Dios nos llama a la santidad
Espiritualidad
| José María Lorenzo Amelibia
Dios nos llama a la santidad
Casi seguro que muchas veces has pensado: no he sido creado para el bullicio y las fiestas del mundo; Dios me llamaba para la santidad, y ésta es difícil alcanzar en los jaleos de mera diversión y pasatiempo. Yo también suelo pensar así.
Por otra parte, el mirar la vida cómo avanza, el ver cómo nuestros padres han dejado ya este mundo; muchos amigos también nos han abandonado para siempre... ¡cómo nos acercamos a nuestra meta! Urge llenar nuestra vida de fe, amor y buenas obras. Dios nos va invitando poco a poco a un trato más íntimo y exigente con El.
A ver si esta decisión de santidad la tomamos como algo muy urgente, como lo más serio de nuestra vida. No es cuestión de dejarlo para mañana. ¿Quién sabe si el Señor nos llamará muy pronto? Yo creo que de vez en cuando Dios nos animará y nos hará ver: un acto de amor, una oración bien hecha, sacia más a la persona que todos los placeres sensuales.
Los fallos y limitaciones propios son la prueba más sutil con la que vamos a tropezar. Y en estas debilidades se va consolidando el edificio de nuestra santidad.
Vamos a vivir a tope estos últimos años de nuestra vida... aunque sean treinta, ¡y no será fácil! Lo cierto es que van a ser menos de los ya vividos. Espero que en la eternidad podamos estar satisfechos de nuestra correspondencia al amor de Dios.
Jesús ha quedado por nosotros en el Sagrario, por ti y por mí, vamos a mirarlo en concreto. El quiere vivir más íntimamente en nuestras almas. Quiere hacer de nosotros como un sagrario viviente, un templo vivo de Dios. Para ello voy a desprenderme de esclavitudes, brotes verdaderos de mis apetencias sensibles. Vamos a practicar los dos esta poda. ¡Qué fecundos vamos a ser así en la viña del Señor! Mejorará mucho el Cuerpo Místico de Cristo. He de juzgar todo como basura. Lo único importante es servir a Dios y a su causa. Como San Pablo.
¡Qué gozo tan puro será el nuestro si así vivimos! Vamos a procurar la santidad. Sí como suena. Y para ello vamos a tener gran confianza en la protección y misericordia de Dios. Vamos a tener vivos deseos de vivir metidos en Dios. Vamos a apartarnos de todos los obstáculos que nos impiden desarrollar en nosotros la obra de Dios.
Cueste lo que cueste, Señor, no os dejaremos. Aun cuando veamos junto a nosotros el abandono de muchos; aunque observamos el número de personas seguidoras de la vida interior, reducido cada vez más. Pero no queremos presumir como Pedro. Confiamos en el auxilio de Dios.
José María Lorenzo Amelibia
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