A vueltas con la "Depre" Depresión y dicha

Enfermos y debilidad

Depresión y dicha

Depre

Dicen hombres de ciencia que el cerebro humano no está diseñado para alcanzar la felicidad. Aunque ignoraba este detalle científico, no me ha extrañado. Por algo decía San Agustín: “Inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti”. No es tan fácil sentirse feliz. Pero si estás triste no eches la culpa a nadie; podrán tal vez conseguir nuestros adversarios o jefes que durante algún momento entremos en angustia, pero en nosotros está superar estos traumas.

 Mi criterio siempre ha sido éste: la felicidad se encuentra dentro de nosotros mismos. Sin embargo, acabo de leer algo muy distinto: las Universidades de Harvard y California, han descubierto que ser feliz se debe en gran medida factores externos; nos ayudan a encontrarnos con la sensación de paz y gozo íntimos, dentro de los distintos grupos sociales, los mismos compañeros, amigos o familiares; el fenómeno colectivo. Es una especie de atmósfera que se extiende a través de los diferentes sectores, y penetra en los ánimos como chirimiri hasta calar en profundidad.

 En estos centros de estudio han investigado durante veinte años a un colectivo de varios miles de personas. Y han llegado a descubrir que, cuando una de ellas proclamaba ser feliz, se extendía entre todas una especie de onda de dicha y plenitud. No quiere esto decir que esa felicidad sea estable y duradera, pero es una realidad.

 A pesar de todo sigue en pie nuestro aserto de que la felicidad más profunda se alcanza en nuestra relación íntima y sincera con Dios. Pero no desdeñamos este modo indirecto de conseguir una satisfacción plena temporal estilo americano. Una cosa no quita la otra.  Y en confirmación de cuanto dicen nuestros investigadores he comprobado que personas muy sencillas han ayudado a mantenerse felices a pequeños grupos con su optimismo contagioso, buen humor y vitalidad positiva. Una inyección de estos sentimientos viene bien en cualquier tipo de sociedad o grupo humano. Así somos. Incluso puede durar meses ese optimismo infundido por personas singulares.

 La tristeza, por fortuna, no es tan contagiosa como la alegría y, por supuesto, menos duradera. Tal vez el mecanismo de defensa contra lo nocivo que todos llevamos dentro, nos salvaguarda de la posible depresión. Es bueno desear la felicidad, pero sin desazón por encontrarla, porque de lo contrario, se alejará. Y, según mi opinión, avalada por años de experiencia, lo que más paz y gozo nos proporciona en el alma es la relación serena y amorosa con nuestro Señor y Padre, con Dios.

José María Lorenzo Amelibia

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