Cuando me ordené de diácono fue enorme mi emoción al distribuir la sagrada Eucaristía a los fieles. No podía explicarme tal honor, tal dicha: Jesús en mis manos. Hace ya bastantes años se concedió que, cuando era grande la afluencia de fieles, podría ser ayudado el sacerdote para no alargar la Misa, supuesto que no hubiera otro sacerdote o diácono para distribuir la Eucaristía.
Vemos con frecuencia hombres con niqui, mal vestidos, dar de comulgar.
Incluso habiendo sacerdotes en la sacristía que nada hacen. Por otra parte el sacerdote secularizado tiene prohibido expresamente distribuir la comunión. Son contrasentidos notables e incluso injusticias teológicas.
Pienso que se ha abusado mucho de la norma. Que, cuado un seglar reparte la comunión por necesidad, debiera ir vestido de alba, como símbolo de la trascendencia del sacramento. Mucha mitra y báculo, pero poco cuidado en otras ocasiones. Y si es la mujer la que distribuye la comunión, también revestida de alba. Y en todo caso, antes que cualquier seglar, sea un sacerdote – secularizado o no – quien colabore en este momento trascendente de la Misa. Para ello existe el sacramento del Orden que imprime carácter.
José María Lorenzo Amelibia
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