Para todos, incluidos los obispos LXXI  PACO, PACO, NO SEAS IMPACIENTE

 La vida de un cristiano, sacerdote, padre y abuelo

 Testimonio humano - espiritual de un sacerdote casado.

Autobiografía

LXXI

 PACO, PACO, NO SEAS IMPACIENTE

PREGUNTE a Angelines cómo fue su proceso de enamorarse de mí. Decía así refiriéndose a la única vez que nos habíamos visto: "También yo re recordé varios días con intensidad y simpatía: intuí después de oírte hablar y de ver tu aire

impa

Paco impaciente

divertido complacido ante mis ocurrencias - que eras un alma a la que la mía se podía abrir tal y como era, con confianza y sin adaptaciones, sin cara profesional, y... ¡te escribí! Y vi que por primera vez en mi vida no iba a ser lo mío un monólogo como hasta entonces, porque tú respondías a lo que yo te decía. ¡Ya había diálogo con alguien en mi vida! Y yo, por gratitud, por cariño, y por considerarlo como un deber de delicadeza hacia quien por su especial ministerio sólo recibe peticiones y nunca compensaciones y afecto, te hacía ver en mis cartas el que en mí despertabas".

"Lo hacía precisamente porque, al ser tú sacerdote, me parecía poder hacerlo con mayor tranquilidad, sin dar lugar a equívocos. ¡A buenas horas hubiera sido yo tan expresiva, tan espontánea en la manifestación de mi admiración y cariño con un chico corriente! El muy bobo enseguida hubiera pensado que me tenía en el bote, y querría cazarme. Yo, que tengo un enorme orgullo de mujer, que no soporto la idea de buscar y perseguir a ningún hombre, sino que me gusta ser buscada, me habría cuidado muy mucho de expresarme de modo tan natural con él. En cambio contigo, al verte atado con unos lazos sagrados e indisolubles, (ni siquiera conocía esa puerta abierta que tiene el sacerdocio) y al verte tan majo, tan asequible y tan normal al mismo tiempo, me decía: oh, qué maravilla. Ya no tengo que andar disimulando cuando siento entusiasmo y cariño, porque él nunca puede pensar que lo hago por hacerle la rosca y por cazarle, ya que esto no puede ser en su caso: ¡Qué bien poder demostrar a una persona sin prejuicios que le agradeces lo que te emociona, que la quieres mucho, y al mismo tiempo tu desinterés; poderle resarcir un poco de la soledad, de la falta de cariño en que vive..."

"Así que ¿cómo explicarte lo que ahora siento por ti? El cambio de un matiz a otro de sentimiento lo ha dado tu misma revelación, la misma manifestación que tú creías iba a hacerme perder el buen concepto de ti." "Ya ves: lo que antes era en mí profunda admiración por tu abnegación, desinterés, en virtud de tu revelación se me ha convertido en enamoramiento asombrado y profundo de alma de Hombre con mayúscula (lo que siempre he deseado encontrar). Mi cariño no ha sido algo que surge de pronto, sino una transformación del sentimiento que existía."

Cita después unas frases de Ortega y Gasset y de Marañón sobre el juego amoroso: el hombre es como el cazador, y la mujer como la presa. Pero la pasividad de la mujer es sólo aparente. En realidad vive en expectación vigilante y en potencia de volcarse.

Y añade Angelines:

"Jamás ha elegido mi corazón, sin que haya respondido a la elección... Por eso, a pesar de mi cariño y entusiasmo por ti, si tú no te hubieras manifestado, habrías continuado en mí adormecido, sin enterarme de todo lo que tenía adentro." "Nunca he entendido a esas chicas que, sin que un hombre las mirara siquiera, se enamoraban de él y lloraban y sufrían." Llegaron la vacaciones. Angelines marchó a su casa. Durante el verano se dedicó a dar clases particulares. Yo ansiaba tener un encuentro con ella. El problema era dónde. Paseando por la calle o en un bar, imposible; podía levantar sospechas. Se me ocurrió, como lugar más idóneo, la catedral; el 19 de julio, a las cuatro de la tarde. Cumple ese día los años mi amigo Paco Macaya. Le avisé previamente que me aguardara para merendar juntos. Yo esperé a Angelines junto al altar del sagrario. Llegó.

Sonaba en el órgano la Fuga de Bach. Parecía que la Providencia adornaba nuestro primer encuentro, con música sublime. Dimos despacito la vuelta al templo, fingiendo admirar la belleza del arte. En realidad hablábamos de todo. Nuestra conversación finalizó en la puerta principal. El tiempo voló; sin darnos cuenta, el reloj señalaba las seis y media de la tarde.

- ¡Qué contento estoy por haberme encontrado contigo! - Yo no; yo muy triste (dice Angelines). - ¿Por qué? - Porque ha sido tan escaso el tiempo... No me separaría. - A mí esto me ha dado fuerzas para una temporada. - Tengo ganas de llorar. - No te preocupes; pronto volveremos a vernos. Tenía que marchar a felicitar a Paco. Nada más entrar me dice: - ¿Dónde has estado? - ¿Ha pasado algo? - He llamado a tu madre. Como me dijiste que ibas a venir a merendar... - Me ha dicho que has salido antes de las tres. - Llamo por teléfono ahora para decirle que estoy bien: Soy yo; me he encontrado con un amigo y se me ha hecho tarde. Pasamos tranquilos el resto del tiempo. - ¡Ay!, Paco, Paco, no te impacientes. ¿No ves que los viejecillos se disgustan por cualquier cosa? Aquella tarde de julio fue solemne para mí. Era como la confirmación del amor que ya nos habíamos prometido.

Publico en pequeñas entregas la verdadera historia de mi vida de cristiano, sacerdote, padre y abuelo. Por razones obvias son supuestos los nombres geográficos de mis lugares de adulto. A muchos puede interesar.

.José María Lorenzo Amelibia 

Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com              Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/  Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.3 Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

Volver arriba