Detener el viaje sin retorno

 Enfermos y debilidad

Detener el viaje sin retorno

 Yo no sé si el suicidio es enfermedad o epidemia entre los jóvenes, pero me asustó la noticia: “El número de españoles que se quita la vida ha crecido en más de un treinta por ciento, en los últimos diez años; es un asunto muy delicado de afrontar”. Así nos avisaban en un periódico hace unos meses.

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Prevenir el suicidio

 El gran problema de la juventud es el peligro de perderse; están bombardeados por innumerables noticias, propaganda, exigencias. Los avances de la humanidad en los últimos tiempos son enormes, y nos encontramos como perdidos en una selva, si no hemos sabido avanzar con paz, dentro de esta descomunal carrera. Vemos a muchas personas caminar sin rumbo, sobre todo entre la juventud. Y algunos acaban echándose una soga al cuello. Triste, pero real.

 ¿Y por qué se llega a esta tragedia entre gente que todavía no ha superado los treinta y cinco años? Muchos de ellos han caído en una depresión profunda, de esas que llamamos “reactivas”, precedidas por hechos de gran dureza que han dejado en el ánimo una herida siempre abierta. Familias rotas por el divorcio; amores no correspondidos después de haber puesto en ellos toda la ilusión, toda la fuerza vital; pérdida del trabajo en plena juventud… A veces una serie de desengaños se juntan en una misma persona, y sin tiempo para cicatrizar los primeros, se suman otros y otros. La personalidad se trastorna. No se sabe qué hacer, cómo solucionar el problema. Y puede llegar uno a entretenerse con la siniestra tentación del suicidio.

 Esa idea tenebrosa va abriendo poco a poco camino en algunos sujetos; después viene el forcejeo íntimo; más tarde, la influencia de la información – la noticia de que alguien ha intentado quitarse la vida – empuja un poco más hacia el barranco tenebroso. Y puede llegar la decisión fatal.

 Ojalá llegue a tiempo la intervención del psiquiatra, del sacerdote, del amigo incondicional que logre detener este alud arrasador. Hoy hemos de estar preparados para socorrer a nuestro prójimo en estos trances; saber detectar a tiempo el riesgo. Una acogida llena de comprensión y cariño, pueden ayudar a nuestro hermano a no caer en este viaje sin retorno.

 Y siempre es posible imaginar una ayuda para quien no tenga alguien de su confianza junto a sí mismo. Acudir al psicólogo, al cura; abrirse a algún profesional. Además, es hora de repensar de nuevo en la educación: es el gran auxiliar para prevenir estos males. Sin olvidar los principios religiosos, la ética que nos impulsa a huir del egoísmo, abrir el corazón al Altísimo, poner nuestro destino donde hemos de ponerlo, porque este mundo es temporal y la vida, breve. Y merece la pena de verdad superar los sufrimientos mirando a Jesús muerto y resucitado.

José María Lorenzo Amelibia                                         Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com              Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/  Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari  Lorenzo Amelibia                                                                                  Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

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