Los Down son consuelo de la casa, dignos de amor.
Enfermos.
LosDown son consuelo de la casa, dignos de amor.
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Hace pocos años escribíamos en esta misma columna la gran esperanza de quienes sufren el síndrome Down: muchísimas de estas personas, bien orientadas, han llegado a estudiar una carrera. A principios de siglo nos decían que cuarenta y cuatro jóvenes españoles formaban parte de un plan educativo, que facilitaba el desarrollo intelectual y cultural de estos muchachos. Uno de ellos, terminaba el magisterio a los veintitrés años; después amplió estudios y consiguió una licenciatura en Psicopedagogía. Hoy trabaja en el área de bienestar social en el Ayuntamiento. Muchos de estos niños y adultos gracias al esfuerzo médico y social están disfrutando de una vida similar a la de todos los llamados normales.
Pero hay otra realidad paralela a ésta. Muchas parejas cuando detectan la llegada de un bebé con estas características, para no complicarse la vida, optan por el aborto “terapéutico” y privan de la existencia a unos seres tan dignos como los demás y a veces dotados de una sensibilidad y capacidad de cariño fuera de lo común. Una verdadera salvajada.
En algunas comunidades españolas - leía hace algunos meses - entre el ochenta y noventa por cien de los embarazos de estos seres inocentes son abortados. Incluso le llaman a esta barbaridad “eugenesia”; más propia de un nazismo ateo que de una sociedad civilizada que se llama democrática. Por supuesto que no es el síndrome Down la única causa de aborto “terapéutico”; a otros muchos seres se les priva del nacimiento.
Gran parte nuestros jóvenes o adultos que llevan consigo esta peculiaridad humana, se han superado hasta integrarse por completo incluso en el campo laboral. Ellos viven, disfrutan en su ambiente y son uno más. Trabajan y luchan por su autoestima y lo van consiguiendo. ¿Qué pensarán cuando lean y se enteren del final trágico de sus semejantes?: - “¿Yo estoy en este mundo porque no practicaron en mi caso un diagnóstico precoz? De lo contrario lo más probable es que me hubiesen eliminado”. Es muy dura esta realidad.
Y no se trata tan solo de algo sentimental. Existe un problema humano, moral y trascendente. No tenemos derecho con la moral cristiana en la mano - desde el momento en que ha comenzado una vida humana - de hacer una selección de quienes han de venir a este mundo frente y quienes se han de quedar en el camino.
Una señora de muy lejos de nuestra tierra me refería su enorme perplejidad cuando en uno de los exámenes rutinarios en los primeros meses de embarazo le dijeron: “Hoy observaremos cómo va el feto, si viene normal o no, para poder determinar si es preciso interrumpir el embarazo”. Fueron muy directos aquellos profesionales, pero tal vez con palabras más suaves, con eufemismos más rebuscados, en muchas ocasiones están brindando a las futuras madres proyectos inconfesables. Siempre los más débiles serán las víctimas.
José María Lorenzo Amelibia
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