Para obispos y todos los demás. LXVIII ANGELINES ES SU NOMBRE

La vida de un cristiano, sacerdote, padre y abuelo

 Testimonio humano - espiritual de un sacerdote casado.

Autobiografía.

LXVIII

ANGELINES ES SU NOMBRE

¡AMOR, amor entre hombre y mujer! Gente fabulosa, poca, que logra renunciar a este amor con generosidad, sin traumas. El combate de la pureza en la adolescencia me produjo alegría, sensación de triunfo y paz. En mi edad adulta luché, pero el fruto que recogí fue inmenso caudal de amargura, angustia, tristeza, vacío, soledad y desamparo; falta de paz continua. No merecía la pena vivir una vida tan amarga.

dd

Lizaso

¡Cómo comprendía y compadecía a cuantos sufrían tormentos del corazón! Se me grabó el llanto de un adolescente madrileño. - ¿Qué te pasa?, le pregunto. - Estoy enamorado de L. Me da mucha pena marcharme. Le animé y consolé. Mucho le habría tocado sufrir. Me enteré el año pasado. Su prematura novia se había casado con otro.

Contesté con ilusión a la primera carta de Angelines, la joven profesora de Lizaso. Me decía a mí mismo: Ojalá esta chica fuese la destinada por la Providencia para ser mi esposa habrá que espera; no descuidaré esta oportunidad. En estos términos me escribía algunas fechas después: "Sí; también yo me siento pequeña ante mí y ante Dios. Pero esta pequeñez ante Dios no es con una sensación de vergüenza, de humillación, sino de enorme confianza; de mimo; de necesidad de protección de El... A muchas personas que sólo me conocen superficialmente les doy la Impresión de "mujer segura", que sabe lo que quiere, autosuficiente... (me da risa y un poco de pena). Lo que pasa es que hay que ser prudente y no mostrar los puntos débiles porque muchos en vez de protegerlos, intentan dañarlos... En cambio con Dios, es tan dulce notar que, mientras avanzas hacia él, tu debilidad le inspira ternura y afán de protegerte...

Cada diez o doce días nos carteábamos. Casi sin darnos cuenta, fuimos calando el uno en el otro. Veía yo en ella profundidad espiritual, formación religiosa extraordinaria, delicadeza de sentimientos, cultura muy por encima de la gente que me rodeaba. Después de unos meses de frecuente correspondencia epistolar, comencé a quererla con ternura. En ella veía un alma gemela a la mía.

Pensé que nadie mejor que ella podría conocer todo el drama interior, que sobre mis espaldas llevaba hacía ocho años. ¿Sería discreta para no revelárselo a nadie? Creí que llegaría a comprenderlo. Pero... ¿le haría daño? ¿Se decepcionaría? O por el contrario, ¿se abriría para que en ella brotara el amor? Con estas dudas me decidí a enviarle mi pre - confesión. Le pregunté si se sentía capaz de guardar un secreto mío personal. En caso afirmativo, en la próxima carta se lo descubriría.

Ella contestó así: "... ¿Cree que si hubiera dudado un momento de su discreción, me habría volcado así? Tenga en cuenta que en diez años de internado jamás he hablado de mí con una religiosa, ni he tenido una amiga íntima... no soy un ser abierto a todos los vientos. Dado mi modo de ser, que nunca acepta lo que él no puede dar, ¿cree que puedo responder a su discreción con todo lo contrario, burlando lo más sagrado que hay en esos lazos nobles del corazón humano: respeto, amistad, intimidad espiritual?"

Después de esta garantía tan absoluta, me decidí. En el fondo no pretendía meramente un desahogo, me interesaba ir preparando el terreno, para una futura relación total, el matrimonio. Tenía mis miedos. Por una parte me decía: Esta, o ninguna. Pero... ¿aceptaría casarse con un hombre de mis circunstancias? ¿Y si tenía novio? ¡Todavía no habíamos hablado de este tema! Barruntaba que no. Una chica con novio, ya me lo hubiera dicho. Casi sentía celos de un fantasma que pudiera surgir en cualquier momento. ¡Hay casos tan raros! Sea lo que fuere, yo le descubro mi problema, y se acabó. Envié una carta con doble sobre, solo para Angelines. Allí le contaba todo mi proceso afectivo interior; mi dualidad: por una parte, la ilusión apostólica cada vez mayor. Sentía mi vida útil en el sacerdocio, sobre todo en el ministerio de la palabra, los ejercicios espirituales.

