Función de los Cardenales en la Iglesia

Son varias las funciones de los cardenales en la Iglesia, La primera, elegir al nuevo Papa una vez fallecido el actual o que haya renunciado el pontífice. También son los cardenales los consejeros del papa, los que le ayudan en el gobierno de la Iglesia, las personas de confianza. Con relativa frecuencia el papa crea cardenal a un sacerdote o a un obispo anciano, como premio a sus méritos.

Los cardenales existen en la Iglesia desde el siglo VII  con el papa Juan V y continúa el cuerpo cardenalicio, pero no es necesario como lo son  el papa y los obispos para la constitución de la Iglesia.

Durante varios siglos los emperadores intervinieron tanto en la elección de papas como de obispos. A partir del papa Gregorio VII (siglo XI) se fue eliminando esta costumbre nefasta para los cristianos. Para ser cardenal no es necesario ser obispo, ni siquiera ser sacerdote. En realidad podía ser creada cardenal una mujer. No lleva consigo su nombramiento el sacramento del Orden.

A lo largo de la historia ha habido cardenales muy santos; también muy políticos, guerreros y personas nada recomendables ni en el aspecto humano ni religioso.

Yo no sé si van a pasar diez años o cien; no va a ser una reforma rápida en la Iglesia, pero los cardenales van a desaparecer, tienen que desaparecer, porque desempeñan una función en la Iglesia que puede ser desempeñada por obispos, sacerdotes e incluso por personas seglares, mujeres u hombres.

Y, por cierto, desde hace muchísimos años siempre ha sido nombrado uno de ellos sumo pontífice. Sería casi inverosímil que en el próximo cónclave saliera elegido como Obispo de Roma un cura, un seglar, un obispo. Y sin embargo en nada se quebrantaría el Evangelio ni la constitución eclesial.

Pero ¿por qué han de desaparecer los cardenales? Ante todo, por hacer una Iglesia más conforme con el Evangelio. Jesús fundó la Iglesia sobre Pedro y los Apóstoles: sucesor de Pedro es el Papa; y de los apóstoles, los obispos. Los cardenales no son necesarios de ninguna manera. Es más, a lo largo de la Historia, a mi juicio y el de otros muchos, su figura ha sido más perjudicial que beneficiosa. Basta echar un vistazo a los tiempos remotos y también más próximos: unidos al poder civil, con grandes riquezas, con vestimentas de distinción y boato, con títulos eminentes como el de príncipes de la Iglesia, con una competitividad enorme hasta llegar a la meta en su carrera… Los últimos papas nos han recordado que “no se debe estar en la Iglesia con espíritu de hacer carrera”. Es verdad que también los ha habido santos y ejemplares, y los sigue habiendo, por supuesto. De ninguna manera queremos generalizar.

Habrá resistencia para que desaparezcan, pero se llegará. La elección del papa puede estar en mano de algunos obispos del mundo; por ejemplo, de los presidentes de las conferencias episcopales y algunos otros en las naciones con mayor número de católicos. Los hoy altos cargos vaticanos pueden ser desempeñados por obispos, sacerdotes y seglares; por supuesto también por mujeres.

No tenemos ninguna prisa en que esto suceda, pero creo que es necesario ir formando ambiente. No se trata de una revolución eclesial sino de una justa evolución, más conforme con su fundador, Jesús. Es preciso ir purificando nuestra Iglesia de tanta adherencia inútil e incluso perjudicial que a lo largo de los siglos se ha adherido a ella. Y menos mal que va desapareciendo la costumbre de llamar a los cardenales, “los príncipes de la Iglesia”.

José María Lorenzo Amelibia

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