Formarme y reformarme

Informa ASCE

Asociación de Sacerdotes Secularizados ASCE

 

Formarme y reformarme

Me gustan los libros de pensamientos; los leo despacio y me quedo durante un rato meditando, orando en torno a ellos. Ahora tengo entre las manos uno de ellos: “Saber esperar”, de fray María Rafael, monje trapense. En puntos breve se va narrando la vida de esta alma privilegiada que esperamos pronto suba a los altares.
Cuando leo vidas de personas santas me siento un pigmeo; veo su generosidad, su amor a Dios y a todos. Pido al Señor un poco de eso. Me siento muy pobre. Si me lees, pide a Dios por mí aunque sea con una sola jaculatoria. ¡El don de una verdadera conversión y de la perseverancia! Gracias, si has llegado hasta aquí.

Caminar...

La oración matinal, todos los días, durante media hora. Y busco también la oración vespertina junto al Sagrario. A lo largo de mi vida estoy comprobando la fuerza de la oración. A veces no consigo lo que pido exactamente. Pero Dios me ha concedido algo que es mejor y más conveniente para su gloria y mi salvación. Mucho había rezado a Jesús durante mi carrera y después para que me mantuviera en castidad, una castidad contenta y generosa durante toda la vida. Sin embargo se me hacía insoportable hasta enfermar. Y hube de dejar el sacerdocio activo. Me he casado. Y recobré la paz en mi espíritu. Han pasado los años. Cada vez siento más hambre de Dios, de ser bueno, de santidad. Me doy cuenta de que Dios escribe derecho con líneas torcidas. De una manera indirecta ha trazado el rumbo de mi vida. Hoy me parecen providenciales todos los pasos que he dado.

Siempre me he sentido débil, aunque con buenos deseos. Sentí dejar el ministerio sacerdotal. Pero al igual que varios miles de compañeros, no hemos abandonado el sacerdocio. Lo ejercemos de otra manera. No ha sido un fracaso, sino un cambio de rumbo. Tampoco se trata de “francotiradores”, aunque a veces podamos parecerlo. Viene con frecuencia a mi alma el verso del salmo 16 de mis órdenes menores: "El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz; Tú, Señor, el que me entregará mi herencia". Han pasado los años de mi juventud. En su corazón misericordioso confío.

José María Lorenzo Amelibia

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