Me contestaba: "Me llena de alegría y gratitud y me enorgullece eso de su seguridad de poder expresar ante mí su mundo interior. Y me inspira todo esto porque ese mundo interior es interesante y rico, y no de lo que es masa. Me dice que tal vez me haga daño, que no sabe si comprenderé siquiera cuando me habla de esa humillación , contraste, absurdo de su vida...! Por favor, ¿cómo me va a hacer daño la elegancia espiritual que indica ese deseo de mostrar el alma en un afán de claridad? No me pida perdón por hablarme de usted mismo, me chifla que lo haga...

Había conseguido que no se escandalizara de mi problema: imposibilidad de vivir sin un amor femenino. Buena señal. Pero antes de declararme mi amor, había de enterarme si tenía novio. Preguntarlo directamente me parecía grosero. Por eso le dije:

- ¿Me puedes contar algo de tu vida anterior? En una larguísima carta me narraba pormenores muy interesantes de su niñez y juventud. Lo leí todo muy de prisa. Me interesaba llegar pronto al nudo de la cuestión: "... En grupos íbamos todos juntos a tocar la guitarra a un mesón y a cantar... Sólo me decidí a salir con un chico cuando estaba en cuarto. Hacía Ciencias Económicas y me llevaba unos cuantos años; tenía personalidad, pero no me llenó moralmente; así que tan sólo cinco días me acompañó. Me gusta no perder el tiempo con los chicos... No volví a salir con otro hasta hace dos caños. Este no estaba a mi altura en educación, ni en cultura, aunque no era malo. No dejó ni pizca de huella en mi afectividad... El último ha logrado despertarme un poco el corazón; fue un navarrico de Pamplona."

Me tiembla el pulso cuando llego a estas frases. ¿No habrá nada que hacer? El verbo "fue" parece que da esperanzas. Sigamos.) "... Lo consiguió porque empleó conmigo algo que yo considero primer requisito en el amor: delicadeza..." - Maldita sea; digo. ... "En su modo de tratarme, de hablarme, de protegerme, incluso de él mismo... Y yo al menos por ahora no he hallado ese conjunto armónico en un hombre para enamorarme de él." Respiro hondo. Antes de manifestarle mi amor total me escribió unos pensamientos de lo que ella pediría al matrimonio. Me describe unas diapositivas de misiones que vio el día anterior, y sus sentimientos:

"Qué bonito, si él fuera médico o constructor y pudiéramos ir juntos a Africa y durante el día él ejerciera la medicina, y yo trabajara por educarles, hacerles mejores...qué contentos regresaríamos a casa después, cogiditos de la mano y qué bien si nuestros hijos convivieran con los negritos..."

Al fin se lo digo: le expresé todo mi sentimiento de amor. Le indico que hay una solución de matrimonio: pedir la dispensa. Hasta Juan XXIII el problema era insoluble. Precisamente, le afirmo, ya se ha dado algún caso de sacerdote navarro que ha pedido la secularización.

Contesta:

"Primera cuestión, la del cambio de rumbo que ves como solución a tu lucha. ¡Ay ésta, Dios mío, qué poco me gusta! Y es sencillamente porque me daría la impresión de que soy un poco culpable, un poco responsable de que hubieses abandonado un camino que en el fondo adoras, pero en el que el cayado que te ponen en la mano tiene un clavo que te desgarra; no puedes con él. Me daría la impresión de que soy indirectamente un poco reo; un poco ladrona de El; por haberme prestado a acompañarte por un camino fácil pero que te ha desviado de aquel cuyo ideal te fascinaba. ¿No sentirías remordimiento hacia mí por haber secundado tu salida de aquel sendero que yo, mejor que nadie, comprendía que era hermoso y te fascinaba?... Si Dios te manifestase de un modo claro que te quería en el otro camino, no habría por qué inquietarse... Jamás admitiría una postura incierta. Ahora viene la segunda cuestión: la que te permitía por disposición de la Iglesia compaginar los dos ideales; la que a mí me gusta. ¡Qué hermoso! Esto no da lugar a escrúpulos.

Publico en pequeñas entregas la verdadera historia de mi vida de cristiano, sacerdote, padre y abuelo. Por razones obvias son supuestos los nombres geográficos de mis lugares de adulto. A muchos puede interesar.

José María Lorenzo Amelibia 

Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com              Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/  Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.3 Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

Volver arriba