corazón

Sáname, Señor...

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 ¿Cuándo, Señor, cambiarás mi corazón? Mil veces te lo he prometido, y otras mil me he separado de ti. No sé qué tenían los santos que apenas oscilaba su corazón cuando se trataba de amarte y servirte. Siempre constantes y fuertes.

¡Señor, vivir anegado en ti, enfrascado en tu amor, sólo en tu amor eucarístico! Los eventos del mundo serán el cañamazo de mi existencia; no me separo de él; pero la urdimbre de todo eres Tú, Señor Jesús sacramentado. Mi gozo está contigo; y mi trabajo ilusionado, en tu Reino, en las personas que me diste como hermanos y a quienes amo en ti, contigo y para ti, pues para eso nos creaste. Dame gracia para ayudar desde tu amor a los más débiles.

¿De dónde sacar fuerza para este ideal sublime de amor? Tú, Señor, eres nuestra fortaleza, Tú el manantial de donde brotan las buenas obras. Juntar en tu amor la ciencia y la experiencia; la ciencia que es sabiduría; que es gusto de lo divino, placer en lo trascendente, sabor eucarístico. La experiencia que es salir de mí; entregarme a la acción de caridad y servicio, al desvelo continuo por que tu Reino siga en auge.

Jesús oculto en el Sagrario, amigo incondicional, centra mi corazón y el de tantos que te queremos, pero no acertarnos nunca a transformarnos en ti. Por eso nuestro mundo se aleja de las fuentes de la vida.  El sol calienta en verano y deshace la cera más dura. Tú eres, Jesús, estío caluroso de amor: cambia nuestro corazón; derrítelo y será cera blanda en tus manos; y nuestro corazón será semejante al tuyo.

José María Lorenzo Amelibia

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