Jesucristo nos ayuda a vencer la tristeza

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Jesucristo nos ayuda a vencer la tristeza

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La alegría del encuentro con Jesús

 Me decía una persona joven universitaria de religión hindú: “Vosotros los católicos no podéis estar tristes, tenéis por alimento a vuestro Dios. Él es vuestra compañía en todos los Sagrarios del mundo. ¿Cómo estar tristes? ¿O no lo creéis”?

Cuando pienso en el Sagrario me parece imposible que jamás haya podido desalentarme. Jesús mismo, después de instituir este sacramento, quería que su alegría fuera nuestra. Puedes leer despacio el capítulo quince de San Juan. Pero no pierdas la paz si esta alegría interior no trasciende a la parte sensible de tu espíritu. Ha habido muchos santos con enorme sequedad después de la comunión.

            Lo maravilloso es que Jesús va transformando poco a poco nuestra alma, y la hace semejante a sí mismo, cada vez que nos nutrimos de este manjar divino. Cristo obra silenciosa y eficazmente en nuestro corazón. Mi temperamento me parecía tristón; sin ganas de nada: en la soledad del Sagrario me di cuenta de que Jesús me ama, me sostiene, es mi fuerza y mi salvación: no puedo estar triste con esta realidad. Es maravilloso amar a Jesús y sentirte amado por Él. Además, sacas fuerza para ser bueno, para darte a tus semejantes.

 El alma tiene que ser calentada con la presencia eucarística. Si te alejas, comienzas a entrar en la tibieza de espíritu; después en frialdad e indiferencia; poco a poco la tristeza y el vacío reinan en el corazón que antes amó a Jesús, y luego se olvida de Él. Pero los hielos no están hechos para ti. Huye de la rutina. Sin la visita del Maestro, sólo puedes esperar desilusiones y malestar perpetuos. Si abres el alma a influencias y aspiraciones de este mundo hasta el apego, las cosas caducas llenarán del todo tu atención; entonces la Eucaristía aparecerá como algo marginal.

 ¡Cuántas comuniones casi perdidas! Dejas escapar el manantial de la alegría, el agua de la pureza y santidad, para refrescar el espíritu en charcas contaminadas. ¿Cabe mayor necedad? Cada comunión nos asemeja a Jesús. Y después Él nos ama con gran ternura. Imposible en este mundo otra fuente de mayor felicidad.

José María Lorenzo Amelibia

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