Dios da paciencia en los sufrimientos. Pedirle.

Dios da a los suyos, a quienes se lo piden de veras, a los que desean estar con El, paciencia en los sufrimientos, fuerza para vencer el nerviosismo. Para eso hace falta estar siempre en plan receptivo y de súplica. Tú y yo vamos a vivir así.

Dios inspira siempre una rectitud moral en el obrar; donde existe la sinceridad, la docilidad a los mandatos divinos, allí está el espíritu de Dios.

Dios inspira libertad de espíritu, sin angustias, pero sin saltarse "alegremente" toda normativa.

Y Dios nos aleja de la zanganería y vida comodona. "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y que me siga."

Vamos a fomentar siempre el deseo de servir a Cristo en todo. Merece la pena vivir, intentarlo al menos con seriedad, según el Espíritu del Dios. A ver si tú y yo logramos cada vez más acercarnos al ideal de santidad cristiana. Hemos de esforzarnos. He leído: da aún más gloria a Dios la santificación plena de una sola persona que la conversión de muchos pecadores. Yo no sé hasta qué punto, pero nuestra misión cristiana nos exige la santidad.

Y para ello, ante todo una vida de intensa piedad. No vamos a pensar, como algunos, que lo único importante es la acción exterior. Si no está informada por el espíritu, lo mismo podía hacer un ateo. Por otra parte, nadie puede dar lo que no tiene; y no se diga: quien santifica es el Espíritu. Dios se sirve de nosotros. Hemos oído sermones muy bonitos y rollos. Ni unos ni otros producen impresión santificante en nadie o casi nadie. Sin embargo, todavía recuerdo y me alienta, y me sirve de gracia actual, un sermón de un cura de hace diez años. Luego me enteré de aquel sacerdote. Tenía fama y obras de santo.

Toda nuestra piedad debiera girar alrededor de la Eucaristía, de la Trinidad, de Cristo, de María. Pongamos el acento en cualquiera de estos matices, pero vivir a fondo. La gloria de Dios, nuestra filiación, vivir en recogimiento interior, desprendimiento, oración. Estas ideas debieran ocupar nuestra mente de continuo. En cambio, qué más da el triunfo personal, la riqueza, la estima, el placer, la "dignidad" y el poder. ¡Señor, cuándo viviré, cuándo podremos vivir nosotros con este ideal a tope! Y la vida avanza; estamos ya hace tiempo en la cuesta abajo.

Por el hecho de ser cristianos, de estar confirmados, y no digamos nada de nuestro sacerdocio... debemos llevar una vida espiritual cuidada con esmero. vivir en una tensión pacífica. El amor de Dios nos debe morder para trabajar como sea por extender su reino en el mundo. La gente va para abajo y es porque no ve los suficientes testimonios. Yo me avergüenzo de mí mismo muchas veces. Pero sigo a pesar de todo con el deseo constante de ser mejor. Si la mente está apuntando alto, algo podré hacer; más sin duda que si mis criterios son rastreros.

Algo hemos adelantado desde nuestra juventud en la bondad, comprensión y suavidad de carácter; aunque tú, la verdad, siempre has sido bondadoso en tu juventud. Un rigor excesivo más que atraer puede desanimar a las personas que a nosotros se confían.

Sobre todo, querido amigo, nos hace falta una profunda humildad. Yo no sé si te pasará a ti lo mismo. Muchas veces he pensado yo que era humilde. Tal vez porque me sentía "nada" delante de Dios. Luego he ido examinando mi interior: amor propio, deseo de estima, deseo de suponer algo. Han llegado los reveses. Los he aceptado mal. Me han entristecido. Y me he dado cuenta de lo mucho que me falta para llegar a ser principiante en la humildad. Es una virtud necesaria para avanzar en las vías del Señor. ¡Qué lejos estoy todavía! No sé si tú sentirás lo mismo. ¿Por qué no te examinas conmigo? En el fondo cuánto domina el interés propio en nuestras reacciones. Y qué mala cosa es para un apóstol.

José María Lorenzo Amelibia  

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