ENTREGARSE

Espiritualidad

ENTREGARSE

entregarme

Me entrego a Ti, Dios Padre

Habrás ya experimentado en tu relación con Dios un deseo de entregarte del todo a la vida interior. Por otra parte, vienen los apegos, los caprichos, las costumbres un tanto comodonas o burguesas de hombre maduro. Aquí está la lucha íntima de la persona. Al menos en teoría estamos convencidos de la necesidad de una plena correspondencia a la gracia; de romper con la serie de bagatelas que nos tienen atados a la tierra; de darnos del todo a Dios y a los hijos de Dios, nuestros hermanos.

Hemos de insistir cada vez más en el silencio interior. Para ello nos van ayudar todos los sistemas de respiración y relajación ya conocidos. El amor vivo de Dios ha de informar todas nuestras acciones. Y permanecer atentos a la voz de Dios. En los términos de yoga se le dice alerta - percepción. El Señor nos va a estar llamando con frecuencia. Hace falta permanecer siempre a la escucha. Seguirle. Pero sin forzar situaciones.

Tal vez ahora, todavía muy lentamente, voy cogiendo una especie de instinto de lo divino. ¿Será fruto de esta entrega que al menos en teoría tengo hecha al Señor? Comienzan a darme pena los criterios del mundo: honores, diversiones, pasárselo bien, etc. etc. Yo me lo paso fenómeno leyendo libros enjundiosos de espiritualidad, estando ratos en silencio, paseando en solitario con la bicicleta por carreteras sin mucho tráfico. Pero veo todavía tantos kilómetros por delante para conseguir el verdadero instinto de lo divino...Los santos todo lo ven desde las alturas, los acontecimientos grandes y lo trivial. Yo recuerdo ahora por ejemplo al Papa Juan XXIII era un místico sencillo: tenía siempre en sus labios y en su corazón a Dios.

Nunca se fijan los hombres de Dios en las causas inmediatas: en el que me ha hecho la faena, en la buena suerte, en el accidente, en un encuentro feliz. En seguida dan el salto y alaban por todo a Dios. Van comprendiendo con experiencia religiosa incluso el dolor, la humillación y no se "compadecen" de sí mismos por sus escasos éxitos, ni abominan del superior malvado o del vulgar delincuente. Los santos se hacen gran violencia para llegar a comprender la mezquindad de muchos criterios humanos. Han de retroceder a sus años más míseros.

A ver si tú y yo vamos consiguiendo remontarnos y no llamamos desgracia a lo llamado por los hombres. Nuestra única desgracia debe ser la infidelidad a Dios, a su gracia. ¡Qué bueno establecer nuestra morada en el seno de Dios Trino como sor Isabel de la Trinidad! Y desde allí contemplar todo, y sobre todo desde allí actuar en el quehacer de cada día.

José María Lorenzo Amelibia  

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