No os rasguéis las vestiduras al ver la dureza, frialdad, arrogancia de tantos miembros dirigentes de nuestra religión. Ellos son una parte de la Iglesia, de todo punto necesaria. Y han sabido cumplir su misión de conservar de maravilla el depósito de la revelación.

Pero la misericordia buscadla sobre todo en gente sencilla que ama al prójimo. Muchos de ellos anónimos. Han gastado su existencia socorriendo a los pobres, enseñando a los incultos, orientando a los indecisos . Ahí aparece la Iglesia llena de amor.

Muchos cristianos han destacado por su heroica generosidad y aparece su nombre en el catálogo de santos. Otros nunca llegarán a los altares, como Vicente Ferrer, pero también es una estrella de luz y amor en el mundo de los cristianos. Los más son personas anónimas, reconocidas tan solo en el círculo de su pueblo o región; incluso muchísimas son ignoradas, porque su labor se reducía a un ámbito de la familia y un pequeño círculo. Pero ¡cuánto bien han hecho! ¡Cuánto amor han derramado!

Medito con frecuencia los pasajes del Evangelio, verdadero ejemplo de la misericordia de Jesús. Me emociona ver perdonando a la Mujer Adúltera; al Buen Ladrón en la cruz; a Pedro arrepentido; a Magdalena derramando lágrimas y perfume junto a Él.

El corazón se conmueve cuando ve a Jesús sanar a los enfermos, resucitar a los muertos, lanzar demonios del cuerpo de posesos. La parábola del Hijo Pródigo llena de consuelo a cualquiera en momentos de arrepentirse. “¡Sí, ve levantaré: volveré junta a mi Padre!”

Para Jesús no contaban ya los antiguos pecados una vez perdonados. Y puso a Pedro al frente de su Iglesia, ¡a Pedro que le había negado tres veces! ¿Por qué no imita nuestra jerarquía el proceder de Jesús? ¿Cómo es posible haya caído en la aberración de la inquisición? Mi fe no merma nada al ver dirigentes inmisericordes, pero sufro como católico al constatarlo en la Historia e incluso también en nuestros días. Porque el Reino de Dios sería más amplio si todos los cristianos fuéramos del estilo de este gran número de santos anónimos que han distribuido a raudales amor y misericordia.

Un compañero sacerdote definía a su obispo con estas palabras: “Es inmisericorde”. Triste definición, pero aquel cura describía a su obispo según lo había visto actuar durante muchos años. ¿Qué misericordia había en los años ochenta con los más de seis mil sacerdotes que habían solicitado la dispensa para contraer matrimonio, y el rescripto tardaba años y años…?

Hoy vemos en los altares a Juan Pablo II, y acatamos la decisión de la Iglesia docente y dirigente con total respeto. No podemos dudar de que está en el Cielo. Pero nos hubiera gustado ver en un dirigente eclesial un reconocimiento de la sinceridad de tantos sacerdotes, que, probablemente con inmadurez inculpable por su parte, asumieron una carga de celibato con ilusión, pero después no tuvieron fuerzas. Y haberles otorgado una dispensa que necesitaban para poder ordenar su vida.

Pido con la sencillez de hombre de a pie, y con profundo respeto, a quienes visten de púrpura, fucsia y blanco reconsideren su postura tal vez juridicista en extremo y vístanse de entrañas de misericordia como Jesús. Este ruego sea también para todos nosotros los cristianos.

La Palabra de Dios en la Sagrada Escritura está llena de misericordia, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. La Buena Noticia de Jesús es el amor y la indulgencia. La Iglesia Católica es millonaria en obras de amor. Basta recorrer la Historia.

José María Lorenzo Amelibia

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